Mientras el tiempo del coronavirus ha sido, y continua siendo, el tiempo del miedo, de la soledad y de los templos vacíos, el camino sinodal recién iniciado, para los cristianos, es una llamada al encuentro, a hacer familia, a avanzar juntos sin miedo.
Tenemos ante nosotros una oportunidad única para tomar en serio que somos un Pueblo de Dios que camina junto hacia el Reino prometido.
Se nos invita a no ser una masa de espectadores o consumidores, sino un pueblo de actores y trabajadores en la historia de la salvación.
Este esfuerzo redundará en beneficio de toda la Iglesia, y de nuestro país en particular. Si los católicos que estamos presentes en los diversos ámbitos de la sociedad entramos en la dinámica sinodal que propone el Papa, ayudaremos también a la cohesión, a la humanización y al bien común de nuestro país.
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