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Su mirada ya gris,
sus huesos trabajados,
su colita moviendo
por estar a mi lado.
Ese es mi perro...
Compañero de vida,
confidente de secretos,
consejero de esta cautiva
de sus encantos de perro.
Te quiero, perro,
lucharé por los que son perros,
porque lleven vida digna
y no vida de basurero.
Valen más que muchos hombres
pues dan alegrías y paz,
te entretienen y la vida,
se te pasa dejando en ti
un buen sabor de boca:
...Conocí el amor de un perro,
aquel que no llegué a conocer
en ningún hombre.
-Mil gracias, perro.
A Mercedes Isabel: A mi edad, me pregunto, sin pretender escribir los versos mas triste esta tarde. Como olvidarte, flor de mi vida. Desventurado sería, no haberte tenido.
El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.
Resulta admirable encontrarse con un libro que guarda sus raíces en la investigación académica y en la fusión de las pasiones por la tradición oral y la ilustración. La cantidad de datos, citas, reflexiones minuciosas, relatos, trazos y nombres aparecen de una manera tan acertada, que en conjunto configuran ese terreno seguro donde entregarnos confiadamente a la lectura.
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