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La extrema derecha ha dejado de cobijarse bajo el paraguas del Partido Popular y, en estos momentos, tienen una cincuentena de diputados en el Congreso de la Carrera de San Jerónimo

El fascismo entrará en prisión

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Aunque tarde, los fascistas que hace ocho años entraron en el Centre Cultural Blanquerna, sede de la Delegación de la Generalitat catalana en Madrid se comerán el turrón navideño en la prisión que elijan. Su prepotencia y la ayuda de algunos jueces les hizo creer que eran impunes para seguir con sus aventuras de matones de barrio repartiendo palizas a quienes no piensan como ellos y boicoteando actos de organizaciones democráticas. Ahora la Sección 30 de la Audiencia de Madrid les ha citado la semana próxima para que recojan la orden de ingreso en prisión y en diez días se presenten en la institución penitenciaria que elijan.


La tarde del 11 de Setiembre de 2013 en el Centro Cultural Blanquerna una delegación de catalanes, entre ellos algunos diputados, estaban celebrando la festividad de la Diada cuando de repente un grupo de energúmenos irrumpió en el local, arrasando el mobiliario, empujando a algunos de los presentes y agrediéndoles con un espray de gas irritante. Fueron unos momentos tensos los que provocaron aquellos elementos, envueltos en la anticonstitucional enseña franquista de la “gallina”, para quienes no hay más dialéctica que la josenantoniana de “los puños y las pistolas”.


Catorce de ellos, tres años después, fueron condenados por la Audiencia Provincial madrileña a penas suaves, entre seis y ocho meses. Una minucia, es lo que tiene coincidir con la ideología de algunos togados. Más tarde el Supremo elevó las penas a cuatro años, pero el Tribunal Constitucional instó al Supremo a dictar una nueva sentencia en la que no se tuviera en cuenta como agravante que las agresiones habían sido por motivos ideológicos. Y el Supremo, obediente, rectificó y dejó los cuatro años de prisión en poco más de dos años.


Han pasado más de ocho años en los que impunemente estos miembros de la extrema derecha, militantes de partidos defensores del odio, se han paseado libremente por las calles, incluso en algún caso acudiendo a actos de exaltación del fascismo. La Justicia, con sus ojos vendados estaba ciega, eran buenos chicos, algunos, incluso, buenos padres de familia, tenían domicilio conocido, e incluso alguno es de sangre noble. Lo suyo, el ataque a unos demócratas tan sólo fue una chiquillada por la que no se les podía separar de sus hijos. A estos defensores de la España “una, grande y libre” no se les podía tratar como a los sediciosos miembros del Gobierno catalán, empeñados en romper la patria a democráticos golpes de urnas y votos. Los sediciosos desde el primer día condenados a comer el rancho carcelario, pero los buenos muchachos de la “partida de la porra” tenían vía libre para visitar los mejores restaurantes de Madrid.


Una vez más la Justicia llega tarde, demasiado tarde. La extrema derecha, viendo que sus tropelías contra la democracia no eran frenadas por los poderes del Estado, que, tal vez, incluso las veían con buenos ojos, se ha organizado, ha crecido, se ha quitado la careta, ha dejado de cobijarse bajo el paraguas del Partido Popular y, en estos momentos, tienen una cincuentena de diputados en el Congreso de la Carrera de San Jerónimo. Es lo que tiene no saber, o no querer, parar a tiempo al fascismo, cuando te das cuenta ya los tienes comiendo en tu mesa. 

El fascismo entrará en prisión

La extrema derecha ha dejado de cobijarse bajo el paraguas del Partido Popular y, en estos momentos, tienen una cincuentena de diputados en el Congreso de la Carrera de San Jerónimo
Rafa Esteve-Casanova
miércoles, 17 de noviembre de 2021, 09:01 h (CET)

Aunque tarde, los fascistas que hace ocho años entraron en el Centre Cultural Blanquerna, sede de la Delegación de la Generalitat catalana en Madrid se comerán el turrón navideño en la prisión que elijan. Su prepotencia y la ayuda de algunos jueces les hizo creer que eran impunes para seguir con sus aventuras de matones de barrio repartiendo palizas a quienes no piensan como ellos y boicoteando actos de organizaciones democráticas. Ahora la Sección 30 de la Audiencia de Madrid les ha citado la semana próxima para que recojan la orden de ingreso en prisión y en diez días se presenten en la institución penitenciaria que elijan.


La tarde del 11 de Setiembre de 2013 en el Centro Cultural Blanquerna una delegación de catalanes, entre ellos algunos diputados, estaban celebrando la festividad de la Diada cuando de repente un grupo de energúmenos irrumpió en el local, arrasando el mobiliario, empujando a algunos de los presentes y agrediéndoles con un espray de gas irritante. Fueron unos momentos tensos los que provocaron aquellos elementos, envueltos en la anticonstitucional enseña franquista de la “gallina”, para quienes no hay más dialéctica que la josenantoniana de “los puños y las pistolas”.


Catorce de ellos, tres años después, fueron condenados por la Audiencia Provincial madrileña a penas suaves, entre seis y ocho meses. Una minucia, es lo que tiene coincidir con la ideología de algunos togados. Más tarde el Supremo elevó las penas a cuatro años, pero el Tribunal Constitucional instó al Supremo a dictar una nueva sentencia en la que no se tuviera en cuenta como agravante que las agresiones habían sido por motivos ideológicos. Y el Supremo, obediente, rectificó y dejó los cuatro años de prisión en poco más de dos años.


Han pasado más de ocho años en los que impunemente estos miembros de la extrema derecha, militantes de partidos defensores del odio, se han paseado libremente por las calles, incluso en algún caso acudiendo a actos de exaltación del fascismo. La Justicia, con sus ojos vendados estaba ciega, eran buenos chicos, algunos, incluso, buenos padres de familia, tenían domicilio conocido, e incluso alguno es de sangre noble. Lo suyo, el ataque a unos demócratas tan sólo fue una chiquillada por la que no se les podía separar de sus hijos. A estos defensores de la España “una, grande y libre” no se les podía tratar como a los sediciosos miembros del Gobierno catalán, empeñados en romper la patria a democráticos golpes de urnas y votos. Los sediciosos desde el primer día condenados a comer el rancho carcelario, pero los buenos muchachos de la “partida de la porra” tenían vía libre para visitar los mejores restaurantes de Madrid.


Una vez más la Justicia llega tarde, demasiado tarde. La extrema derecha, viendo que sus tropelías contra la democracia no eran frenadas por los poderes del Estado, que, tal vez, incluso las veían con buenos ojos, se ha organizado, ha crecido, se ha quitado la careta, ha dejado de cobijarse bajo el paraguas del Partido Popular y, en estos momentos, tienen una cincuentena de diputados en el Congreso de la Carrera de San Jerónimo. Es lo que tiene no saber, o no querer, parar a tiempo al fascismo, cuando te das cuenta ya los tienes comiendo en tu mesa. 

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