A escasas horas de que el cardenal Robert Francis Prevost Martínez, nombrado por Francisco, haya sido elegido como su sucesor -en la cuarta votación del este cónclave- y que haya tomado el nombre de León XIV, escribo estas apresuradas notas, no exento de una prudente esperanza. Aun así, y aun en esquema, adelanto estas 10 pistas que explicarían esta primera valoración positiva o por qué podemos estar relativamente contentos:
1. “Una paz desarmada y desarmante, humilde y perseverante” es la primera reflexión pública de León XIV con la que inicia su primer discurso desde el balcón de la Basílica de San Pedro en Roma y que, curiosamente casi ningún medio de comunicación ha destacado. Un enérgico llamado a la Paz más que interesante en tiempos de guerras y escalada bélica.
2. Me gusta también su opción preferencial por los pobres y, especialmente por las personas inmigrantes. No en vano ya se enfrentó a Trump precisamente por este tema. Tanto Francisco como León XIV defendían “una Iglesia pobre, que camina con los pobres, que sirve a los pobres”.
3. Muy probablemente esa opción le viene de su gran conocimiento de las comunidades cristianas de base y de la teología de la liberación, tan denostadas por Benedicto XVI y la iglesia institución. Sus 40 años en Perú desde una Iglesia periférica, confrontada con la pobreza y la desigualdad no sólo le hicieron nacionalizarse peruano sino que obviamente debieron marcarle personal y pastoralmente hacia una perspectiva sobre su misión social de la Iglesia.
4. León XIV tiene una gran preocupación por el tema ecológico y el Cambio Climático ya que ha estado muy en contacto con los pueblos de la Amazonía peruana. Firme defensor de la casa común, retoma con más vigor si cabe, el legado de Francisco, quien en su encíclica ‘Laudato Si’ avisó sobre la gravedad del cambio climático. Hace unos meses decía: “el dominio sobre la naturaleza no debe ser tiránico, sino una forma de reciprocidad sagrada (…) la ecología no es un asunto opcional, sino un imperativo moral para los creyentes del siglo XXI”.
5. Aunque habrá que ver por dónde sale esta declaración de intenciones, León XIV habla de dialogo destacando la urgencia de tender puentes entre culturas, religiones y pueblos. “Ayudadnos también a construir puentes con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un único pueblo siempre en paz”.
6. Habló también en su primer discurso del proceso de sinodalidad que, como sabemos viene del griego caminar juntos y es otra característica que ha marcado León XIV. Por ello, nos invitó a caminar juntos, con humildad, hacia una comunidad más fraterna, escuchando al prójimo y sirviendo con amor. Una Iglesia sinodal, más abierta al diálogo y la participación y más guiada por el Espíritu.
7. Amigo de Francisco, con quien trabajaba codo a codo (dicen todos los sábados por la mañana se reunía 3 y 4 horas con él), Prevost Martínez (así con el segundo apellido español ya que su madre fue hija de emigrantes españoles) fue seguramente el sucesor que Francisco hubiera deseado como próximo Papa (un aparente triunfo póstumo más de Francisco). Es de esperar que León XIV sea el continuador de la línea aperturista de Francisco desarrollando su pensamiento político, económico, social y ecológico y, superándolo en el abordaje de la necesaria democratización de la Iglesia.
8. Su gratitud a Francisco por haber sido nombrado para 6 dicasterios, entre los cuales destacaba el de la elección de Obispos, en el que podía conocer y ayudar a nombrar a los cardenales futuros; una baza que puede hablar de una larga permanencia al haber sido elegido por la mayoría del colegio cardenalicio que bien conocía y le conocía.
9. El nombre elegido no es baladí (nos da una pista de que la defensa de los derechos de la clase trabajadora sea una de las prioridades de su pontificado) ya que León XIII, fue el Papa que con su Rerum Novarum (y 50 años después, Pío XI, con su Quadragesimo anno) inaugura la línea de pensamiento social cristiano, la llamada «doctrina social de la iglesia«. Con la promulgación en 1891 de la Encíclica Rerum Novarum (en latín: «De las cosas nuevas» o «De los cambios políticos») se prioriza la cuestión social, como una de las principales preocupaciones de los católicos que tuvo profundos efectos políticos.
10. Aunque el tema de la pederastia y el papel de la mujer en la iglesia son dos de las tareas pendientes del catolicismo mundial de las que León XIV no es ajeno, como así se ha querido en las primeras críticas, creo que hay muchas más luces que sombras en la perspectiva de esperanza que puede aportar Robert Prevost Martínez de cara a la ineludible renovación eclesial en la línea pedida por el Vaticano II.
Ante la acusación de encubrir a 2 sacerdotes de su diócesis de Chiclayo tengo que desmentir el primer bulo que ya corre contra él, ya que León XIV no sólo no encubrió la pederastia sino que se mojó y llegó a influir en Francisco para la disolución de esa poderosa organización ultra católica peruana, llamada “sodalicio”, fundada en 1971 y que tras décadas de abusos acató su disolución y pidió perdón.
No queremos terminar esta apresurada valoración sin recordar los retos que deberían resolverse con León XIV, en el interior de la iglesia donde hace falta mucha más democracia interna y que resumiría en:
Ante la crisis provocada por los casos de pederastia, tolerancia cero. No solo hay que pedir perdón. Basta ya de encubrimientos.
Ante el papel de la mujer en la Iglesia no sirven más excusas. Es imprescindible, incluso por su propio beneficio, la participación igualitaria de las mujeres y de todos los bautizados, sin exclusiones por género, orientación sexual o condición social, tal como ocurría entre los primeros seguidores de Jesús.
Expresamente hay que incorporar los derechos de los colectivos LGTBi+ para que puedan vivirlos como lo que son, derechos.
Ante el celibato opcional de los clérigos urge la permisión del matrimonio para quien lo quiera, eso sí, erradicando esa persistencia de actitudes clericalistas dominante.
Ante la falta de apertura al diálogo ecuménico e interreligioso. Aplicarse sus propias palabras, más allá incluso de lo de tender puentes.
Ante la perversión de la aconfesionalidad del Estado es preciso que la Iglesia reconozca y respete la laicidad y libertad de conciencia, la cual es necesaria para una buena convivencia donde la fe sea germen de libertad y servicio y no una imposición, ni en la esfera pública, ni sobre las conciencias individuales.
Ojalá que, igual que León Magno (León I) paró a Atila y le convenció para que no marchara sobre Roma, León XIV pare a los nuevos “atilas” de las ultraderechas varias (como ya fue capaz de enfrentar al mismo Donald Trump con el tema de la inmigración) y las de las dictaduras.
(*) Luis Ángel Aguilar Montero es secretario estatal de las Comunidades Cristianas Populares, miembro de Redes Cristianas y autor de LA TERCA UTOPÍA https://latercautopia.com/
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