Las guerras en la zona de los Balcanes que marcaron la Europa de los 90 no se cerraron debidamente. Las tensiones étnicas y las reivindicaciones nacionalistas siguen enquistadas. Albanos y Kosovares no han limado sus diferencias y la independencia de Kosovo proclamada en 2007 de manera unilateral es un escollo grave. Serbia no reconoce a Kosovo de la misma manera, aunque por razones distintas, que no lo ha hecho España.
Tampoco lo hace Rusia, aliado tradicional de Serbia que, sin lugar a dudas, no es ajeno a las tensiones entre serbios y kosovares. De hecho, el Kremlin ya ha hecho saber que su respaldo a Serbia es total. La amenaza está servida. Si Kosovo no atiende las llamadas a la prudencia para evitar una escalada, las presiones serbias no se detienen y las fuerzas especiales para Kosovo intervienen, Rusia tendrá el escenario libre para intervenir. El paso siguiente es conocido. Se llama Guerra.
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