“Fascinare” en latín significa: causar o producir mal de ojo, maleficiar, encantar, hechizar. Para Plinio los “fascinantes” son los hechiceros. “Fascinatio” es la acción de fascinar, de hechizar, la fascinación, encantamiento, hechizo, encanto. Antiguamente se utilizaban las gárgolas, criaturas mitológicas como guardianes de tesoros, amuletos, símbolos, cruces, las nalgas, etc. como medio apotropaico.
Para quienes no lo sepan, lo apotropaico está relacionado con el “alejamiento” o el buscar “ahuyentar” el mal augurio, el infortunio, las desgracias, etc.; o dicho de forma simple: “tener buena suerte”. Ahora bien, no es novedad que esto tenga relación con las nalgas como una forma de “amuleto” para pretender “alejar” los males mediante el “gran poder” que estas tengan a la vista. Es decir, esto no es algo que solo implique la sexualidad a secas, sino que también está ligado con la religión y la psicología. O sea, esto no es una cuestión meramente erótica, sino que también es (aunque no lo crean) supersticiosa. Es decir: las nalgas bellas y notables implican “atraer la buena suerte”. Ojo, no es broma.
Ya en la antigua Grecia y su famosa Afrodita Καλλίπυγος (Kallipygos, literalmente: “la de bellas nalgas”) se puede hallar esta creencia arcaica. Ya sean femeninas o de varón, de ahí nos viene, por las nalgas, nuestra fascinación.
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