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Cristo murió en la cruz para salvar, no para condenar

Jaime Fomperosa Aparicio, Santander
Lectores
martes, 5 de octubre de 2021, 13:01 h (CET)

Los escribas y fariseos criticaban a Cristo por que comía con publicanos y pecadores, pero El les dijo que no había venido a salvar a los justos, sino a los pecadores. Hay más alegría en el cielo por la conversión de un pecador que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión. 


En el Evangelio se muestra como Cristo perdonaba a los pecadores, por ejemplo María Magdalena pecadora pública, solo pide que reconozcamos nuestro pecado para que nos arrepintamos y le pidamos perdón. El cambio en el pecador arrepentido es radical, su alma se llena de gozo y de paz, vemos como María Magdalena estaba en el Calvario al pie de la Cruz con la Santísima Virgen, cuando Cristo moría, y vemos también la conversión del ladrón crucificado, hoy estarás conmigo en el Paraíso le dijo Cristo. 


También vemos como la pertinacia del pecador acaba mal. Judas se ahorcó y el rico Epulón que banqueteaba sin importarle el sufrimiento del pobre Lázaro, se condenó mientras que el pobre Lázaro se salvo. Vemos, además, como la conversión tiene efectos beneficiosos para la sociedad, como Zaqueo, convertido, que repartió sus riquezas con los pobres. 


Vemos en la actualidad que impera un egoísmo que arrasa cuanto encuentra a su paso, con instituciones de miembros multimillonarios, que criticamos y condenamos, pero, según dijo Cristo, son sus preferidos, por tanto lo que tenemos que hacer es rezar por los extraviados, los seducidos por Satanás, para que se conviertan; ¡nos imaginamos el bien social que podría hacer un multimillonario de esos que criticamos! Pues ahí es donde tenemos que poner el acento, en rogar por la conversión de los pecadores. 


Cristo sigue clavado en la Cruz y sabía todo lo que iba a suceder, pero no se arrepintió, su Amor y Misericordia es infinitamente mayor que nuestro pecado por grave que sea. Por eso tenemos que cambiar nuestra actitud, no se puede ignorar el mal por que está bien visible, pero tenemos que permanecer fieles y unidos a la Santísima Virgen, sin olvidar que hay más alegría en el cielo por la conversión de un pecador, que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión.

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Lo que voy a decir no se apoya -no lo pretende, además lo rechaza- en ningún argumento científico. Rechazo en general lo científico porque proviene, tal caudal de conocimiento, de la mente humana matemática, fajada y limitada, sobre todo no mente libre sino observante desde muchos filtros atascados de prejuicios.

No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

El filólogo humanista Noam Chomsky decía que “si no se está de acuerdo con una cuestión, el hecho de formular y escuchar críticas, forma parte de la convivencia, y así se espera que sea”. De este modo, Chomsky argumenta el derecho y obligación a ejercer la crítica como proceso para la construcción de la convivencia.

 
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