Como casi nadie ignora, durante un debate celebrado antes de las elecciones del 10N de 2019 Pedro Sánchez dijo: “A ustedes, señor Casado, se les fugó Puigdemont, y yo me comprometo hoy, aquí, a traerlo a España y a que rinda cuentas ante la justicia española”.
En cambio, pocos saben que, hace dos días, García Ferreras, de La Sexta, se lo recordó al presidente así: “También dijo usted que traería a Puigdemont para ponerlo ante la justicia española, y…”. A lo que Sánchez, balbuceando y negándose a sí mismo porque sabe que con lo que dijo en 2019 buscaba incluso el voto de quienes, llegado el caso, se envolverían con la rojigualda para fusilar al catalán, ahora que recordamos lo de Companys, contestó: “Je, je, je…, pero bueno, vamos a ver, yo creo que, en fin, quien dice eso, o bien miente, o bien desconoce cómo funciona la justicia en Italia, en Europa, en España”.
Que incluso Casado lleve dos días sin insultar a Sánchez por lo que es una rendición en toda regla, cuando hace cuatro le exigía que cumpliera su compromiso electoral de 2019, huele a que el acuerdo PP-PSOE para renovar algunas instituciones podría ser el principio del declive de Sánchez, tal como le ocurrió a Zapatero a partir de la reforma del 135 de la Constitución, pactada con el PP en agosto de 2011.
ZP dimitió. Sánchez tiene tiempo para reaccionar, pero no parece que esté actuando con ese objetivo.
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