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La necedad es una forma de ceguera

Venancio Rodríguez Sanz
Lectores
viernes, 25 de febrero de 2022, 08:17 h (CET)

Los psicólogos han demostrado que tenemos tendencia a ser ciegos ante nuestras propias fallas, mucho más de lo que llegamos a darnos cuenta. Esto explicaría por qué algunas personas incompetentes son tan exasperantes. Y también sirve para inyectar una saludable dosis de humildad a nuestra autoestima. 


En 1999, los investigadores Justin Kruger y David Dunning, de la Universidad de Cornell, en Nueva York, evaluaron si las personas que carecen de ciertas destrezas en un determinado campo son más propensas a no notar esta falta de habilidad que alguien más diestro o hábil para igual labor. Otra investigación confirma que el patrón de "incompetente e inconsciente de mi incompetencia" se replica en situaciones de la vida real, no sólo en pruebas abstractas de laboratorio. 


Por ejemplo, los cazadores más ineptos en el manejo de armas también son los que menos conscientes son de su mal manejo de la herramienta cuando están en situación de cacería; o los médicos que peor trato con el paciente tienen son los más incapaces de reconocer esta carencia en la práctica de consultorio. Incluso, en ocasiones, se aplica a la percepción de la propia imagen física. Sin embargo, aquellos que tienen una habilidad mayor a la media para juzgar eran también más exactos en su autoevaluación.

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Frente a las amenazas del poder, siempre funcionaron los contrapesos. Hacen posible la libertad individual, que es la única real, aunque veces no seamos conscientes de la misma, pues se trata de una condición, como la salud, que solo se valora cuando se pierde. Los tiranos, o aspirantes a serlo, persiguen siempre el objetivo de concentrar todos los poderes. Para evitar que lo logren, están los contrapesos.

Es curioso cuánto se habla de la dignidad personal sin estar plenamente identificados con dicha entidad. En la referencia exclusiva al hecho de haber nacido, como portadores de condiciones esenciales en concreto, aún no habremos intervenido en su configuración. Tiene su miga hablar de esa dignidad, si prescindimos de la valoración de las características básicas de la persona.

La presidenta peruana ha resuelto un aumento salarial del 125%. Si esto se diera, para los que perciben la remuneración mínima vital mensual de S/1,130, implicaría subirla a S/2,542.50. Ciertamente, aún sigue siendo insuficiente, pero mejoraría la calidad de vida de la población y haría que crezca la demanda, el mercado interno y la producción agropecuaria e industrial para el consumo interno. Sin embargo, dicho aumento solo se aplica a la mismísima presidenta.

 
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