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Imagino aquel juicio falseado,
En manos de un nefasto reyezuelo.
El prefecto, de corazón de hielo,
Poncio Pilato, cruel y desnortado.
Y veo a Jesús, en una Cruz clavado,
Sus ojos suplicantes hacia el Cielo.
Y a sus pies una Madre sin consuelo
Llorando por el Hijo asesinado.
Y después, a Jesús Resucitado,
Gozando con el Padre Celestial
Enel Cielo que Dios ha preparado.
Con la Virgen, su Madre, que, a su lado,
Elevada en un bello pedestal
Nos ofrece su manto inmaculado.
El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.
Resulta admirable encontrarse con un libro que guarda sus raíces en la investigación académica y en la fusión de las pasiones por la tradición oral y la ilustración. La cantidad de datos, citas, reflexiones minuciosas, relatos, trazos y nombres aparecen de una manera tan acertada, que en conjunto configuran ese terreno seguro donde entregarnos confiadamente a la lectura.
En el finísimo camino del hilo casi invisible / la araña desafíala terca gravedad y la engañosa distancia, / el hierro se desgastacon el frotar de la ventana, / casi una imperceptible sinfonía endulza el ambiente / cuando el viento transitaentre las grietas de la madera, / al mismo tiempo, / dos enamorados entregan su saliva el uno al otro / como si fueran enfermos recibiendo una transfusión.
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