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Etiquetas | Pedro Sánchez | Pablo Iglesias | OTAN | UE | EEUU | Política | ONU
“Creo que la política de EEUU debe ser apoyar a los pueblos libres que están resistiendo intentos de agresión de minorías armadas o presión exterior”, dijo Truman

Sánchez-Iglesias, ante USA, OTAN y la UE

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Para entender qué importan en la UE y en el mundo Sánchez e Iglesias, al frente de la coalición PSOE-UP que gobierna España, es oportuno, y muy ameno, leer ‘Diplomacia’, de Henry Kissinger. Judío de origen alemán y Secretario de Estado de los EE.UU. con Nixon y Ford, Kissinger tiene una visión de la política global privilegiada. En ‘Diplomacia’, recuerda la ‘doctrina Truman’, un plan ante el comunismo de hace siete décadas: “Creo que la política de EE.UU. debe ser apoyar a los pueblos libres que están resistiendo intentos de agresión de minorías armadas o presión exterior”, dijo Truman ante el Congreso el 12 de marzo de 1947.


Harry S. Truman, trigésimo tercer presidente USA. Decidió el uso de la energía nuclear, prevista en el Proyecto Manhattan, contra Japón, en Hiroshima y Nagasaki, que supuso el fin y la victoria de la Segunda Guerra Mundial. Pudo evitar la masacre invadiendo un territorio vencido (Japón) con bajas previstas de 50.000 a 500.000, pero empleó las bombas. A pesar de todo, por su no bien explicada postura frente a Churchill y Stalin y su forma de administrar los recursos de postguerra, fue tenido como ‘blando con el comunismo’. Entre los presidentes Roosevelt e Eisenhower, se enfrentó a los desafíos que tuvo que encarar sin arredrarse. No es el artífice único, ni siquiera el promotor, pero sí un impulsor de las dos estructuras de estabilidad para la paz: La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que contuvo el expansionismo soviético de Stalin y continuadores. Y la Organización de las Naciones Unidas (ONU), para la paz y seguridad internacionales, continuadora de la Sociedad de Naciones (SDN).


Hasta Truman, la ‘postura’ USA como primera potencia puede tomarse en el concierto mundial como el antiguo ‘buenismo’ de Wilson, “Los EE.UU. no tienen intereses egoístas, su principal objetivo internacional es la paz y el progreso universales”. Con Truman, tras acabar la Segunda Guerra Mundial, empezó la llamada Guerra Fría, frente a la URSS y al Pacto de Varsovia, que mantuvo un altruismo matizado: “Los EE.UU. fortalecerán a las naciones amantes de la paz contra los peligros de agresión”. Tras Truman, siguió el talante: Eisenhower sin manifiestos. Kennedy, “apoyaremos a cualquier amigo y nos opondremos a cualquier enemigo para asegurar la vida y el triunfo de a libertad”. Lyndon B Johnson, “Los EE.UU. han entablado batallas desde la Primera Guerra Mundial hasta la Guerra del Golfo Pérsico nacidas por motivos morales”. Reafirmado lo anterior, la ‘doctrina Nixon’: “acción exterior en interés nacional”, que siguieron Ford y Carter. Después, el derrumbe de la URSS en época de Reagan en USA, con Mijaíl Gorbachov en la URSS echando a andar el glasnost (liberalización política), la perestroika (reestructuración económica) y viendo la caída del muro de Berlín.


A partir de ahí, el cambio:


En USA con el presidente Clinton entre los dos Bush (padre e hijo), los gazapos Obama y Trump (cada uno a su modo) y Biden. Acomodándose a una nueva situación como primera potencia mundial no única, renunciando al empleo de gendarme-vigilante internacional, declinando la tutela-desafío de grupos mundiales variopintos; y, subordinando, como Nixon, la acción exterior al interés nacional en un nuevo equilibrio de poder por definir.


En el resto del mundo, atentos a USA, buscando prosperar, sin ayudas o con ellas, integrándose en las órbitas de poder que puedan surgir para ocupar y rellenar vacíos con los que lograr-construir el equilibrio del futuro: Llegada a la cumbre del poder económico de China. Eclosiones varias en Asia y África. Promoción rusa con Putin. Economías emergentes. La UE en el orden mundial. Tratados internacionales entre países. Y las estructuras de estabilidad para la paz, ONU y OTAN.  


En esta situación, a punto de superar las crisis debidas a la pandemia COVID-19, la realidad Sánchez-Iglesias al frente de la coalición PSOE-UP que gobierna España, podría ser una peripecia personal (de ellos y sus grupos) pero no lo es. En principio, porque para culminar la salida de la crisis con éxito, con ellos o sin ellos, es necesaria la ayuda de la UE. También, porque en un futuro inmediato, es imprescindible demostrar el compromiso con los intereses que están en juego: Futuro tras la pandemia. Tratados de la UE, pactos OTAN y acuerdos ONU, para la paz y seguridad internacionales. En este sentido, es evidente que ambos están más próximos a los juegos de las asambleas de Facultad y a los recreos revolucionarios de salón que a lo que ocupa y preocupa al mundo. Como demostración, el contraste: Por un lado, salida de la crisis y reequilibrios de poder mundiales. Por otro, coqueteos bolivarianos, celos de machos alfa en berrea, ‘Aló presidente’ con sucedáneos, y las trampas en Madrid (entre ellos o frente a Isabel Díaz Ayuso), en las elecciones comunitarias 4-M.


En este momento de la historia, Sánchez e Iglesias no son un accidente, incidente u ocurrencia personal. Abrevando en ‘Diplomacia’, de Kissinger, su peripecia al frente del Gobierno español, puede entenderse, no disculparse, como la extravagancia-contrasentido del género aventurero que nació en algún rincón universitario y medró a las ubres de los aparatos de sus partidos políticos, PSOE y Unidas Podemos. Como por su preparación (o falta de ella) y disposición es posible que no entiendan la importancia de lo que rocen, parece preferible que ante USA, OTAN y la UE, no intervengan. No es razonable, ni prudente.

Sánchez-Iglesias, ante USA, OTAN y la UE

“Creo que la política de EEUU debe ser apoyar a los pueblos libres que están resistiendo intentos de agresión de minorías armadas o presión exterior”, dijo Truman
José Luis Heras Celemín
jueves, 15 de abril de 2021, 01:05 h (CET)

Para entender qué importan en la UE y en el mundo Sánchez e Iglesias, al frente de la coalición PSOE-UP que gobierna España, es oportuno, y muy ameno, leer ‘Diplomacia’, de Henry Kissinger. Judío de origen alemán y Secretario de Estado de los EE.UU. con Nixon y Ford, Kissinger tiene una visión de la política global privilegiada. En ‘Diplomacia’, recuerda la ‘doctrina Truman’, un plan ante el comunismo de hace siete décadas: “Creo que la política de EE.UU. debe ser apoyar a los pueblos libres que están resistiendo intentos de agresión de minorías armadas o presión exterior”, dijo Truman ante el Congreso el 12 de marzo de 1947.


Harry S. Truman, trigésimo tercer presidente USA. Decidió el uso de la energía nuclear, prevista en el Proyecto Manhattan, contra Japón, en Hiroshima y Nagasaki, que supuso el fin y la victoria de la Segunda Guerra Mundial. Pudo evitar la masacre invadiendo un territorio vencido (Japón) con bajas previstas de 50.000 a 500.000, pero empleó las bombas. A pesar de todo, por su no bien explicada postura frente a Churchill y Stalin y su forma de administrar los recursos de postguerra, fue tenido como ‘blando con el comunismo’. Entre los presidentes Roosevelt e Eisenhower, se enfrentó a los desafíos que tuvo que encarar sin arredrarse. No es el artífice único, ni siquiera el promotor, pero sí un impulsor de las dos estructuras de estabilidad para la paz: La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que contuvo el expansionismo soviético de Stalin y continuadores. Y la Organización de las Naciones Unidas (ONU), para la paz y seguridad internacionales, continuadora de la Sociedad de Naciones (SDN).


Hasta Truman, la ‘postura’ USA como primera potencia puede tomarse en el concierto mundial como el antiguo ‘buenismo’ de Wilson, “Los EE.UU. no tienen intereses egoístas, su principal objetivo internacional es la paz y el progreso universales”. Con Truman, tras acabar la Segunda Guerra Mundial, empezó la llamada Guerra Fría, frente a la URSS y al Pacto de Varsovia, que mantuvo un altruismo matizado: “Los EE.UU. fortalecerán a las naciones amantes de la paz contra los peligros de agresión”. Tras Truman, siguió el talante: Eisenhower sin manifiestos. Kennedy, “apoyaremos a cualquier amigo y nos opondremos a cualquier enemigo para asegurar la vida y el triunfo de a libertad”. Lyndon B Johnson, “Los EE.UU. han entablado batallas desde la Primera Guerra Mundial hasta la Guerra del Golfo Pérsico nacidas por motivos morales”. Reafirmado lo anterior, la ‘doctrina Nixon’: “acción exterior en interés nacional”, que siguieron Ford y Carter. Después, el derrumbe de la URSS en época de Reagan en USA, con Mijaíl Gorbachov en la URSS echando a andar el glasnost (liberalización política), la perestroika (reestructuración económica) y viendo la caída del muro de Berlín.


A partir de ahí, el cambio:


En USA con el presidente Clinton entre los dos Bush (padre e hijo), los gazapos Obama y Trump (cada uno a su modo) y Biden. Acomodándose a una nueva situación como primera potencia mundial no única, renunciando al empleo de gendarme-vigilante internacional, declinando la tutela-desafío de grupos mundiales variopintos; y, subordinando, como Nixon, la acción exterior al interés nacional en un nuevo equilibrio de poder por definir.


En el resto del mundo, atentos a USA, buscando prosperar, sin ayudas o con ellas, integrándose en las órbitas de poder que puedan surgir para ocupar y rellenar vacíos con los que lograr-construir el equilibrio del futuro: Llegada a la cumbre del poder económico de China. Eclosiones varias en Asia y África. Promoción rusa con Putin. Economías emergentes. La UE en el orden mundial. Tratados internacionales entre países. Y las estructuras de estabilidad para la paz, ONU y OTAN.  


En esta situación, a punto de superar las crisis debidas a la pandemia COVID-19, la realidad Sánchez-Iglesias al frente de la coalición PSOE-UP que gobierna España, podría ser una peripecia personal (de ellos y sus grupos) pero no lo es. En principio, porque para culminar la salida de la crisis con éxito, con ellos o sin ellos, es necesaria la ayuda de la UE. También, porque en un futuro inmediato, es imprescindible demostrar el compromiso con los intereses que están en juego: Futuro tras la pandemia. Tratados de la UE, pactos OTAN y acuerdos ONU, para la paz y seguridad internacionales. En este sentido, es evidente que ambos están más próximos a los juegos de las asambleas de Facultad y a los recreos revolucionarios de salón que a lo que ocupa y preocupa al mundo. Como demostración, el contraste: Por un lado, salida de la crisis y reequilibrios de poder mundiales. Por otro, coqueteos bolivarianos, celos de machos alfa en berrea, ‘Aló presidente’ con sucedáneos, y las trampas en Madrid (entre ellos o frente a Isabel Díaz Ayuso), en las elecciones comunitarias 4-M.


En este momento de la historia, Sánchez e Iglesias no son un accidente, incidente u ocurrencia personal. Abrevando en ‘Diplomacia’, de Kissinger, su peripecia al frente del Gobierno español, puede entenderse, no disculparse, como la extravagancia-contrasentido del género aventurero que nació en algún rincón universitario y medró a las ubres de los aparatos de sus partidos políticos, PSOE y Unidas Podemos. Como por su preparación (o falta de ella) y disposición es posible que no entiendan la importancia de lo que rocen, parece preferible que ante USA, OTAN y la UE, no intervengan. No es razonable, ni prudente.

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