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Un poema de Esther Videgain

El triste luto se torna siniestro en la dura noche

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El negro, triste luto,
llega la noche,
caen las estrellas por su minuto de silencio en esta melancólica oscuridad.

El negro, triste luto,
largo paseo por mi tormento,
me detengo en el roto puente, el que atraviesa los polos de esta vida tan extremadamente traviesa...

El negro, triste luto,
cambió ayer el sonido de este tranquilo y sereno viento muy drásticamente...
llegó a los montes del pasado aquella ruda melodía con tonos débiles en su nueva escala del forte melancólico.

El negro, triste luto,
se ahogó en su olvido por la lamentable pérdida de su maltratada memoria tras la muerte de mi tenue ser,
en su mero sentido en vida de intentar recuperar tu bello mirar, que penetraba hasta lo más fondo de mi espíritu y tocaba el violín en el compás de mi triste corazón.

El negro, triste luto,
comparte el mal este siniestro y opaco color con el lujo y el placer de la desidia,
esa tan envidiada por el ojo del enemigo más sabio, nuestros caprichos más caros en su materia orgánica.

El negro, triste luto,
el dinero fue incapaz de comprar el fin de mi lamento, el estamento de toda falsa felicidad,
que tanto estrangula a mi conciencia y a mi perdedor espíritu, lo encerró en aquella jaula de los mil candados del remordimiento por el daño de tus lágrimas.

El suicidio de este hombre llegará en estos días,
el cielo tornará de gris tormenta al más oscuro negro, no habrá estrellas esa noche...
¡Oh! Triste luto, tres días de luna a media asta por mi sucia y planeada ausencia y por mi supuesta añorada memoria.

El triste luto se torna siniestro en la dura noche

Un poema de Esther Videgain
Esther Videgain
jueves, 14 de mayo de 2015, 00:28 h (CET)
El negro, triste luto,
llega la noche,
caen las estrellas por su minuto de silencio en esta melancólica oscuridad.

El negro, triste luto,
largo paseo por mi tormento,
me detengo en el roto puente, el que atraviesa los polos de esta vida tan extremadamente traviesa...

El negro, triste luto,
cambió ayer el sonido de este tranquilo y sereno viento muy drásticamente...
llegó a los montes del pasado aquella ruda melodía con tonos débiles en su nueva escala del forte melancólico.

El negro, triste luto,
se ahogó en su olvido por la lamentable pérdida de su maltratada memoria tras la muerte de mi tenue ser,
en su mero sentido en vida de intentar recuperar tu bello mirar, que penetraba hasta lo más fondo de mi espíritu y tocaba el violín en el compás de mi triste corazón.

El negro, triste luto,
comparte el mal este siniestro y opaco color con el lujo y el placer de la desidia,
esa tan envidiada por el ojo del enemigo más sabio, nuestros caprichos más caros en su materia orgánica.

El negro, triste luto,
el dinero fue incapaz de comprar el fin de mi lamento, el estamento de toda falsa felicidad,
que tanto estrangula a mi conciencia y a mi perdedor espíritu, lo encerró en aquella jaula de los mil candados del remordimiento por el daño de tus lágrimas.

El suicidio de este hombre llegará en estos días,
el cielo tornará de gris tormenta al más oscuro negro, no habrá estrellas esa noche...
¡Oh! Triste luto, tres días de luna a media asta por mi sucia y planeada ausencia y por mi supuesta añorada memoria.

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