En Ucrania, en estos momentos, están los intereses y hasta el futuro de los países limítrofes con Rusia, y de toda Europa. La chispa puede extenderse, por la locura megalómana de Putin. Falta por ver la reacción de los ciudadanos rusos. Ya han salido del país familias y reservistas que podían ser llamados a filas. Los rusos que viven en España han recibido la noticia de la movilización con gran inquietud, pues tienen hermanos que están en esa lista, en definitiva que saben que supone una extensión y agravamiento de la guerra. A la hora de movilizar, Rusia no movilizará a muchos que vivan en grandes ciudades, como es el caso de Moscú, sino de zonas alejadas, con poca influencia social y cultural. Todo reservista de Moscú movilizado es un altavoz, una caja de resonancia para que los periodistas extranjeros recojan reacciones y posibles insurrecciones. En una dictadura como Rusia se calla o se acalla, pero nadie sabe hasta cuándo.
En términos geopolíticos, China, que firmó con Rusia un tratado de respeto mutuo unos días antes del inicio de la invasión de Ucrania, se frota las manos con esta guerra en Europa. Europa se desangra y desgasta económicamente, y China sigue su crecimiento imparable. China utiliza a Rusia, sus deseos de volver a ser una potencia, algo parecido a un imperio de lo que fue: es el instrumento ideal para China.
Putin sigue con su locura. El final no sé si será por una derrota militar o porque internamente en Rusia le obliguen a firmar la paz. Lo que se repite, una y otra vez, de que hay que lograr una paz que no sea humillante para Rusia, una “salida airosa”, es cada vez más difícil, por la crueldad de Putin. Rusia sabe el temor al botón nuclear. Claro que existe ese temor, porque un loco es capaz de todo. Sin embargo, en ese hipotético escenario, cualquiera ve que Rusia saldría perdiendo, que no sería ganadora de nada. Amenaza permanente, posible en un loco, pero hasta un loco puede entender que la devastación general no sería una victoria.
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