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La poesía es una gran responsabilidad

“La poesía es vida, y por ello, el encanto que encierra para todos”
Abel Pérez Rojas
lunes, 7 de septiembre de 2020, 08:45 h (CET)

Tal vez por el encanto que encierra en sí, quienes hacemos poesía no nos damos cuenta de la enorme responsabilidad que nos echamos a cuestas por el simple hecho de asumirnos poetas, y por pregonar que nuestras letras son poesía.

No es para menos, la poesía encierra una potencia pocas veces visibilizada y un enigma que es misión de vida.

Pienso esto mientras refresco el pasaje que viví hace unos días.

Una conversación telefónica en mi programa #Poesíaalasdiez me ubicó en el sentido de que toda arte –parafraseando un pasaje de Spiderman-, implica una enorme responsabilidad.

Enorme responsabilidad que se multiplica cuando de poesía se trata.

Una asidua seguidora de mi programa nos compartió al aire que dos días antes había intentado acabar con su vida, sin embargo, la oportuna intervención de los paramédicos la hicieron volver en sí.

La mujer me confiesa al aire que una de los elementos que le aferró a esta vida fue la poesía, la poesía traída y evidenciada en mi programa, entre ella, mi obra.

Mis compañeros de transmisión y un servidor nos quedamos impactados.

El testimonio de la dama ahonda genuinamente en el valor vital de la poesía.

Sus palabras nos llevan a un terreno en el que sobra la pose pseudo intelectual y la arrogancia artística.

El testimonio saca la pulpa viva de la vena poética.

La poesía toca fibras íntimas porque se cultiva en terrenos de la lengua y la imaginación.

El poeta trae a colación situaciones y entornos que le ponen a ras del colega, del amigo, del cómplice, del padre, de la madre, del hermano.

El poeta se desnuda en la plaza pública y provoca que cada quien reconozca su pobreza y su desnudez.

Ya desnudos, reconocemos nuestro origen, nuestra fragilidad, nuestra impericia y nuestra posibilidad de volar.

La poesía se convierte entonces en la piel desnuda, en los harapos y las alas que rompiendo el viento permiten que por unos minutos recordemos nuestro origen mítico.

La poesía es carga y descarga, anuncio y denuncia, es prospectiva e historia, es decir: ¡sí!; cuando por dentro los miedos acuchillan para gritar: ¡no!

Meses atrás, cuando inició la pandemia, empecé a escribir una serie de artículos en torno al valor social de la poesía, a la fraternidad poética, a la resistencia desde los versos.

Hoy, cuando las muertes provocadas por el bicho proveniente de oriente se han vuelto algo que ya no asombra ni conmueve; me cimbro ante el testimonio de una mujer que de frente comparte la relevancia de la poesía para seguir en esta vida.

Me deja sin palabras.

Nos deja sin palabras.

Minutos más tarde mis colegas de transmisión compartiríamos entre sí este shock.

Todavía noqueados concluimos el programa y guardamos en nuestro ser la enorme responsabilidad de asumirse poetas y decir que lo que hacemos es poesía.

En efecto, la poesía es enorme responsabilidad para quien la asume como tal y para quien la bebe sin reserva, porque la poesía es vida y por ello al encanto que encierra para todos. ¿O no?

Vale la pena darse cuenta. Vale la pena intentarlo.

Nos vemos en mi próxima entrega. Hasta entonces.

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