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Venancio Rodríguez Sanz

El sudor de construir

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Durante más de 7 años comí en una Facultad de Zaragoza. Cuando cerraron el comedor por la pandemia, empecé a frecuentar un bar que hay frente a ésta. Después de dos años, el comedor de dicha facultad volvió a servir comidas y yo regresé. Por deferencia al camarero, le dije mis intenciones, pero que volvería de vez en cuando. A lo que éste me contestó que no dejara de ir cuando quisiera. Bien, en Navidad cerraron el comedor de la Facultad y volví a comer en el bar. 


En estas, salió el cocinero de la cocina, se acercó a mí y me dijo que en un comedor de beneficencia me saldría más barato. Al oír aquello me quedé sin palabras, pero después pensé que estarían pasándolo mal y decidí pasar por alto sus palabras. Después de la Navidad, volví a la Facultad para comer, pero me dijeron que, por temas de sanidad, tenían que cerrar el comedor. 


Así que el lunes pasado regresé al bar y al verme el cocinero que además es el hijo del dueño, me dice:” Yo sentiría vergüenza”. A lo que yo le contesté:” ¿Te debo algo? ¿No tengo derecho a ir donde quiera si pago con mi dinero?” No me contestó y se metió en la cocina. Estaba tan indignado, que al terminar de comer le dije al camarero que jamás regresaría a este bar. Mientras regresaba a mi puesto de trabajo, pensé:” Cuántos sudores le costaría al padre levantar el bar y qué fácil le será al hijo hundirlo” ... De corazón espero que el cocinero lea estas líneas; si son publicadas, para que cambie de actitud con los clientes, por el bien suyo y de su familia...

El sudor de construir

Venancio Rodríguez Sanz
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martes, 18 de enero de 2022, 08:35 h (CET)

Durante más de 7 años comí en una Facultad de Zaragoza. Cuando cerraron el comedor por la pandemia, empecé a frecuentar un bar que hay frente a ésta. Después de dos años, el comedor de dicha facultad volvió a servir comidas y yo regresé. Por deferencia al camarero, le dije mis intenciones, pero que volvería de vez en cuando. A lo que éste me contestó que no dejara de ir cuando quisiera. Bien, en Navidad cerraron el comedor de la Facultad y volví a comer en el bar. 


En estas, salió el cocinero de la cocina, se acercó a mí y me dijo que en un comedor de beneficencia me saldría más barato. Al oír aquello me quedé sin palabras, pero después pensé que estarían pasándolo mal y decidí pasar por alto sus palabras. Después de la Navidad, volví a la Facultad para comer, pero me dijeron que, por temas de sanidad, tenían que cerrar el comedor. 


Así que el lunes pasado regresé al bar y al verme el cocinero que además es el hijo del dueño, me dice:” Yo sentiría vergüenza”. A lo que yo le contesté:” ¿Te debo algo? ¿No tengo derecho a ir donde quiera si pago con mi dinero?” No me contestó y se metió en la cocina. Estaba tan indignado, que al terminar de comer le dije al camarero que jamás regresaría a este bar. Mientras regresaba a mi puesto de trabajo, pensé:” Cuántos sudores le costaría al padre levantar el bar y qué fácil le será al hijo hundirlo” ... De corazón espero que el cocinero lea estas líneas; si son publicadas, para que cambie de actitud con los clientes, por el bien suyo y de su familia...

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