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El bebé de Bescansa y escaños que huelen a pañal sucio

Julio Ortega Fraile
miércoles, 13 de enero de 2016, 23:46 h (CET)
Dicen en algunos mentideros que detrás de la Operación Armada estaba el anterior monarca de España, que Juan Carlos I era el elefante blanco de aquello que conocemos como el 23F, así que tal vez el hoy Rey emérito metió a Antonio Tejero y a sus secuaces aquel lunes en el Congreso de los Diputados.

El actual Ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, dice que atendió personalmente al imputado por el Caso Bankia Rodrigo Rato porque “era su deber” y que no es “éticamente reprochable”. Así que quien ocupa tan alta cartera metió en su despacho al incriminado en uno de los más sonados casos de corrupción.

Más de tres millones de personas se manifestaron en toda España el 15 de febrero de 2003 para pedir que nuestro País no participara en la invasión de Irak. Aznar, al que se le puso dura (la tozudez) en Las Azores, despreció aquel grito de los ciudadanos y excusándose en una mentira nos metió dentro una guerra que llenó de cadáveres el lugar donde ocurrió y los lugares donde unos políticos la fraguaron.

El 13 de noviembre de 2002 el buque Prestige sufrió un accidente. Cargado con 77000 toneladas de fuelóleo se partió seis días después en dos derramando su contenido. Los técnicos recomendaban llevarlo a un puerto pero los políticos implicados, Álvarez Cascos, Rajoy y Aznar entre ellos, no les hicieron caso y lo metieron mar adentro con la intención de alejarlo, provocando así la mayor marea negra de la historia.

Metieron a corruptos en sus listas electorales.

Metieron dinero público en los bancos (rescate).

Metieron la reforma laboral con reducción de las indemnizaciones por despido improcedente y la ampliación de causas de despido objetivo.

Metieron la reducción en las pensiones.

Metieron minoraciones en el presupuesto contra la violencia de género.

Metieron un plan de privatizaciones en empresas de servicios esenciales.

Metieron el copago y recortes en sanidad.

Metieron la Lomce y tijeretazos en educación.

Metieron dinero en la tauromaquia.

Metieron el repago y la subida de tasas en Justicia.

Metieron la Ley Mordaza para poder meter multas o en la cárcel a los que les molestan.

Metieron una subida de 8% al 21% en el IVA cultural.

Metieron una merma de más del 60% en ayudas al desarrollo.

Metieron el olvido y el menosprecio en las familias con dependientes a su cargo y en los amenazados de desahucio.

Metieron a toda prisa una reforma constitucional para meter por vía de urgencia la inmunidad del Rey saliente.

Metieron y nos la metieron doblada los mismitos que hoy se escandalizan porque Carolina Bescansa metió a su bebé en el Congreso.

Por cierto, que no impidieron que ese mismo día se metiese en el hemiciclo el diputado imputado Pedro Gómez de la Serna y se sentase en el banco del Partido Popular.

Hay escaños que huelen mucho peor que pañales usados.

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El pesimismo suele llenarlo todo, y la preocupación se palpa en el ambiente. La palabra «crisis» (económica, moral, educativa, cultural, ética, social...) monopoliza todas y cada una de las conversaciones que se llevan a cabo a lo largo y ancho de este país. Con este comienzo, lo más normal es que los lectores piensen que les quiero agobiar, pero ni mucho menos es esa mi intención.

El impuesto a los beneficios extraordinarios e ingentes de la banca es una cuestión de justicia social en España y en cualquier país del mundo. La justificación económica de lo que se recauda, por parte de Hacienda o del sistema de impuestos responde a la necesidad de gravar los excesos de rentabilidad bancaria.

Aunque el tema de la pederastia y el papel de la mujer en la iglesia son dos de las tareas pendientes del catolicismo mundial de las que León XIV no es ajeno, como así se ha querido en las primeras críticas, creo que hay muchas más luces que sombras en la perspectiva de esperanza que puede aportar Robert Prevost Martínez de cara a la ineludible renovación eclesial en la línea pedida por el Vaticano II. Ante la acusación de encubrir a 2 sacerdotes de su diócesis de Chiclayo tengo que desmentir el primer bulo que ya corre contra él, ya que León XIV no sólo no encubrió la pederastia sino que se mojó y llegó a influir en Francisco para la disolución de esa poderosa organización ultra católica peruana, llamada “sodalicio”, fundada en 1971 y que tras décadas de abusos acató su disolución y pidió perdón.

 
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