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Qué suerte es levantarte cada día,
sabiendo que el Señor nos guía y ama,
y que Su amor, sin límites, nos llama
para encontrarnos en la Eucaristía.
Dichoso aquél que en el Señor confía,
y con fervor Su protección reclama,
pues sentirá que el alma se le inflama
al disfrutar tan dulce compañía.
Si algún día te invade un gran temor,
en lugar de buscar otro cobijo;
¡refúgiate en la Casa del Señor!
Donde hallarás un sitio acogedor,
lleno de paz, consuelo y regocijo
porque allí está, ¡la Fuente del Amor!
A Mercedes Isabel: A mi edad, me pregunto, sin pretender escribir los versos mas triste esta tarde. Como olvidarte, flor de mi vida. Desventurado sería, no haberte tenido.
El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.
Resulta admirable encontrarse con un libro que guarda sus raíces en la investigación académica y en la fusión de las pasiones por la tradición oral y la ilustración. La cantidad de datos, citas, reflexiones minuciosas, relatos, trazos y nombres aparecen de una manera tan acertada, que en conjunto configuran ese terreno seguro donde entregarnos confiadamente a la lectura.
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