Estos días hemos vivido un caso claro de politización y manipulación de la universidad. Pienso que politizar la universidad convirtiéndola en terminal de algunos partidos políticos supone alterar la naturaleza de una institución que es plural, en la que prima la búsqueda cooperativa de la verdad y la libertad a la hora de hacer ciencia.
La universidad debe ser un espacio de diálogo y de reflexión destinado a la formación de los estudiantes, no debe convertirse en un laboratorio ideológico al servicio de intereses partidistas. Es urgente preservar la libertad de cátedra y de pensamiento, tanto de profesores como de estudiantes.
La pretensión del nacionalismo de ocupar todos los espacios públicos de la sociedad y de uniformar el pensamiento de las nuevas generaciones no es más que la instrumentalización de una institución centenaria que debe regirse con la ejemplaridad debida a quienes tienen la responsabilidad de preparar a las futuras generaciones.
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