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Parece claro que la manera de imponer una forma de pensar y actuar, que esté de acuerdo con los fines de nuestros políticos consiste en “normalizar”

Estamos en plena normalización

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Hay que tener cuidado con este proceso. La segunda acepción de la palabra “normalizar”, según el Diccionario de la RAE se define diciendo: “hacer que una cosa sea normal”. Por lo visto hay cosas que no son normales y se pueden convertir en normales porque alguien lo decide así. La tarea de normalización significa que algo que no era normal se imponga como normal. Por ejemplo, no era normal andar cambiando de pareja cada dos por tres o juntarse sin contraer matrimonio o concebir criaturas para abortarlas, hoy ya es normal e incluso se fortalece su normalidad declarándolo como derecho y ¡desgraciado quien se oponga! Lo mismo que han alcanzado la normalidad las parejas del mismo sexo y hasta pretenden ser bendecidas por la iglesia. “Cosas veredes Sancho que faran fablar a las piedras”.


Parece claro que la manera de imponer una forma de pensar y actuar, que esté de acuerdo con los fines de nuestros políticos consiste en “normalizar”, cambiando lo que estorbe para sus fines.

Una civilización milenaria de base cristiana se va derrumbando al empuje de tantas normalizaciones que cambian las conductas de los españoles (y las españolas, ¿eh?). No ha sido necesaria ninguna invasión extranjera para ello, ha bastado la voluntad de unos políticos armados con el arma de destrucción masiva de la propaganda permanente y una idea fija: vamos a demoler todo el sistema y luego levantaremos otro nuevo ¿comunista? ¿socialista? En el que campeen las siglas inmarcesibles de nuestros partidos.


Mientras el poder esté en sus manos, aunque sea al precio de descuartizar la nación, el proceso será imparable a no ser que recordemos nuestro derecho a votar y tengamos la suerte de botarlos a todos. (nótese la diferencia entre votar y botar).


La democracia de la que estábamos tan ufanos hace veinte años parece haber dejado de funcionar. La democracia como voluntad de la mayoría ¿qué mayoría? ¿la que se compra con el presupuesto de todos, pagando a precio de oro los votos de los que no quieren ser españoles? Por lo visto la famosa democracia, que empezó en Grecia, también ha sido “normalizada” con sondeos y encuestas cocinadas por manos delicuescentes y personajes de opereta bufa.


Estoy escribiendo la víspera del Día de la Hispanidad y oigo ¡cada cosa! sobre ello, que mejor será no meneadlo. Ni la ONU ni la UE nos harán el mínimo caso, así que a sacar los gigantes y cabezudos y cantarle a la Virgen del Pilar aquello de que no quiere ser francesa sino capitana de la tropa aragonesa.


He leído en la segunda carta de San Pablo a Timoteo que le dice: ten presente que en los tiempos finales va a haber momentos difíciles; la gente será egoísta e interesada, serán arrogantes, soberbios, difamadores, desobedientes a sus padres, ingratos, impíos, sin corazón, implacables y calumniadores, gente sin control, inhumanos y enemigos de todo lo bueno, traidores, temerarios, presuntuosos, amigos del placer en vez de amigos de Dios. (Cap. 3, 1-5).


Ignoro si estamos en los “tiempos finales” pero es vedad que los que tenemos son difíciles y la gente que describe ya ha llegado. ¿Nos están normalizando? Pensar no cuesta dinero, pensemos, pensemos.

Estamos en plena normalización

Parece claro que la manera de imponer una forma de pensar y actuar, que esté de acuerdo con los fines de nuestros políticos consiste en “normalizar”
Francisco Rodríguez
martes, 12 de octubre de 2021, 10:47 h (CET)

Hay que tener cuidado con este proceso. La segunda acepción de la palabra “normalizar”, según el Diccionario de la RAE se define diciendo: “hacer que una cosa sea normal”. Por lo visto hay cosas que no son normales y se pueden convertir en normales porque alguien lo decide así. La tarea de normalización significa que algo que no era normal se imponga como normal. Por ejemplo, no era normal andar cambiando de pareja cada dos por tres o juntarse sin contraer matrimonio o concebir criaturas para abortarlas, hoy ya es normal e incluso se fortalece su normalidad declarándolo como derecho y ¡desgraciado quien se oponga! Lo mismo que han alcanzado la normalidad las parejas del mismo sexo y hasta pretenden ser bendecidas por la iglesia. “Cosas veredes Sancho que faran fablar a las piedras”.


Parece claro que la manera de imponer una forma de pensar y actuar, que esté de acuerdo con los fines de nuestros políticos consiste en “normalizar”, cambiando lo que estorbe para sus fines.

Una civilización milenaria de base cristiana se va derrumbando al empuje de tantas normalizaciones que cambian las conductas de los españoles (y las españolas, ¿eh?). No ha sido necesaria ninguna invasión extranjera para ello, ha bastado la voluntad de unos políticos armados con el arma de destrucción masiva de la propaganda permanente y una idea fija: vamos a demoler todo el sistema y luego levantaremos otro nuevo ¿comunista? ¿socialista? En el que campeen las siglas inmarcesibles de nuestros partidos.


Mientras el poder esté en sus manos, aunque sea al precio de descuartizar la nación, el proceso será imparable a no ser que recordemos nuestro derecho a votar y tengamos la suerte de botarlos a todos. (nótese la diferencia entre votar y botar).


La democracia de la que estábamos tan ufanos hace veinte años parece haber dejado de funcionar. La democracia como voluntad de la mayoría ¿qué mayoría? ¿la que se compra con el presupuesto de todos, pagando a precio de oro los votos de los que no quieren ser españoles? Por lo visto la famosa democracia, que empezó en Grecia, también ha sido “normalizada” con sondeos y encuestas cocinadas por manos delicuescentes y personajes de opereta bufa.


Estoy escribiendo la víspera del Día de la Hispanidad y oigo ¡cada cosa! sobre ello, que mejor será no meneadlo. Ni la ONU ni la UE nos harán el mínimo caso, así que a sacar los gigantes y cabezudos y cantarle a la Virgen del Pilar aquello de que no quiere ser francesa sino capitana de la tropa aragonesa.


He leído en la segunda carta de San Pablo a Timoteo que le dice: ten presente que en los tiempos finales va a haber momentos difíciles; la gente será egoísta e interesada, serán arrogantes, soberbios, difamadores, desobedientes a sus padres, ingratos, impíos, sin corazón, implacables y calumniadores, gente sin control, inhumanos y enemigos de todo lo bueno, traidores, temerarios, presuntuosos, amigos del placer en vez de amigos de Dios. (Cap. 3, 1-5).


Ignoro si estamos en los “tiempos finales” pero es vedad que los que tenemos son difíciles y la gente que describe ya ha llegado. ¿Nos están normalizando? Pensar no cuesta dinero, pensemos, pensemos.

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