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Las lenguas mueren, pero una cosa es el languidecimiento por falta de uso y otra el vil asesinato que se está perpetrando por aportación de barbarismos

Invasión de anglicismos

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Las lenguas, los idiomas, son cuerpos vivos, nacen, crecen, se desarrollan, reproducen y mueren. Ejemplo de ello tenemos en nuestro bello Español que, desde que dio sus primeros vagidos con las moaxajas y jarchas o el espléndido Cantar del Mio Cid, hasta hoy, ha evolucionado de manera tal que a cualquier hispanohablante le cuesta entender bien algo que esté escrito cuando estos se compusieron.


¿El español de los siglos X u XI, es Castellano? Tanto como el que hablamos hoy día, pero que, con el transcurrir del tiempo, ha crecido, se desarrollado y reproducido y hoy tenemos la orgullosa satisfacción de que es hablado por, aproximadamente, seiscientos millones de personas en todo el mundo. Unos como lengua, materna y otros como idioma necesario adquirido.


Los últimos estudios van a más e indican que seguramente las composiciones mencionadas fueron los antecedentes de la poesía trovadoresca, y los primeros poemas de la literatura europea. Es por eso por lo que sabemos y aceptamos que estos brevísimos poemas de carácter amatorio son anteriores a los ejemplos de cantares de gesta más antiguos que o bien conservamos o bien nos ha llegado su referencia a través de la historiografía. Los nombres de Yosef el Escriba (que debió vivir en la primera mitad del siglo XI) y de Judá Ha-Leví o Moshé ben Ezra son anteriores a ese Pere Abat (¿copista o poeta?) que firma el Cantar del Mío Cid.


Español, castellano ¿qué más da? Lengua nacida del Latín como otras tantas europeas, y que para mí es simplemente un dialecto de esa lengua madre. ¿El latín, con tan bellas y espléndidas hijas muerto? Con seguridad que no, aparte de sus descendientes, aún hoy hay estudiosos que lo cultivan, lo estudian, lo hablan en pequeños cenáculos, y desean mantenerlo vivo.


Así se lo mostraba a mis alumnos cuando iniciaba las enseñanzas latinas. Les decía que ya sabían Latín y poco tenían que aprender. Ante su extrañeza les escribía en el encerado la siguiente frase. María q(c)uando tu cantabas orabas. Idéntica expresión latina, y castellana. Se quedaban perplejos y atónitos, pues entendían que lo que hablamos es un latín modificado por el transcurrir del tiempo y las aportaciones que los pueblos que se han asentado en nuestra España nos han legado.


He dicho que las lenguas mueren, pero una cosa es el languidecimiento por falta de uso y otra el vil asesinato que se está perpetrando por aportación de barbarismos, especialmente anglicismos, cuando exista una palabra hispana que no es necesario sustituir por otra extraña, v.g.: parking, vez de aparcamiento, stop, en lugar de pare (en ciertos países suramericanos se usa pare), marketing, por mercadotecnia, sándwiches, y no bocadillos. Así casi hasta el infinito.


No soy un trasnochado chovinista. Entiendo que si una palabra tal como guerra, no existía en español y nos la aportaron los visigodos, hay que incorporarla a nuestro hablar cotidiano. Lo mismo que cualquiera otra de distinto idioma que no tengamos. Bienvenida sea.


¿Quién es el responsable de tamaño desatino y lento crimen de nuestra lengua, única para hablar con Dios, según el Emperador Carlos? Los adeptos a la religión con más seguidores en el mundo que no es el cristianismo ni el islamismo, como alguien puede pensar. Es el PAPANATISMO .


Basta con que cualquier indocumentado, o deficiente intelectual en un momento de insana estupidez, use una palabra inglesa en lugar de una hispana por no molestarse en buscar su equivalente a ella, para que inmediatamente todos los papanatas, especialmente los españoles, comiencen a repetirla como si hubiesen descubierto el Mediterráneo.


Son los políticos, muchos de ellos minusválidos culturales, los periodistas y responsables de la prensa canallesca los que poco a poco están minando los cimientos de nuestro sin par idioma, sustituyendo sus vocablos por otros espurios, sin raigambre en nuestra forma de hablar.

Invasión de anglicismos

Las lenguas mueren, pero una cosa es el languidecimiento por falta de uso y otra el vil asesinato que se está perpetrando por aportación de barbarismos
Manuel Villegas
lunes, 10 de octubre de 2022, 10:08 h (CET)

Las lenguas, los idiomas, son cuerpos vivos, nacen, crecen, se desarrollan, reproducen y mueren. Ejemplo de ello tenemos en nuestro bello Español que, desde que dio sus primeros vagidos con las moaxajas y jarchas o el espléndido Cantar del Mio Cid, hasta hoy, ha evolucionado de manera tal que a cualquier hispanohablante le cuesta entender bien algo que esté escrito cuando estos se compusieron.


¿El español de los siglos X u XI, es Castellano? Tanto como el que hablamos hoy día, pero que, con el transcurrir del tiempo, ha crecido, se desarrollado y reproducido y hoy tenemos la orgullosa satisfacción de que es hablado por, aproximadamente, seiscientos millones de personas en todo el mundo. Unos como lengua, materna y otros como idioma necesario adquirido.


Los últimos estudios van a más e indican que seguramente las composiciones mencionadas fueron los antecedentes de la poesía trovadoresca, y los primeros poemas de la literatura europea. Es por eso por lo que sabemos y aceptamos que estos brevísimos poemas de carácter amatorio son anteriores a los ejemplos de cantares de gesta más antiguos que o bien conservamos o bien nos ha llegado su referencia a través de la historiografía. Los nombres de Yosef el Escriba (que debió vivir en la primera mitad del siglo XI) y de Judá Ha-Leví o Moshé ben Ezra son anteriores a ese Pere Abat (¿copista o poeta?) que firma el Cantar del Mío Cid.


Español, castellano ¿qué más da? Lengua nacida del Latín como otras tantas europeas, y que para mí es simplemente un dialecto de esa lengua madre. ¿El latín, con tan bellas y espléndidas hijas muerto? Con seguridad que no, aparte de sus descendientes, aún hoy hay estudiosos que lo cultivan, lo estudian, lo hablan en pequeños cenáculos, y desean mantenerlo vivo.


Así se lo mostraba a mis alumnos cuando iniciaba las enseñanzas latinas. Les decía que ya sabían Latín y poco tenían que aprender. Ante su extrañeza les escribía en el encerado la siguiente frase. María q(c)uando tu cantabas orabas. Idéntica expresión latina, y castellana. Se quedaban perplejos y atónitos, pues entendían que lo que hablamos es un latín modificado por el transcurrir del tiempo y las aportaciones que los pueblos que se han asentado en nuestra España nos han legado.


He dicho que las lenguas mueren, pero una cosa es el languidecimiento por falta de uso y otra el vil asesinato que se está perpetrando por aportación de barbarismos, especialmente anglicismos, cuando exista una palabra hispana que no es necesario sustituir por otra extraña, v.g.: parking, vez de aparcamiento, stop, en lugar de pare (en ciertos países suramericanos se usa pare), marketing, por mercadotecnia, sándwiches, y no bocadillos. Así casi hasta el infinito.


No soy un trasnochado chovinista. Entiendo que si una palabra tal como guerra, no existía en español y nos la aportaron los visigodos, hay que incorporarla a nuestro hablar cotidiano. Lo mismo que cualquiera otra de distinto idioma que no tengamos. Bienvenida sea.


¿Quién es el responsable de tamaño desatino y lento crimen de nuestra lengua, única para hablar con Dios, según el Emperador Carlos? Los adeptos a la religión con más seguidores en el mundo que no es el cristianismo ni el islamismo, como alguien puede pensar. Es el PAPANATISMO .


Basta con que cualquier indocumentado, o deficiente intelectual en un momento de insana estupidez, use una palabra inglesa en lugar de una hispana por no molestarse en buscar su equivalente a ella, para que inmediatamente todos los papanatas, especialmente los españoles, comiencen a repetirla como si hubiesen descubierto el Mediterráneo.


Son los políticos, muchos de ellos minusválidos culturales, los periodistas y responsables de la prensa canallesca los que poco a poco están minando los cimientos de nuestro sin par idioma, sustituyendo sus vocablos por otros espurios, sin raigambre en nuestra forma de hablar.

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