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Albert Rivera VS Pablo Iglesias

Y yo, pensando en Pepe Mujica
Julio Ortega Fraile
jueves, 22 de octubre de 2015, 06:05 h (CET)
El otro día, Albert Rivera, con su intervención junto a Pablo iglesias, consiguió que me viniese una y otra vez a la cabeza alguien que no estaba en aquel bar, una persona que vive lejos, un presidente que jamás nos gobernó. Y lo echaba de menos con esa añoranza que produce no lo que se ha perdido sino lo que nunca se logrado tener.

Escuchaba al líder de Ciudadanos y me lo imaginaba al frente de España, con su arrogancia, con su pésima educación, con esos ramalazos mal disimulados de xenofobia, capitalismo feroz y desprecio al maltrato animal. Sí, desprecio: “hay que prohibir no sólo en un pueblo”, ¿y eso lo dice el que defendió a capa y espada la continuación de las corridas de toros en Catalunya? Lo veía interrumpir, lo hacía cuando no se le preguntaba y también cuando su oponente decía algo que le podía desmontar el decorado. Lo percibí falso, prepotente, endiosado y no dudo que cuando ocupase la Moncloa lo sería todavía más porque ya no tendría que forzar ese supuesto talante de chico de la calle, humilde y dispuesto a barrer con las desigualdades, la corrupción o el amiguismo. Si el presidente de un banco o un mandatario de la patronal quiere que una formación política gane las elecciones sé desde ese momento, aparte de por otras razones, a qué partido ya no he de votar. Advertí en él todo lo que he dicho pero sobre todo produjo en mí una sensación: la de peligro. Creo que Albert Rivera además de ser el caudillo de un proyecto político cargado de más de lo mismo es un hombre peligroso.

Por eso ayer, Pepe Mujica, pensé tanto en ti. Porque estamos a punto de cambiar de gobierno y tal vez tenía delante a la persona que será el paladín del próximo. Tan distinta de cómo eres tú, con actitud y valores tan diferentes, con ideas tan encontradas, que viendo su chulería yo deseaba tu humildad, sabiendo quiénes desean que gobierne yo recordaba para quienes administraste tú, sus mentiras me hacían anhelar tu discurso limpio y sincero. En sus ojos descubrí ambición e hipocresía y tu mirada, compañero, es la de quien no tiene nada que ocultar. Te eché de menos, sí, pero creo que te echaré todavía mucho más porque España, parece que no aprende.

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