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A ver, hablemos en plata:” Por favor, comeros nuestro pan”. Desde hace más de 25 años regento una pequeña barbería. No me avergüenza decir que muchas veces me han dado las 23:30 trabajando. Que no he conseguido comprar un piso. Que no tengo coche. Y que el único lujo que me permito, dada la crisis por la que estamos pasando más los impuestos que paga nuestro gremio, es ir a la montaña los fines de semana con la gasolina a escote: la pagamos entre los pasajeros.
Para algunos, quizá esto es una nadería, pero yo les invito a que abran algún negocio ¿a ver cuánto duran? Quizá por eso, las esperanzas para trabajar poco, ganar bien y estar bien considerados, es hacer oposiciones, trabajar por cuenta ajena en una buena empresa o vivir de las subvenciones. En mi opinión, estamos criando a una generación de vagos del mínimo esfuerzo. No sé si seré bueno o mal empresario, pero ahí están los números.
Trabajadores han pasado unos cuantos en mi casa y siempre me quedé con aquellos que no me daban problemas, que eran trabajadores y se podía confiar en ellos. Pero, ¿quién piensa en trabajar si pidiendo subvenciones se gana más que trabajando? Por eso decía al principio que se comieran nuestro pan: porque no hay gente con ese afán de tirar "palante" ¡coño! Como decía mi abuela:" Estamos amuermaos!"
Hoy comienzan las elecciones en la India. Están habilitados para votar más de 960 millones de habitantes en comicios de formato singular que van a durar 44 días. El país encarna la mayor democracia del mundo y, a diferencia de lo que suele acontecer en occidente, se espera un incremento del número de ciudadanos que acudan a las urnas.
Cuando nos encontramos en época de elecciones, los políticos aparecen totalmente sonrientes ante sus seguidores. Se trata de una tónica general. En el momento en que entran al lugar donde se celebra el mitin, todos comienzan a aplaudir como si no hubiera un mañana. Los ponentes y los asistentes exhiben una amplia sonrisa “profidén”.
La llegada del Partido Popular y de Vox a las instituciones valencianas está suponiendo un arrinconamiento de muchas de las cosas que se habían logrado en las dos legislaturas que PSOE y Compromís estuvieron al frente de la Generalitat y, especialmente, del Ayuntamiento de València, la capital del País.
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