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Etiquetas | Pablo Casado | PP | GOBIERNO | Mariano Rajoy
El líder del PP está hoy en una situación parecida a la que vivió Mariano Rajoy en la primavera y el verano de 2011

​Pablo Casado tendrá que gobernar

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En la gobernabilidad de España, hoy por hoy, el PP es la única alternativa viable al PSOE de Pedro Sánchez. En consecuencia, hay que suponer que, más pronto que tarde y desde el PP, Casado tendrá que gobernar. Por eso, conviene que se prepare. Con lo que tiene: lo viejo útil y lo que nazca. Cambió el paso del partido con su escabechina entre la gente de Rajoy sin aglutinar a todos. Perdió, aposta, a Soraya Sáenz de Santamaría y a los que gobernaron con Rajoy desde 2011 a 2018, apartándolos en un Congreso de Partido para olvidar, o relegándolos. Y hoy, con Vox y Ciudadanos o sin ellos, sin la experiencia que disipó es la alternativa. Tiene a su lado, como secretario general, a García-Egea, muy joven, no siempre aplacado por el temple murciano de Martínez-Pujalte y señora, culebreado entre los restos del pasado, y culebreando con lo que hace, nace y habrá que alimentar. Existen, además, entre morralla, lobbies y clanes, los independientes, limitados pero no sujetos a sumisiones totales de partido, entre los que destacan la presidenta de la CAM Díaz Ayuso, Martínez-Almeida alcalde de Madrid, el andaluz Moreno Bonilla, los salmantinos Fernández Mañueco y Moro Almaraz o el ex secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad Garcés Sanagustín.


Pablo Casado está hoy en una situación parecida a la que vivió Mariano Rajoy en la primavera y el verano de 2011. Pero con algunas diferencias. En aquella época, el PSOE, hundido por Rodríguez Zapatero, abandonaba el poder por incompetencia, las rectificaciones que impuso la UE y la urgencia del futuro. Rajoy, consciente de la realidad y con su autoridad cuestionada en el Congreso Nacional XVI celebrado en Valencia, diseñó su gobierno sorteando los roces de partido con la ‘contraposición’ de egos, autoridades y misiones conocidas. Es notable la dualidad Sáenz de Santamaría-Cospedal, como número dos en capacidades; y la merma de competencias, en la UE, de un ministerio de Asuntos Exteriores confiado a García-Margallo, reservadas a la Presidencia del Gobierno. Casado, aún con el hándicap debido a la votación impuesta por los cuadros para superar a Sáenz de Santamaría al frente del PP, tiene en cuestión su valía, sin demostrar, pero no su autoridad, de presidente del PP, libre de amenazas. 


Con calma en sus filas, Sáenz de Santamaría apartada, Núñez-Feijóo, Juanma Moreno, Martínez-Almeida y Díaz Ayuso a ‘su labores’, la única inquietud para un gobierno PP con Casado al frente, ha de buscarse puertas afuera del PP: En el equilibrio con VOX y con los restos de C’s, si Arrimadas y Bal no terminan por hundirlo. Y en el entente, neutral o beligerante, con las organizaciones económicas, sociales, empresariales o sindicales capaces de favorecer, entorpecer o influir en las acciones de gobierno.


Con ese condicionante, menor que los que tuvo que considerar Rajoy, el próximo y posible futuro gobierno de Casado, con VOX y los restos de Ciudadanos (si existen), no tiene más que una misión: eficacia. España, tras la debacle social-comunista, está exhausta. Hay que reanimar la maquinaria política de Estado, disminuir el lastre de una Administración sobredimensionada y administrar los recursos disponibles, los que lleguen de la UE, los públicos nacionales y los producidos por la iniciativa privada.


En definitiva, sentido común: Diseño del gobierno acorde con el Estado Autonómico. Supresión de ministerios inútiles. Ordenamiento jurídico como base y principio de convivencia. Asentamiento y solidez para un Estado de Derecho y Bienestar a defender con presupuestos ajustados. Fidelidad a la situación nacional e internacional de España como miembro de la UE y de las organizaciones en las que está o participa. Y lealtad, un sentimiento de respeto fiel a los principios morales y compromisos establecidos.


Ante la situación nacional, con la pandemia Covid-19 y las crisis que acompañan, el PP y Pablo Casado habrán de gobernar. Habrán de tener en cuenta, además, las consecuencias del gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, los efectos conocidos debidos a las personalidades de Sánchez e Iglesias, y los ocultos, que aparecerán después como servidumbre del gobierno a los partidos que lo mantuvieron. La situación para Casado es nueva, pero no para un PP que gobernó, tras Felipe González y Rodríguez Zapatero, con José María Aznar y Mariano Rajoy. Aznar y Rajoy, cada uno en su momento y con las condicionantes que encontraron, buscaron y consiguieron la eficacia, Aznar buscando, incluso robusteciendo, una ideología y forma de hacer propia de los populares, Rajoy buscando, proponiendo y consiguiendo sólo la eficacia.


Casado habrá de lidiar con los desaguisados del momento, los antiguos de independentistas y aves de rapiña renovados y actualizados; y los debidos a las torpezas, egoísmos, ineptitudes o maldades de Pedro Sánchez, coaligados y asociados. Con ellos a la vista y en perspectiva, más pronto que tarde, Pablo Casado tendrá que gobernar.

​Pablo Casado tendrá que gobernar

El líder del PP está hoy en una situación parecida a la que vivió Mariano Rajoy en la primavera y el verano de 2011
José Luis Heras Celemín
martes, 25 de mayo de 2021, 00:00 h (CET)

En la gobernabilidad de España, hoy por hoy, el PP es la única alternativa viable al PSOE de Pedro Sánchez. En consecuencia, hay que suponer que, más pronto que tarde y desde el PP, Casado tendrá que gobernar. Por eso, conviene que se prepare. Con lo que tiene: lo viejo útil y lo que nazca. Cambió el paso del partido con su escabechina entre la gente de Rajoy sin aglutinar a todos. Perdió, aposta, a Soraya Sáenz de Santamaría y a los que gobernaron con Rajoy desde 2011 a 2018, apartándolos en un Congreso de Partido para olvidar, o relegándolos. Y hoy, con Vox y Ciudadanos o sin ellos, sin la experiencia que disipó es la alternativa. Tiene a su lado, como secretario general, a García-Egea, muy joven, no siempre aplacado por el temple murciano de Martínez-Pujalte y señora, culebreado entre los restos del pasado, y culebreando con lo que hace, nace y habrá que alimentar. Existen, además, entre morralla, lobbies y clanes, los independientes, limitados pero no sujetos a sumisiones totales de partido, entre los que destacan la presidenta de la CAM Díaz Ayuso, Martínez-Almeida alcalde de Madrid, el andaluz Moreno Bonilla, los salmantinos Fernández Mañueco y Moro Almaraz o el ex secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad Garcés Sanagustín.


Pablo Casado está hoy en una situación parecida a la que vivió Mariano Rajoy en la primavera y el verano de 2011. Pero con algunas diferencias. En aquella época, el PSOE, hundido por Rodríguez Zapatero, abandonaba el poder por incompetencia, las rectificaciones que impuso la UE y la urgencia del futuro. Rajoy, consciente de la realidad y con su autoridad cuestionada en el Congreso Nacional XVI celebrado en Valencia, diseñó su gobierno sorteando los roces de partido con la ‘contraposición’ de egos, autoridades y misiones conocidas. Es notable la dualidad Sáenz de Santamaría-Cospedal, como número dos en capacidades; y la merma de competencias, en la UE, de un ministerio de Asuntos Exteriores confiado a García-Margallo, reservadas a la Presidencia del Gobierno. Casado, aún con el hándicap debido a la votación impuesta por los cuadros para superar a Sáenz de Santamaría al frente del PP, tiene en cuestión su valía, sin demostrar, pero no su autoridad, de presidente del PP, libre de amenazas. 


Con calma en sus filas, Sáenz de Santamaría apartada, Núñez-Feijóo, Juanma Moreno, Martínez-Almeida y Díaz Ayuso a ‘su labores’, la única inquietud para un gobierno PP con Casado al frente, ha de buscarse puertas afuera del PP: En el equilibrio con VOX y con los restos de C’s, si Arrimadas y Bal no terminan por hundirlo. Y en el entente, neutral o beligerante, con las organizaciones económicas, sociales, empresariales o sindicales capaces de favorecer, entorpecer o influir en las acciones de gobierno.


Con ese condicionante, menor que los que tuvo que considerar Rajoy, el próximo y posible futuro gobierno de Casado, con VOX y los restos de Ciudadanos (si existen), no tiene más que una misión: eficacia. España, tras la debacle social-comunista, está exhausta. Hay que reanimar la maquinaria política de Estado, disminuir el lastre de una Administración sobredimensionada y administrar los recursos disponibles, los que lleguen de la UE, los públicos nacionales y los producidos por la iniciativa privada.


En definitiva, sentido común: Diseño del gobierno acorde con el Estado Autonómico. Supresión de ministerios inútiles. Ordenamiento jurídico como base y principio de convivencia. Asentamiento y solidez para un Estado de Derecho y Bienestar a defender con presupuestos ajustados. Fidelidad a la situación nacional e internacional de España como miembro de la UE y de las organizaciones en las que está o participa. Y lealtad, un sentimiento de respeto fiel a los principios morales y compromisos establecidos.


Ante la situación nacional, con la pandemia Covid-19 y las crisis que acompañan, el PP y Pablo Casado habrán de gobernar. Habrán de tener en cuenta, además, las consecuencias del gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, los efectos conocidos debidos a las personalidades de Sánchez e Iglesias, y los ocultos, que aparecerán después como servidumbre del gobierno a los partidos que lo mantuvieron. La situación para Casado es nueva, pero no para un PP que gobernó, tras Felipe González y Rodríguez Zapatero, con José María Aznar y Mariano Rajoy. Aznar y Rajoy, cada uno en su momento y con las condicionantes que encontraron, buscaron y consiguieron la eficacia, Aznar buscando, incluso robusteciendo, una ideología y forma de hacer propia de los populares, Rajoy buscando, proponiendo y consiguiendo sólo la eficacia.


Casado habrá de lidiar con los desaguisados del momento, los antiguos de independentistas y aves de rapiña renovados y actualizados; y los debidos a las torpezas, egoísmos, ineptitudes o maldades de Pedro Sánchez, coaligados y asociados. Con ellos a la vista y en perspectiva, más pronto que tarde, Pablo Casado tendrá que gobernar.

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