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Que un cateto, plagiador y embustero,
siga estando al frente del Gobierno,
deja a España sumida en un infierno
mientras farda este sepulturero.
Que, aunque presuma es un prisionero,
de rufianes salidos del averno,
que le aprietan lo mismo que el galerno
para que repte como un pordiosero.
Sus socios de gobierno son escoria,
que quieren ver a España desunida
para imponer el criminal marxismo.
Y así borrar nuestra gloriosa historia,
con honor y por siglos conseguida
a base de trabajo y heroísmo.
Un andaluz orgulloso de ser español
A quienes estamos convencidos de la iniquidad intrínseca de Sánchez, no nos va a confundir la supuesta “carta de amor” de este cateto personaje a su Begoña amada, redactada de su “puño y letra” (con sus tradicionales errores y faltas gramaticales) y exceso de egolatría.
Recuerdo con nostalgia la época en la que uno terminaba sus estudios universitarios y metía de lleno la cabeza en el mundo laboral. Ya no había marchas atrás. Se terminaron para siempre esos años de universitario, nunca más ya repetibles. Las conversaciones sobre cultura, sobre política, sobre música. Los exámenes, los espacios de relajamiento en la pradera de césped recién cortado que rodeaba la Facultad, los vinos en Argüelles, las copas en Malasaña...
Tras su inicial construcción provisional, el Muro de Berlín acabó por convertirse en una pared de hormigón de entre 3,5 y 4 metros de altura, reforzado en su interior por cables de acero para así acrecentar su firmeza. Se organizó, asimismo, la denominada "franja de la muerte", formada por un foso, una alambrada, una carretera, sistemas de alarma, armas automáticas, torres de vigilancia y patrullas acompañadas por perros las 24 horas del día.
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