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Durante más de 7 años comí en una Facultad de Zaragoza. Cuando cerraron el comedor por la pandemia, empecé a frecuentar un bar que hay frente a ésta. Después de dos años, el comedor de dicha facultad volvió a servir comidas y yo regresé. Por deferencia al camarero, le dije mis intenciones, pero que volvería de vez en cuando. A lo que éste me contestó que no dejara de ir cuando quisiera. Bien, en Navidad cerraron el comedor de la Facultad y volví a comer en el bar.
En estas, salió el cocinero de la cocina, se acercó a mí y me dijo que en un comedor de beneficencia me saldría más barato. Al oír aquello me quedé sin palabras, pero después pensé que estarían pasándolo mal y decidí pasar por alto sus palabras. Después de la Navidad, volví a la Facultad para comer, pero me dijeron que, por temas de sanidad, tenían que cerrar el comedor.
Así que el lunes pasado regresé al bar y al verme el cocinero que además es el hijo del dueño, me dice:” Yo sentiría vergüenza”. A lo que yo le contesté:” ¿Te debo algo? ¿No tengo derecho a ir donde quiera si pago con mi dinero?” No me contestó y se metió en la cocina. Estaba tan indignado, que al terminar de comer le dije al camarero que jamás regresaría a este bar. Mientras regresaba a mi puesto de trabajo, pensé:” Cuántos sudores le costaría al padre levantar el bar y qué fácil le será al hijo hundirlo” ... De corazón espero que el cocinero lea estas líneas; si son publicadas, para que cambie de actitud con los clientes, por el bien suyo y de su familia...
A quienes estamos convencidos de la iniquidad intrínseca de Sánchez, no nos va a confundir la supuesta “carta de amor” de este cateto personaje a su Begoña amada, redactada de su “puño y letra” (con sus tradicionales errores y faltas gramaticales) y exceso de egolatría.
Recuerdo con nostalgia la época en la que uno terminaba sus estudios universitarios y metía de lleno la cabeza en el mundo laboral. Ya no había marchas atrás. Se terminaron para siempre esos años de universitario, nunca más ya repetibles. Las conversaciones sobre cultura, sobre política, sobre música. Los exámenes, los espacios de relajamiento en la pradera de césped recién cortado que rodeaba la Facultad, los vinos en Argüelles, las copas en Malasaña...
Tras su inicial construcción provisional, el Muro de Berlín acabó por convertirse en una pared de hormigón de entre 3,5 y 4 metros de altura, reforzado en su interior por cables de acero para así acrecentar su firmeza. Se organizó, asimismo, la denominada "franja de la muerte", formada por un foso, una alambrada, una carretera, sistemas de alarma, armas automáticas, torres de vigilancia y patrullas acompañadas por perros las 24 horas del día.
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