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Llevados por el ritmo endiablado, podemos acabar orgullosos de la sapienza adquirida, aunque notando por dentro el reconcomio de la insatisfacción

Desapego espléndido

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“Habla, / pero no separes el no del sí”.

Paul Celan. Habla tú también.

Nos podemos intoxicar de muchas maneras, con vegetales, sustancias químicas, afectos y desafectos; perderles el respeto conduce a momentos críticos. Hoy se habla con fruición del apego, su importancia en las edades infantiles y más tarde con respecto a las labores emprendidas. El desapego apunta al sentido contrario, lo tratamos con aires despectivos, aunque veremos también sus diversas vertientes. La TOXICIDAD es patente en ambas actitudes, cuando sus manifestaciones obsesivas se polarizan. Destaco hoy la proliferación de fuertes adhesiones, auténticas fijaciones, que inutilizan a las personas como elementos pensantes; de ahí, la referencia a la bondad de los desasimientos a tiempo.

En los medios suele aparecer la mención al desinterés progresivo del ciudadano por la actividad política; no sé si es apropiada la expresión. En ese punto distingo el distanciamiento de las decisiones políticas con respecto a las principales preocupaciones de la gente. El empoderamiento de los apoltronados recurre a un sinfín de artilugios para perpetuar sus querencias. La INDOLENCIA de los individuos ante semejantes quehaceres refleja la impotencia, no la indiferencia.

Parece lógico el desapego de quienes soportan el lamentable desfase, cuyas INQUIETUDES asientan sobre otras orientaciones de 3 polarizaciones notorias. Sus necesidades para mantenerse en la sociedad. La diversidad de sus apetencias culturales. Y el deseo de ser gestionados con otros aires políticos. La disparidad de los criterios transforma en requerimiento imperativo a esa tendencia liberadora de no dejarse encorsetar en compartimentos diseñados al gusto y provecho de quienes no admiten discusión. El respiro de las personas pasa por esa independización o al menos su rebeldía.

Aunque planea desde tiempos remotos, la idea de portarse bien, no hacer daño a los demás, de buscar las cosas buenas; los acontecimientos la dejan deslustrada. Asumimos la mención de la moralidad como un lema testimonial, fortificado por normativas, recomendaciones insistentes o alardes de adhesión a dichas orientaciones. Ha devenido en un ESQUEMA de comportamiento, expuesto como un manual en una estantería, archivado. Ya ni se siente la necesidad de leer el manual.

Por eso es pertinente escapar pronto de esos esquematismos escalofriantes, nos distancian de la esencia de esos conceptos, imprescindibles para la proyección hacia una vida buena en lo individual y el lo colectivo. ¿Porqué son imprescindibles? No hay ninguna duda, tenerlos en cuenta es aplicarlos a las CONDUCTAS, y eso nos afecta a todos. Entre la razón o la sinrazón, la huida también requiere atenciones, que van desde la cómoda displicencia a los proyectos bien cuidados y mejor ejecutados. La salida de la rigidez estipulada nos obliga a pensar las decisiones.

El poderío de las imágenes es patente en los ambientes actuales. Ante esos iconos de los diferentes sectores sociales, reaccionamos de manera explosiva, aunque es verdad, no precisamente de forma coherente. De la idolatría hacia algunas se pasa al desprecio absoluto en pocas horas. Sin saber quien conocerá a fondo los detalles funcionales de ese encumbramiento de las IMÁGENES del momento. Dominan en el panorama social y ejercen sinfluencias sin mayores filtros; arrastran multitudes con facilidad.

Estos movimientos masificados nos incitan al desasimiento con respecto a sus manipuladores, a una razonada ICONOCLASTIA ahuyentadora de las presiones impulsivas de índole abusiva. Frente a los rituales preconizados desde cualquier altura social, opondríamos la autonomía de las personas libres por su manera de pensar, conocedores de las deficiencias propias y los problemas reales. Despegados si se quiere de aquellas dependencias ciergas, pero partícipes concienzudos en busca de aires respirables.

Con asombros reproducidos cada poco tiempo, asistimos a una sucesión de maravillas. Las abundantes críticas, nada ni nadie se libra, quieren demostrar la enorme SABIDURÍA repartida generosamente. Si los griegos tenían dioses para iluminar cada actividad, nosotros disponemos de supuestos expertos en cada asunto. En ámbitos cerrados, la resonancia del eco refuerza esas sensaciones. El eco se distancia en espacios abiertos; quizá por eso surge la tendencia precavida de no abrirse demasiado, no vaya a entenderlo todo el público.

Llevados por el ritmo endiablado, podemos acabar orgullosos de la sapienza adquirida, aunque notando por dentro el reconcomio de la insatisfacción. De algún modo, el falseamiento es notorio, no invita al aprecio de sus manifestaciones, al apego de sus integrantes. Parece apropiada la rebelión conducente al MONÓLOGO de las ignorancias personales, al menos para reconocerles su inmensidad. Para, desde la duda, ir de pesca; consiguiendo alguna captura interesante adaptada a los condicionantes propios. De lo rimbombante a la auténtica vivencia real, pero sencilla.

Mientras los hechos se suceden, la comunicación social ha llegado a extremos delicados, es ilimitada; pero no te puedes fiar de sus mensajes. El magnífico acceso a los datos resulta eficaz por donde menos se esperaba, refleja el incremento de las tergiversaciones, de las mentiras flagrantes. Aunque sea de manera involuntaria, las tretas empleadas no tapan las malas artes. La PALABRERÍA al uso es frustrante. Pese a ello, su predominio es evidente; como consecuencia la desconfianza se generaliza.

La dificultad no es óbice, nos urge desprendernos de los efectos de esa enredada madeja. Las obras insustanciales requieren de abundantes adornos comunicativos para recubrir sus vergüenzas. En cambio, al encontrarnos con creaciones meritorias, no es rara la mayor elocuencia del SILENCIO; percibe uno aquellas grandezas con nitidez. Los mensajes de poco fuste, plegados a servidumbres interesadas en logros mezquinos, ensombrecen las maravillas. Es un asunto de opciones personales. Sumarse a los parloteos contaminados ampliando su auge o por el contrario respetar la propia sensibilidad y criterio.

Y es que lo vivimos, pero no nos damos cuenta. Percibimos la imposición de las rutinas con supuestos fundamentos, nos adherimos a ellas y nos lamentamos de sus incongruencias, al menos con respecto a nosotros. La adhesión es cómoda, las frustraciones no tanto. La INTEGRACIÓN de nuestras vivencias es el indicador fiel de las verdaderas experiencias. Sin esa integración el apego será una falsa imagen de gente hipócrita, porque no participa con sus auténticos caracteres. La mera actividad, viajes, visitas o variadas manifestaciones, serán en realidad enajenaciones. El mencionado desasimiento estimula la puesta en el valor adecuado de las cualidades personales.

Desapego espléndido

Llevados por el ritmo endiablado, podemos acabar orgullosos de la sapienza adquirida, aunque notando por dentro el reconcomio de la insatisfacción
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 30 de octubre de 2020, 11:47 h (CET)

“Habla, / pero no separes el no del sí”.

Paul Celan. Habla tú también.

Nos podemos intoxicar de muchas maneras, con vegetales, sustancias químicas, afectos y desafectos; perderles el respeto conduce a momentos críticos. Hoy se habla con fruición del apego, su importancia en las edades infantiles y más tarde con respecto a las labores emprendidas. El desapego apunta al sentido contrario, lo tratamos con aires despectivos, aunque veremos también sus diversas vertientes. La TOXICIDAD es patente en ambas actitudes, cuando sus manifestaciones obsesivas se polarizan. Destaco hoy la proliferación de fuertes adhesiones, auténticas fijaciones, que inutilizan a las personas como elementos pensantes; de ahí, la referencia a la bondad de los desasimientos a tiempo.

En los medios suele aparecer la mención al desinterés progresivo del ciudadano por la actividad política; no sé si es apropiada la expresión. En ese punto distingo el distanciamiento de las decisiones políticas con respecto a las principales preocupaciones de la gente. El empoderamiento de los apoltronados recurre a un sinfín de artilugios para perpetuar sus querencias. La INDOLENCIA de los individuos ante semejantes quehaceres refleja la impotencia, no la indiferencia.

Parece lógico el desapego de quienes soportan el lamentable desfase, cuyas INQUIETUDES asientan sobre otras orientaciones de 3 polarizaciones notorias. Sus necesidades para mantenerse en la sociedad. La diversidad de sus apetencias culturales. Y el deseo de ser gestionados con otros aires políticos. La disparidad de los criterios transforma en requerimiento imperativo a esa tendencia liberadora de no dejarse encorsetar en compartimentos diseñados al gusto y provecho de quienes no admiten discusión. El respiro de las personas pasa por esa independización o al menos su rebeldía.

Aunque planea desde tiempos remotos, la idea de portarse bien, no hacer daño a los demás, de buscar las cosas buenas; los acontecimientos la dejan deslustrada. Asumimos la mención de la moralidad como un lema testimonial, fortificado por normativas, recomendaciones insistentes o alardes de adhesión a dichas orientaciones. Ha devenido en un ESQUEMA de comportamiento, expuesto como un manual en una estantería, archivado. Ya ni se siente la necesidad de leer el manual.

Por eso es pertinente escapar pronto de esos esquematismos escalofriantes, nos distancian de la esencia de esos conceptos, imprescindibles para la proyección hacia una vida buena en lo individual y el lo colectivo. ¿Porqué son imprescindibles? No hay ninguna duda, tenerlos en cuenta es aplicarlos a las CONDUCTAS, y eso nos afecta a todos. Entre la razón o la sinrazón, la huida también requiere atenciones, que van desde la cómoda displicencia a los proyectos bien cuidados y mejor ejecutados. La salida de la rigidez estipulada nos obliga a pensar las decisiones.

El poderío de las imágenes es patente en los ambientes actuales. Ante esos iconos de los diferentes sectores sociales, reaccionamos de manera explosiva, aunque es verdad, no precisamente de forma coherente. De la idolatría hacia algunas se pasa al desprecio absoluto en pocas horas. Sin saber quien conocerá a fondo los detalles funcionales de ese encumbramiento de las IMÁGENES del momento. Dominan en el panorama social y ejercen sinfluencias sin mayores filtros; arrastran multitudes con facilidad.

Estos movimientos masificados nos incitan al desasimiento con respecto a sus manipuladores, a una razonada ICONOCLASTIA ahuyentadora de las presiones impulsivas de índole abusiva. Frente a los rituales preconizados desde cualquier altura social, opondríamos la autonomía de las personas libres por su manera de pensar, conocedores de las deficiencias propias y los problemas reales. Despegados si se quiere de aquellas dependencias ciergas, pero partícipes concienzudos en busca de aires respirables.

Con asombros reproducidos cada poco tiempo, asistimos a una sucesión de maravillas. Las abundantes críticas, nada ni nadie se libra, quieren demostrar la enorme SABIDURÍA repartida generosamente. Si los griegos tenían dioses para iluminar cada actividad, nosotros disponemos de supuestos expertos en cada asunto. En ámbitos cerrados, la resonancia del eco refuerza esas sensaciones. El eco se distancia en espacios abiertos; quizá por eso surge la tendencia precavida de no abrirse demasiado, no vaya a entenderlo todo el público.

Llevados por el ritmo endiablado, podemos acabar orgullosos de la sapienza adquirida, aunque notando por dentro el reconcomio de la insatisfacción. De algún modo, el falseamiento es notorio, no invita al aprecio de sus manifestaciones, al apego de sus integrantes. Parece apropiada la rebelión conducente al MONÓLOGO de las ignorancias personales, al menos para reconocerles su inmensidad. Para, desde la duda, ir de pesca; consiguiendo alguna captura interesante adaptada a los condicionantes propios. De lo rimbombante a la auténtica vivencia real, pero sencilla.

Mientras los hechos se suceden, la comunicación social ha llegado a extremos delicados, es ilimitada; pero no te puedes fiar de sus mensajes. El magnífico acceso a los datos resulta eficaz por donde menos se esperaba, refleja el incremento de las tergiversaciones, de las mentiras flagrantes. Aunque sea de manera involuntaria, las tretas empleadas no tapan las malas artes. La PALABRERÍA al uso es frustrante. Pese a ello, su predominio es evidente; como consecuencia la desconfianza se generaliza.

La dificultad no es óbice, nos urge desprendernos de los efectos de esa enredada madeja. Las obras insustanciales requieren de abundantes adornos comunicativos para recubrir sus vergüenzas. En cambio, al encontrarnos con creaciones meritorias, no es rara la mayor elocuencia del SILENCIO; percibe uno aquellas grandezas con nitidez. Los mensajes de poco fuste, plegados a servidumbres interesadas en logros mezquinos, ensombrecen las maravillas. Es un asunto de opciones personales. Sumarse a los parloteos contaminados ampliando su auge o por el contrario respetar la propia sensibilidad y criterio.

Y es que lo vivimos, pero no nos damos cuenta. Percibimos la imposición de las rutinas con supuestos fundamentos, nos adherimos a ellas y nos lamentamos de sus incongruencias, al menos con respecto a nosotros. La adhesión es cómoda, las frustraciones no tanto. La INTEGRACIÓN de nuestras vivencias es el indicador fiel de las verdaderas experiencias. Sin esa integración el apego será una falsa imagen de gente hipócrita, porque no participa con sus auténticos caracteres. La mera actividad, viajes, visitas o variadas manifestaciones, serán en realidad enajenaciones. El mencionado desasimiento estimula la puesta en el valor adecuado de las cualidades personales.

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