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¡Nadie más con ello sueñe,
pues sirviéndonos de maña,
hemos salvado la eñe
para su uso en España!
¡Qué tacaños los de Roma,
qué ceñidos los ingleses,
qué ñoños con nuestro idioma,
qué maraña de intereses!
Menos mal que nuestro empeño,
por zanjar el desaliño,
nos hizo fruncir el ceño
y apretarnos el corpiño.
Que nadie, pues, se constriña,
por ese leve rasguño,
unidos como una piña
los tenemos en un puño.
Aliados los alcarreños,
con nativos de Santoña,
junto a otros lugareños
lidiamos esa ponzoña.
Al final nos apañamos,
los amantes del terruño,
y, de paso, pergeñamos
un cantar de nuevo cuño:
¡Retornó el añil del cielo,
volvió el hablar como antaño;
podremos decir buñuelo
año, coño y desengaño.
Trinidad Fuentes ha sido apodada como la escritora justiciera desde que, con su novela 'La revelación', se alzó como una escritora de novela negra que, a través de las páginas de sus libros, repartía la justicia que, al mundo, a veces, le falta. Sobre todo, en crímenes contra las mujeres. Ahora vuelve a publicar une novela del género con 'Cuando la niebla duerme', poniendo el foco de nuevo en unas cuantas injusticias a resolver.
Anarquismo no fundacional (Gedisa, 2024), de Tomás Ibáñez, se me antojó, nada más acabar de leerlo del tirón (pues su autor propicia que sea susceptible de ser transitado su luminoso escrito de tal modo), un libro llamado a ser de referencia cuando de acudir a lo que conocemos como anarquismo se trate, pues, no en vano, en poco más de cien páginas Ibáñez logra un tratado que a la vez lo es de teoría y crítica política, de historiografía, de filosofía…
Quedan dos folios y quiero acabar, de letras llenar este universo muerto, quedan sólo dos por escribir, ojalá llegue a algo en mi interior de gata loca. Quiero curar mi dolor agudo en este pecho de golondrina. Deseo lo peor a todos los que me desean lo peor, yo soy del ojo por ojo, yo soy del diente por diente...
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