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Novela histórica de Francisco Narla, ambientada en el Yucatán colonial

Balvanera

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Francisco Narla, copy Carmen Pérez FOTORECERCA

Francisco Narla - (Fotografía de Carmen Pérez)


Lograr que un libro de aventuras mantenga en vilo al lector a través de varios cientos de páginas, constituye una empresa, un reto al que muchos autores se enfrentan con mayor o menor fortuna. Balvanera, la última novela publicada de Francisco Narla, reúne los elementos precisos para convertirla en eso que los anglosajones han llamado un “page turner”, un libro de los que mantienen la intriga del lector desde la primera a la última página. 


Esta cualidad, que no es en sí misma literaria, ya que está presente tanto en autores mediocres (Dan Brown, por ejemplo) como en otros cuyas excelencias literarias son indiscutibles (el propio Dumas padre, Herman Melville, Stevenson, Mika Waltari, Hillary Mantel, Pérez-Reverte, Eslava Galán, Zoe Oldenburg, Múgica Lainez…) está muy presente en Balvanera: Ello denota un dominio de los recursos narrativos que tiene mucho de mecanismo de relojería: todo funciona merced a una cuerda que da impulso a una serie de engranajes, muelles y ruedas, que produce el avance de las manecillas alrededor de la esfera, que, en el caso de una novela, serían sus diferentes secciones y capítulos y la certera dosificación de los “elementos de retardo”, aquellos pasajes en los que la acción se atempera, para luego cobrar fuerza.


Balvanera es una novela de héroes y villanos, de comerciantes codiciosos, curas pecadores aunque bondadosos, putas de buen corazón, despiadados espadachines curtidos en los campos de Flandes, corruptos funcionarios al servicio de la Corona, desposeídos, indios sin rencor, esclavos, navegantes… Y todo ese conjunto abigarrado de seres y procederes se sitúa en el Yucatán virreinal de los tiempos imperiales; dominios gobernados por un lejano “rey monje”, Felipe II, en los que, según se decía, “no se ponía el sol”.


Con estos y otros mimbres, Francisco Narla teje el entramado de una novela épica, con elementos de thriller histórico:


Tras su caída en desgracia y el intento de asesinarlo, Camacho, protagonista y héroe de la novela, se revuelve contra su patrón, Melchor de Mora (el villano principal, aunque haya muchos otros) y decide desposeerlo de un cargamento de “palo de tinte” a punto de ser embarcado con destino a España. El palo de tinte, para más señas, era un producto preciadísimo en la época, que servía para teñir de un negro muy puro las vestimentas de los monarcas, nobles y hacendados de Europa, cuyo valor era igual y hasta a veces superior al del oro.


Buena parte de la acción se sitúa en Campeche, la pujante villa portuaria en cuyas atarazanas se repara y equipa a Balvanera para la larga travesía.


“Campeche vibraba: sus gentes iban y venían, los que podían gastaban, los que no miraban” (pg. 373)

Un nutrido grupo de personajes secundarios transita sus calles, visita el burdel de “la Brava”, bebe en la taberna de El Lagarto, acude a sus iglesias, residencias, oficinas, talleres y mercados. La historia se nutre de descripciones precisas: Gundamaro, el orondo cura disoluto pero de buen corazón; Pedro, el indio fiel hasta el final; Catalina, la puta enamorada de Camacho; Roa, el vesánico lugarteniente de Mora… En la última parte de la novela hace su aparición otro personaje fundamental, el Rubio, jefe de La Garduña, una mítica sociedad secreta de maleantes, que jugará un papel importante en el desenlace final.


BALVANERA


Balvanera es, en definitiva, una novela, “un cuento” (como lo define el autor) en el que se concitan la aventura, las pasiones humanas, la recreación histórica y el sentido del humor. Destaca en todo momento la minuciosa “puesta en escena” de la obra, en la que se ha cuidado cada detalle para hacerla real, creíble, lo que denota una larga tarea de documentación. Si a todo ello le añadimos un cuidado estilo literario, ya tenemos el libro.

Balvanera

Novela histórica de Francisco Narla, ambientada en el Yucatán colonial
Luis del Palacio
miércoles, 8 de marzo de 2023, 11:00 h (CET)

Francisco Narla, copy Carmen Pérez FOTORECERCA

Francisco Narla - (Fotografía de Carmen Pérez)


Lograr que un libro de aventuras mantenga en vilo al lector a través de varios cientos de páginas, constituye una empresa, un reto al que muchos autores se enfrentan con mayor o menor fortuna. Balvanera, la última novela publicada de Francisco Narla, reúne los elementos precisos para convertirla en eso que los anglosajones han llamado un “page turner”, un libro de los que mantienen la intriga del lector desde la primera a la última página. 


Esta cualidad, que no es en sí misma literaria, ya que está presente tanto en autores mediocres (Dan Brown, por ejemplo) como en otros cuyas excelencias literarias son indiscutibles (el propio Dumas padre, Herman Melville, Stevenson, Mika Waltari, Hillary Mantel, Pérez-Reverte, Eslava Galán, Zoe Oldenburg, Múgica Lainez…) está muy presente en Balvanera: Ello denota un dominio de los recursos narrativos que tiene mucho de mecanismo de relojería: todo funciona merced a una cuerda que da impulso a una serie de engranajes, muelles y ruedas, que produce el avance de las manecillas alrededor de la esfera, que, en el caso de una novela, serían sus diferentes secciones y capítulos y la certera dosificación de los “elementos de retardo”, aquellos pasajes en los que la acción se atempera, para luego cobrar fuerza.


Balvanera es una novela de héroes y villanos, de comerciantes codiciosos, curas pecadores aunque bondadosos, putas de buen corazón, despiadados espadachines curtidos en los campos de Flandes, corruptos funcionarios al servicio de la Corona, desposeídos, indios sin rencor, esclavos, navegantes… Y todo ese conjunto abigarrado de seres y procederes se sitúa en el Yucatán virreinal de los tiempos imperiales; dominios gobernados por un lejano “rey monje”, Felipe II, en los que, según se decía, “no se ponía el sol”.


Con estos y otros mimbres, Francisco Narla teje el entramado de una novela épica, con elementos de thriller histórico:


Tras su caída en desgracia y el intento de asesinarlo, Camacho, protagonista y héroe de la novela, se revuelve contra su patrón, Melchor de Mora (el villano principal, aunque haya muchos otros) y decide desposeerlo de un cargamento de “palo de tinte” a punto de ser embarcado con destino a España. El palo de tinte, para más señas, era un producto preciadísimo en la época, que servía para teñir de un negro muy puro las vestimentas de los monarcas, nobles y hacendados de Europa, cuyo valor era igual y hasta a veces superior al del oro.


Buena parte de la acción se sitúa en Campeche, la pujante villa portuaria en cuyas atarazanas se repara y equipa a Balvanera para la larga travesía.


“Campeche vibraba: sus gentes iban y venían, los que podían gastaban, los que no miraban” (pg. 373)

Un nutrido grupo de personajes secundarios transita sus calles, visita el burdel de “la Brava”, bebe en la taberna de El Lagarto, acude a sus iglesias, residencias, oficinas, talleres y mercados. La historia se nutre de descripciones precisas: Gundamaro, el orondo cura disoluto pero de buen corazón; Pedro, el indio fiel hasta el final; Catalina, la puta enamorada de Camacho; Roa, el vesánico lugarteniente de Mora… En la última parte de la novela hace su aparición otro personaje fundamental, el Rubio, jefe de La Garduña, una mítica sociedad secreta de maleantes, que jugará un papel importante en el desenlace final.


BALVANERA


Balvanera es, en definitiva, una novela, “un cuento” (como lo define el autor) en el que se concitan la aventura, las pasiones humanas, la recreación histórica y el sentido del humor. Destaca en todo momento la minuciosa “puesta en escena” de la obra, en la que se ha cuidado cada detalle para hacerla real, creíble, lo que denota una larga tarea de documentación. Si a todo ello le añadimos un cuidado estilo literario, ya tenemos el libro.

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