Erase que José nació ciego, aunque no lo sabía. Se pasó casi toda la vida tropezando de piedra en piedra, dándose coscorrones y culpando a Dios, a la vida, a sus padres, a los profesores, etc., por ser tan injustos con él. Como pensaba que él no se merecía el trato que recibía, su respuesta ante los contratiempos era de venganza. Y cuanto más se desquitaba de lo que le sucedía, con más obstáculos colisionaba. Quiere decirse que este círculo vicioso ascendente en el que José vivía se confirmaba a sí mismo: cuantos más golpes recibía, más guantazos propinaba y por lo tanto, más porrazos se encontraba…
Realmente, José era digno de compasión porque su vida se estaba convirtiendo en un infierno. Un día le ocurrió algo que le iba a cambiar la vida. Verán: “Sucedió que alguien le desveló la verdad. Ese alguien le reveló que tenía los ojos enfermos y que esa era la razón por la que tropezaba tanto. Le descubrió que el ver no le iba a ahorrar leñazos pues en su camino iba a encontrar con muchos invidentes como él, aunque sí podría cambiar su respuesta ante los mismos y eso le reportaría paz porque comprendería su procedencia.
Entonces, ese alguien le dio una pomada para sus ojos y poco a poco, José, empezó a ver. Y sí, José comprendió que la causa de todos sus males era la ceguera que padecía y de la que no tenía constancia porque nadie le informó de la misma. Y nadie le informó de la misma porque nadie sabía que, aunque poseían sanos los ojos, realmente nadie podía ver".
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