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Tomando manzanilla y tila espero salir de mi situación, de estas altas montañas y volar lejos, con taza de porcelana deseo despegar, irme con la imaginación... no llegar a la desesperación.
Son basura, pero la infusión es rica, con sacarina y leche, me librará durante unos segundos de la inseguridad humana, el miedo, el rencor...
El chocolate oscurito, la tila clarita, el descafeinado, el vienés con nata... siempre bebiendo. Líquido que se toma solo mientras pasan las horas del día... interminables, tortura fina... que me hacen pensar esto que escribo, en la incomunicación en la que vivo.
A Mercedes Isabel: A mi edad, me pregunto, sin pretender escribir los versos mas triste esta tarde. Como olvidarte, flor de mi vida. Desventurado sería, no haberte tenido.
El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.
Resulta admirable encontrarse con un libro que guarda sus raíces en la investigación académica y en la fusión de las pasiones por la tradición oral y la ilustración. La cantidad de datos, citas, reflexiones minuciosas, relatos, trazos y nombres aparecen de una manera tan acertada, que en conjunto configuran ese terreno seguro donde entregarnos confiadamente a la lectura.
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