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Cuando vivimos amenazados por virus, leyes y sanciones tenemos que actualizar nuestra esperanza

Los cristianos podemos hacer algo aquí y ahora

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Cuando Adán y Eva dijeron a Satanás que Dios les había prohibido comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, éste se carcajeó de ellos diciéndoles: No quiere que comáis de ese árbol porque si lo hacéis seréis como dioses y desde entonces los hombres se creen que son sus propios dioses sin percatarse de su radical limitación, mientras que Dios es plenitud total del tiempo y del espacio.

Como los hombres hacían poco caso de Dios y quisieron levantar una torre que llegara al cielo, comenzaron los problemas, y les envió profetas para recordarles su condición y que volvieran a Él, por último envió a su propio Hijo que les anunció la buena nueva, el evangelio, de que Dios nos ama y quiere salvarnos, pero respetuoso con la libertad que otorgó al hombre al crearlo, es necesario que el hombre, todos los hombres crean en Él y quieran salvarse.


A lo largo del tiempo ha habido muchas ocasiones en que Dios ha estado presente en la vida de los hombres, gracias a la predicación de la Iglesia, pero ahora los que nos decimos cristianos en lugar de anunciar el evangelio nos dedicamos a vivir para el mundo, ponernos de acuerdo con él, participando de las diversas doctrinas que el astuto Satanás pone a nuestra consideración.

Discutiendo sobre si es mejor el socialismo, el capitalismo, el liberalismo y otros muchos ismos, se nos va pasando la vida, nos morimos y todo sigue más o menos lo mismo de complicado.

En lugar de aceptar a Dios que nos promete gozar de su propia vida, nos perdemos elucubrando con el calentamiento global, la superpoblación del planeta, la desaparición de las especies, etc. Colaboramos en reducir la población mediante el aborto o perdemos el tiempo legislando sobre la ideología de género. Nos dicen que han desaparecido no sé cuantos millones de gorriones, cuando Jesús nos dijo que ni uno solo cae a tierra sin que lo permita Dios.

Quien ha creado el universo entero sin nuestra ayuda, ya lo conservará como tenga por conveniente. Malthus profetizó el hambre mundial diciendo que las personas crecían más de prisa que los alimentos y era mentira. Lo mismo pasa con Erlich y su explosión demográfica y hay hasta los que se encomiendan a la Pachamama, como diosa del planeta, y olvidan a Dios.

La pandemia que sufrimos sin duda ha sido permitida por Dios para recordarnos que, por encima de todos estos acontecimientos está El, el Dios Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.

Todos esos que mandan, que nos imponen sus ideas, sus mandatos, sus políticas pasarán y serán olvidados. Creo haber leído que los caudillos del imperio de Roma cuando entraban victoriosos, el que le sujetaba la corona de laurel le iba repitiendo: recuerda que eres mortal.

Todos somos mortales, moriremos y habremos de dar cuenta a Dios de nuestras vidas. Muchos creen que con la muerte todo termina. Si esto fuera verdad sería aun más trágico pues el inocente y el culpable, la víctima y su asesino, los tiranos y los tiranizados, tendrían el mismo destino.

Los cristianos tenemos que seguir anunciando al mundo que Dios nos ama, que Jesús no es ningún mito, que la buena nueva del evangelio sigue vigente, que nuestro testimonio es necesario aunque eso nos lleve al circo de fieras que han montado los que se creen los amos del mundo. Lo que nunca debemos hacer es pactar con nuestro enemigo el diablo que anda como león rugiente buscando a quien devorar.

Los cristianos podemos hacer algo aquí y ahora

Cuando vivimos amenazados por virus, leyes y sanciones tenemos que actualizar nuestra esperanza
Francisco Rodríguez
martes, 20 de octubre de 2020, 10:33 h (CET)

Cuando Adán y Eva dijeron a Satanás que Dios les había prohibido comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, éste se carcajeó de ellos diciéndoles: No quiere que comáis de ese árbol porque si lo hacéis seréis como dioses y desde entonces los hombres se creen que son sus propios dioses sin percatarse de su radical limitación, mientras que Dios es plenitud total del tiempo y del espacio.

Como los hombres hacían poco caso de Dios y quisieron levantar una torre que llegara al cielo, comenzaron los problemas, y les envió profetas para recordarles su condición y que volvieran a Él, por último envió a su propio Hijo que les anunció la buena nueva, el evangelio, de que Dios nos ama y quiere salvarnos, pero respetuoso con la libertad que otorgó al hombre al crearlo, es necesario que el hombre, todos los hombres crean en Él y quieran salvarse.


A lo largo del tiempo ha habido muchas ocasiones en que Dios ha estado presente en la vida de los hombres, gracias a la predicación de la Iglesia, pero ahora los que nos decimos cristianos en lugar de anunciar el evangelio nos dedicamos a vivir para el mundo, ponernos de acuerdo con él, participando de las diversas doctrinas que el astuto Satanás pone a nuestra consideración.

Discutiendo sobre si es mejor el socialismo, el capitalismo, el liberalismo y otros muchos ismos, se nos va pasando la vida, nos morimos y todo sigue más o menos lo mismo de complicado.

En lugar de aceptar a Dios que nos promete gozar de su propia vida, nos perdemos elucubrando con el calentamiento global, la superpoblación del planeta, la desaparición de las especies, etc. Colaboramos en reducir la población mediante el aborto o perdemos el tiempo legislando sobre la ideología de género. Nos dicen que han desaparecido no sé cuantos millones de gorriones, cuando Jesús nos dijo que ni uno solo cae a tierra sin que lo permita Dios.

Quien ha creado el universo entero sin nuestra ayuda, ya lo conservará como tenga por conveniente. Malthus profetizó el hambre mundial diciendo que las personas crecían más de prisa que los alimentos y era mentira. Lo mismo pasa con Erlich y su explosión demográfica y hay hasta los que se encomiendan a la Pachamama, como diosa del planeta, y olvidan a Dios.

La pandemia que sufrimos sin duda ha sido permitida por Dios para recordarnos que, por encima de todos estos acontecimientos está El, el Dios Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.

Todos esos que mandan, que nos imponen sus ideas, sus mandatos, sus políticas pasarán y serán olvidados. Creo haber leído que los caudillos del imperio de Roma cuando entraban victoriosos, el que le sujetaba la corona de laurel le iba repitiendo: recuerda que eres mortal.

Todos somos mortales, moriremos y habremos de dar cuenta a Dios de nuestras vidas. Muchos creen que con la muerte todo termina. Si esto fuera verdad sería aun más trágico pues el inocente y el culpable, la víctima y su asesino, los tiranos y los tiranizados, tendrían el mismo destino.

Los cristianos tenemos que seguir anunciando al mundo que Dios nos ama, que Jesús no es ningún mito, que la buena nueva del evangelio sigue vigente, que nuestro testimonio es necesario aunque eso nos lleve al circo de fieras que han montado los que se creen los amos del mundo. Lo que nunca debemos hacer es pactar con nuestro enemigo el diablo que anda como león rugiente buscando a quien devorar.

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