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De tanto excluir a los demás, se generan verdaderos monstruos

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Aunque no siempre lo parezca, porque enfrente se nos presentan las mismas caras de manera machacona, son muchos los individuos presentes en el mundo en un determinado momento, ocurría antes y esa presencia se incrementa, al menos en cuanto al número. Es un hecho incontrovertible. Tal evidencia no requiere demostraciones, es una PLURALIDAD constitutiva, quedando por ver como la aceptamos y si la comprendemos a continuación. A pesar de la contundencia de esta realidad, detectamos con sorpresa ejemplos cotidianos de sujetos con actitudes reñidas con esa idea, no sólo respondones, sino abducidos a comportamientos agresivos en su contra.


Más allá de la presencia física, como ocurre con el resto de los seres vivos, en el caso de los seres humanos disponemos de la enorme riqueza de cuantas expresiones tengamos a bien ejecutar; con ellas la multiplicidad representa una dinámica ebullición de límites desconocidos. Estamos ante una expansión de dimensiones inusitadas abocada al incremento de la diversidad. Configuramos una espléndida paradoja al formar parte de ese extenso conjunto en el cual se visualizan con preferencia las PARTICULARIDADES de sus componentes. En ese fondo resulta descollante el perfil de las actividades burbujeantes, enriquecidas de variados movimientos y toda clase de matices.


Suelen encandilarnos con afirmaciones favorables sin parar mientes en su verosimilitud; somos los seres centrales del mundo, el resto está sometido a esa inteligencia, y cosas así. Sin embargo, enseguida surge la tersa realidad presta a imponer sus criterios sin dar facilidades. Aquella sucesiva presencia de individuos encuentra un panorama plagado de contraposiciones inevitables y de diversa consistencia; pero suelen centrarse en una DOBLE otredad. La múltiple confluencia de otras personas y ese enorme campo de lo desconocido, el misterio provocador de la incertidumbre persistente. La idea de ser el centro se diluye por horizontes indeterminados, nos vemos abocados a la intranquilidad.


A lo largo de la vida percibimos una serie de comportamientos curiosos, por lo contradictorios e incluso por sus efectos perturbadores; habrá quien considere a las alteraciones perturbadoras como simples estímulos necesarios. Junto al desdén dedicado a cuantas realidades están en los alrededores, personas o cosas; pretendemos en ocasiones no hacer caso de las cuestiones desconocidas, como si no existieran. No contentos con los desplantes hacia lo ajeno, provocamos la ofuscación de los demás con los OCULTAMIENTOS interesados; en una especie de dominación falseada de las sombras. No importa la falsedad mientras los demás no detecten las maniobras, las ejecutamos con diferentes pretextos y finalidades.


El dinamismo bullicioso de las actividades humanas es una fuente constante de diversificación. Quizá no deberíamos sorprendernos a estas alturas de esa divergencia ocupacional provocadora de las más dispares andanzas. Reiteradas por la costumbre, las peculiares actuaciones individuales o colectivas, acaparan las imágenes exteriores; sobreviene la consecuencia lógica, esconden muchos otros aspectos importantes de las personas afectadas. Percibimos apenas un sector de la realidad. Creadores y prójimos en general, colaboramos para situarnos como EXTRAÑOS convivientes; al menor descuido, esa tendencia separadora deriva en no pocas ocasiones en enemistades radicales cuyos peligros son evidentes.


La crispación conducente a los enfrentamientos acapara las expresiones habituales; se aprecia en los numerosos episodios del ajetreo cotidiano. Sus chispazos afectan a las relaciones surgidas en pequeños núcleos de personas, incluso domésticos o profesionales. También se detectan en aglomeraciones. A la hora de establecer las valoraciones pertinentes en busca de los posibles equilibrios, observamos un progresivo alejamiento de los razonamientos bien argumentados. La POLARIZACIÓN arrincona a cada posicionamiento en sus feudos sin avizorar arreglos; se pronuncian terminantes, como apóstoles o herejes nada acogedores para el entendimiento. Caemos en el absolutismo de las discrepancias enajenadas.


Precisamente cuando un sinfín de posibilidades para ampliar conocimientos se nos ponen por delante, comprobamos como las desaprovechamos. O mejor dicho, sacamos buenos réditos de ellas en los sectores impersonales tecno-científicos, con los más insospechados avances. Sin embargo, de manera simultánea, se practica el silenciamiento sibilino de personas e ideas, establecemos fronteras lingüísticas, ideológicas, económicas; con denodado radicalismo de rango agresivo y totalitario. En dicha parafernalia tendenciosa abundan las proclamaciones rotundas, pero en FALSO. Lo de menos es su base argumentativa verosímil. El servilismo sectario se expresa como auténtico ejercicio prioritario.


Cuando uno intenta penetrar en los vericuetos de los diversos conocimientos, descubre de inmediato que no todo depende de sus habilidades y esfuerzos; los posibles hallazgos no están expuestos a disposición de cualquiera. Una seria dificultad radica en la desigual capacidad perceptiva de las personas, no todos detectan lo mismo, con diferencias asombrosas. Se incrementan las divergencias cuando surgen los agentes intermediarios de apoyo a través de publicaciones o emisiones; en especial porque se constituyen en un peligroso IMPERIALISMO mediático con afanes dominadores. Sus aportaciones ya nacen con ínfulas excluyentes, aniquiladoras de quienes no asuman sus directrices; recurren a corruptelas inusitadas.


Si será por pereza, simple ingenuidad, imbecilidad crónica o por intencionalidades maliciosas, eso nunca acabaremos de precisarlo; ahora bien, las diferentes ramificaciones de las preferencias sociales desdeñan la realidad comunitaria en la cual estamos incluidos. La labor integradora escasea de manera alarmante; son otras las fuerzas sacadas a relucir por las agrupaciones empoderadas. Olvidado aquello de contar con el resto de personas, las utilizan para el logro de objetivos sectarios, es su única razón. Actúan a base de una síntesis APILADORA acumulando elementos serviles valorados al peso. No valen argumentaciones disuasorias, aplican métodos variados apoyados por una cultura disgregadora y con aplausos generalizados.


Hasta cierto punto son comprensibles esas actitudes generalizadas de grillos enjaulados sin horizontes. A la fuerza, no pasamos de sujetos CAVERNARIOS caracterizados por las limitaciones y la incertidumbre. Los impulsos espontáneos ocupan los primeros planos en busca de luz en las rendijas o del calor de algún acompañamiento. Incluso las luces aportan falsas informaciones porque se desconocen sus fundamentos.


El ruido foráneo está tan despistado como el reconcomio de los interiores. De ahí que resulte tan fuera de lugar ese extendido talante EXCLUYENTE, de gran predicamento en esta modernidad donde demasiados iluminados ofuscados pretenden ser ejemplarizantes. En efecto, destaca sobre todo el desprecio dedicado a las opciones integradoras. El dilema es acuciante, dilucidarlo es un imperativo insoslayable.

Excluyentes

De tanto excluir a los demás, se generan verdaderos monstruos
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 30 de septiembre de 2022, 09:55 h (CET)

Aunque no siempre lo parezca, porque enfrente se nos presentan las mismas caras de manera machacona, son muchos los individuos presentes en el mundo en un determinado momento, ocurría antes y esa presencia se incrementa, al menos en cuanto al número. Es un hecho incontrovertible. Tal evidencia no requiere demostraciones, es una PLURALIDAD constitutiva, quedando por ver como la aceptamos y si la comprendemos a continuación. A pesar de la contundencia de esta realidad, detectamos con sorpresa ejemplos cotidianos de sujetos con actitudes reñidas con esa idea, no sólo respondones, sino abducidos a comportamientos agresivos en su contra.


Más allá de la presencia física, como ocurre con el resto de los seres vivos, en el caso de los seres humanos disponemos de la enorme riqueza de cuantas expresiones tengamos a bien ejecutar; con ellas la multiplicidad representa una dinámica ebullición de límites desconocidos. Estamos ante una expansión de dimensiones inusitadas abocada al incremento de la diversidad. Configuramos una espléndida paradoja al formar parte de ese extenso conjunto en el cual se visualizan con preferencia las PARTICULARIDADES de sus componentes. En ese fondo resulta descollante el perfil de las actividades burbujeantes, enriquecidas de variados movimientos y toda clase de matices.


Suelen encandilarnos con afirmaciones favorables sin parar mientes en su verosimilitud; somos los seres centrales del mundo, el resto está sometido a esa inteligencia, y cosas así. Sin embargo, enseguida surge la tersa realidad presta a imponer sus criterios sin dar facilidades. Aquella sucesiva presencia de individuos encuentra un panorama plagado de contraposiciones inevitables y de diversa consistencia; pero suelen centrarse en una DOBLE otredad. La múltiple confluencia de otras personas y ese enorme campo de lo desconocido, el misterio provocador de la incertidumbre persistente. La idea de ser el centro se diluye por horizontes indeterminados, nos vemos abocados a la intranquilidad.


A lo largo de la vida percibimos una serie de comportamientos curiosos, por lo contradictorios e incluso por sus efectos perturbadores; habrá quien considere a las alteraciones perturbadoras como simples estímulos necesarios. Junto al desdén dedicado a cuantas realidades están en los alrededores, personas o cosas; pretendemos en ocasiones no hacer caso de las cuestiones desconocidas, como si no existieran. No contentos con los desplantes hacia lo ajeno, provocamos la ofuscación de los demás con los OCULTAMIENTOS interesados; en una especie de dominación falseada de las sombras. No importa la falsedad mientras los demás no detecten las maniobras, las ejecutamos con diferentes pretextos y finalidades.


El dinamismo bullicioso de las actividades humanas es una fuente constante de diversificación. Quizá no deberíamos sorprendernos a estas alturas de esa divergencia ocupacional provocadora de las más dispares andanzas. Reiteradas por la costumbre, las peculiares actuaciones individuales o colectivas, acaparan las imágenes exteriores; sobreviene la consecuencia lógica, esconden muchos otros aspectos importantes de las personas afectadas. Percibimos apenas un sector de la realidad. Creadores y prójimos en general, colaboramos para situarnos como EXTRAÑOS convivientes; al menor descuido, esa tendencia separadora deriva en no pocas ocasiones en enemistades radicales cuyos peligros son evidentes.


La crispación conducente a los enfrentamientos acapara las expresiones habituales; se aprecia en los numerosos episodios del ajetreo cotidiano. Sus chispazos afectan a las relaciones surgidas en pequeños núcleos de personas, incluso domésticos o profesionales. También se detectan en aglomeraciones. A la hora de establecer las valoraciones pertinentes en busca de los posibles equilibrios, observamos un progresivo alejamiento de los razonamientos bien argumentados. La POLARIZACIÓN arrincona a cada posicionamiento en sus feudos sin avizorar arreglos; se pronuncian terminantes, como apóstoles o herejes nada acogedores para el entendimiento. Caemos en el absolutismo de las discrepancias enajenadas.


Precisamente cuando un sinfín de posibilidades para ampliar conocimientos se nos ponen por delante, comprobamos como las desaprovechamos. O mejor dicho, sacamos buenos réditos de ellas en los sectores impersonales tecno-científicos, con los más insospechados avances. Sin embargo, de manera simultánea, se practica el silenciamiento sibilino de personas e ideas, establecemos fronteras lingüísticas, ideológicas, económicas; con denodado radicalismo de rango agresivo y totalitario. En dicha parafernalia tendenciosa abundan las proclamaciones rotundas, pero en FALSO. Lo de menos es su base argumentativa verosímil. El servilismo sectario se expresa como auténtico ejercicio prioritario.


Cuando uno intenta penetrar en los vericuetos de los diversos conocimientos, descubre de inmediato que no todo depende de sus habilidades y esfuerzos; los posibles hallazgos no están expuestos a disposición de cualquiera. Una seria dificultad radica en la desigual capacidad perceptiva de las personas, no todos detectan lo mismo, con diferencias asombrosas. Se incrementan las divergencias cuando surgen los agentes intermediarios de apoyo a través de publicaciones o emisiones; en especial porque se constituyen en un peligroso IMPERIALISMO mediático con afanes dominadores. Sus aportaciones ya nacen con ínfulas excluyentes, aniquiladoras de quienes no asuman sus directrices; recurren a corruptelas inusitadas.


Si será por pereza, simple ingenuidad, imbecilidad crónica o por intencionalidades maliciosas, eso nunca acabaremos de precisarlo; ahora bien, las diferentes ramificaciones de las preferencias sociales desdeñan la realidad comunitaria en la cual estamos incluidos. La labor integradora escasea de manera alarmante; son otras las fuerzas sacadas a relucir por las agrupaciones empoderadas. Olvidado aquello de contar con el resto de personas, las utilizan para el logro de objetivos sectarios, es su única razón. Actúan a base de una síntesis APILADORA acumulando elementos serviles valorados al peso. No valen argumentaciones disuasorias, aplican métodos variados apoyados por una cultura disgregadora y con aplausos generalizados.


Hasta cierto punto son comprensibles esas actitudes generalizadas de grillos enjaulados sin horizontes. A la fuerza, no pasamos de sujetos CAVERNARIOS caracterizados por las limitaciones y la incertidumbre. Los impulsos espontáneos ocupan los primeros planos en busca de luz en las rendijas o del calor de algún acompañamiento. Incluso las luces aportan falsas informaciones porque se desconocen sus fundamentos.


El ruido foráneo está tan despistado como el reconcomio de los interiores. De ahí que resulte tan fuera de lugar ese extendido talante EXCLUYENTE, de gran predicamento en esta modernidad donde demasiados iluminados ofuscados pretenden ser ejemplarizantes. En efecto, destaca sobre todo el desprecio dedicado a las opciones integradoras. El dilema es acuciante, dilucidarlo es un imperativo insoslayable.

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Utilizar al Rey como actor forzado en la escena final de su opereta y ni siquiera anunciar una moción de confianza prueban que este hombre buscaba - sin mucho éxito - provocar a los malos, al enemigo, a los periodistas y tertulianos que forman parte de ese imaginario contubernio fascista que le quiere desalojar del poder.

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