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No hay mejor bienestar mental que sentirse arropado y con la energía suficiente para un gran dominio de sí mismo, ante los inevitables fracasos que puedan surgir

En permanente espera

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La espera tiene su recompensa, la cuestión radica en no desesperarse, para poder dar sentido a la vida. Lo importante siempre es entrar en disposición de encuentro; y, así, llegar a buen puerto a través de los acuerdos entre unos y otros. Por eso, es trascendental no confundirse e ir a lo esencial, donándonos gratuitamente y a fondo perdido, sin esperar nada a cambio. Ciertamente, somos ocho mil millones de habitantes sumidos en multitud de crisis, algunos con graves dificultades, muchos en tránsito, en busca de oportunidades y tratando de abrazar otros horizontes más armónicos, huyendo de los desastres climáticos y de las contiendas. Sea como fuere, la familia humana no puede desvincularse de anidar y embellecer ese poema interminable de luz y vida, que tenemos encomendado conjugar entre sí, concibiéndolo con la mano extendida y el ánimo abierto al abrazo constante. Es verdad que, en los últimos tiempos, las desigualdades fueron aumentando, con el consabido tormento de injusticias que nos dejan sin alma, hasta el extremo de deshumanizarnos por completo y no querer entrar en razón para intentar llegar al entendimiento, como especie pensante que somos.

                

Desde luego, en la espera del mañana, donde nos aguarda siempre alguna sorpresa, el alimento de los sueños es vital para un futuro nuevo. Sin duda, tenemos que estar despiertos, vigilantes como buenos poetas en camino, mirando más allá de nuestros alrededores, alargando la mente y cruzando todas las fronteras con el corazón en la mano, para abrirnos a las necesidades de la gente, que son cada día más y más tremendas. Silenciar estas situaciones tampoco es de recibo. Por otra parte, convivir en alto riesgo y sin esperanza alguna, con la voz adormecida de quienes nunca fueron escuchados, merece un innovador estímulo, que ha de ponernos en movimiento, mientras en nuestro interior está viva la esperanza. Indudablemente, cada ciudadano se le reconoce por sus esperas; sin ir más lejos nuestra propia estatura moral se puede medir por aquello que batallamos, pues hasta para estar en quietud con nosotros mismos, requerimos haber estado en defensa para los demás. Desde luego, hoy más que nunca son necesarios los valores y principios de las Naciones Unidas, si en verdad queremos superarnos y ser cooperantes, tanto para la salvaguardia del planeta como para eliminar la pobreza extrema.

                

A poco que miremos a nuestro alrededor, veremos a gentes diversas que esperan ser acariciados, no con palabras, sino con hechos, sustentados en la incondicional entrega de un espíritu generoso. Por ello, tenemos que activar la confianza mutua, la consideración hacia toda existencia, además de los diversos compromisos concretos, como el de silenciar las armas para que hablen los sentimientos, mientras hemos de interrogarnos sobre cómo vivimos y por quién ofrecemos nuestra presencia.


Naturalmente, hay que desgastarse como persona, acercarnos a los desfavorecidos del sistema, fomentar puntos de concurrencia que nos sanen las heridas históricas, eliminando cualquier enemistad que pueda surgir. Tan solo se va hacia adelante con la humildad necesaria y con la virtud del amor como aliento. Sin duda, no hay mejor bienestar mental que sentirse arropado y con la energía suficiente para un gran dominio de sí mismo, ante los inevitables fracasos que puedan surgir. En cualquier caso, son estas expresiones de asistencia entre análogos, lo que hace florecer una sonrisa y mejorar el rendimiento cognitivo, en la medida que seamos capaces de construir una sociedad diferente, más acogedora, más humana y también más solidaria con los débiles. Bajo estos contextos, que nos infunden valor y valentía, podremos ayudar a una persona a tener anhelos, lo que significa que no se habrá perdido el tiempo.

                

Quizás tengamos que no cesar de andar y mucho menos de mirar más al universo para huir de este mundo de reveses. Todo ser no se halla más que por lo que aguarda. Es tiempo, por tanto, de que cada amanecer aticemos un estimulante vital muy superior a los desconciertos, lo que nos exige también una fuerte dosis de comprensión y de capacidad para rehacerse y poder resurgir. Más pronto que tarde los aprietos nos llegan a todos. Lo que es preciso es levantarse a tiempo y descubrir la luz necesaria para entusiasmarnos. Ojalá esa juventud que viene, active la esperanza de una nueva concordia, ante una humanidad fragmentada como jamás. Si en verdad queremos superar las polarizaciones y los extremismos de este tiempo, la falta de decoro y de ética de algunos líderes, que no son tales pero que están ahí, tenemos que impulsar una alianza entre humanos y sus diversos periodos, haciendo hincapié en que las evoluciones naturales del espíritu humano no van de vicio en vicio, sino de una perspectiva ilusionante a una convicción. Junto a todo esto, es fundamental garantizar la libertad de pensamiento, a fin de dar espacio a que cada cual pueda expresarse para acabar con la esclavitud moderna, que no es otra que la dominadora de un gentío, adiestrado en esparcir la confusión y en venderse a don dinero.

En permanente espera

No hay mejor bienestar mental que sentirse arropado y con la energía suficiente para un gran dominio de sí mismo, ante los inevitables fracasos que puedan surgir
Víctor Corcoba
lunes, 21 de noviembre de 2022, 10:16 h (CET)

La espera tiene su recompensa, la cuestión radica en no desesperarse, para poder dar sentido a la vida. Lo importante siempre es entrar en disposición de encuentro; y, así, llegar a buen puerto a través de los acuerdos entre unos y otros. Por eso, es trascendental no confundirse e ir a lo esencial, donándonos gratuitamente y a fondo perdido, sin esperar nada a cambio. Ciertamente, somos ocho mil millones de habitantes sumidos en multitud de crisis, algunos con graves dificultades, muchos en tránsito, en busca de oportunidades y tratando de abrazar otros horizontes más armónicos, huyendo de los desastres climáticos y de las contiendas. Sea como fuere, la familia humana no puede desvincularse de anidar y embellecer ese poema interminable de luz y vida, que tenemos encomendado conjugar entre sí, concibiéndolo con la mano extendida y el ánimo abierto al abrazo constante. Es verdad que, en los últimos tiempos, las desigualdades fueron aumentando, con el consabido tormento de injusticias que nos dejan sin alma, hasta el extremo de deshumanizarnos por completo y no querer entrar en razón para intentar llegar al entendimiento, como especie pensante que somos.

                

Desde luego, en la espera del mañana, donde nos aguarda siempre alguna sorpresa, el alimento de los sueños es vital para un futuro nuevo. Sin duda, tenemos que estar despiertos, vigilantes como buenos poetas en camino, mirando más allá de nuestros alrededores, alargando la mente y cruzando todas las fronteras con el corazón en la mano, para abrirnos a las necesidades de la gente, que son cada día más y más tremendas. Silenciar estas situaciones tampoco es de recibo. Por otra parte, convivir en alto riesgo y sin esperanza alguna, con la voz adormecida de quienes nunca fueron escuchados, merece un innovador estímulo, que ha de ponernos en movimiento, mientras en nuestro interior está viva la esperanza. Indudablemente, cada ciudadano se le reconoce por sus esperas; sin ir más lejos nuestra propia estatura moral se puede medir por aquello que batallamos, pues hasta para estar en quietud con nosotros mismos, requerimos haber estado en defensa para los demás. Desde luego, hoy más que nunca son necesarios los valores y principios de las Naciones Unidas, si en verdad queremos superarnos y ser cooperantes, tanto para la salvaguardia del planeta como para eliminar la pobreza extrema.

                

A poco que miremos a nuestro alrededor, veremos a gentes diversas que esperan ser acariciados, no con palabras, sino con hechos, sustentados en la incondicional entrega de un espíritu generoso. Por ello, tenemos que activar la confianza mutua, la consideración hacia toda existencia, además de los diversos compromisos concretos, como el de silenciar las armas para que hablen los sentimientos, mientras hemos de interrogarnos sobre cómo vivimos y por quién ofrecemos nuestra presencia.


Naturalmente, hay que desgastarse como persona, acercarnos a los desfavorecidos del sistema, fomentar puntos de concurrencia que nos sanen las heridas históricas, eliminando cualquier enemistad que pueda surgir. Tan solo se va hacia adelante con la humildad necesaria y con la virtud del amor como aliento. Sin duda, no hay mejor bienestar mental que sentirse arropado y con la energía suficiente para un gran dominio de sí mismo, ante los inevitables fracasos que puedan surgir. En cualquier caso, son estas expresiones de asistencia entre análogos, lo que hace florecer una sonrisa y mejorar el rendimiento cognitivo, en la medida que seamos capaces de construir una sociedad diferente, más acogedora, más humana y también más solidaria con los débiles. Bajo estos contextos, que nos infunden valor y valentía, podremos ayudar a una persona a tener anhelos, lo que significa que no se habrá perdido el tiempo.

                

Quizás tengamos que no cesar de andar y mucho menos de mirar más al universo para huir de este mundo de reveses. Todo ser no se halla más que por lo que aguarda. Es tiempo, por tanto, de que cada amanecer aticemos un estimulante vital muy superior a los desconciertos, lo que nos exige también una fuerte dosis de comprensión y de capacidad para rehacerse y poder resurgir. Más pronto que tarde los aprietos nos llegan a todos. Lo que es preciso es levantarse a tiempo y descubrir la luz necesaria para entusiasmarnos. Ojalá esa juventud que viene, active la esperanza de una nueva concordia, ante una humanidad fragmentada como jamás. Si en verdad queremos superar las polarizaciones y los extremismos de este tiempo, la falta de decoro y de ética de algunos líderes, que no son tales pero que están ahí, tenemos que impulsar una alianza entre humanos y sus diversos periodos, haciendo hincapié en que las evoluciones naturales del espíritu humano no van de vicio en vicio, sino de una perspectiva ilusionante a una convicción. Junto a todo esto, es fundamental garantizar la libertad de pensamiento, a fin de dar espacio a que cada cual pueda expresarse para acabar con la esclavitud moderna, que no es otra que la dominadora de un gentío, adiestrado en esparcir la confusión y en venderse a don dinero.

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