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Vida no decidida, dirección no escogida, esperando el destino, ir de aquí para allá, no saber a que atenerse ni donde detenerse, donde anclar o aterrizar, porque nada se sabe, todo se hace poco a poco, todo va despacio y hay que aprender a tener paciencia.
Cuando lleguemos allá seremos viejos y diremos, ¿por qué nos habremos desesperado tanto, si total, el llegar se tomó el tiempo que le vino bien y no le importó nuestros sentimientos?... Pero esto se aprende de viejos cuando ya no hay marcha atrás, de momento estamos aquí, a ver que hay más allá.
A Mercedes Isabel: A mi edad, me pregunto, sin pretender escribir los versos mas triste esta tarde. Como olvidarte, flor de mi vida. Desventurado sería, no haberte tenido.
El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.
Resulta admirable encontrarse con un libro que guarda sus raíces en la investigación académica y en la fusión de las pasiones por la tradición oral y la ilustración. La cantidad de datos, citas, reflexiones minuciosas, relatos, trazos y nombres aparecen de una manera tan acertada, que en conjunto configuran ese terreno seguro donde entregarnos confiadamente a la lectura.
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