No sé qué pueden haber llegado a pensar los deudos de las 829 víctimas de la banda terrorista ETA, tras visionar la primera entrevista al Secretario General de Podemos en la cadena pública nacional, pero en lo que a mí respecta yo no he podido evitar sentir cierta vergüenza ajena al escuchar al periodista que le interpelaba esa manera de frivolizar con una noticia que a los damnificados del terrorismo aberzale no les tiene que sonar a otra cosa más que a decepción.
Sólo el atolondramiento o unas ganas enormes de medrar, todavía más, a fuerza de abochornar a los telespectadores, puede explicar que Sergio Martín Herrera se excediese faltando al respeto a aquel personaje que entonces tenía delante. Pasándose por el forro de las entretelas el código deontológico de la profesión periodística, obvió que el protagonista no era el director del Canal 24 Horas sino el profesor de Políticas de la Complutense, Pablo Iglesias, que gentil o interesadamente, eso ahora es lo de menos, se había puesto en sus manos desde el principio de la entrevista.
Joven y con más ínfulas que cualquier graduado de su promoción, el zamorano llegó a la cadena pública tras brillar en las ondas hertzianas, primero en los Informativos de Radio Nacional de España, y después como colaborador habitual en diferentes programas de la cadena, trabajo que le valió para llegar a hacerse acreedor del Premio Larra que concede la Asociación de la Prensa de Madrid.
Como queda patente, no estamos hablando de cualquier reportero de tres al cuarto sino de un profesional de reconocido prestigio, que no tenía obligación alguna ni tampoco necesidad de tener que exponerse a quedar en evidencia ante las cámaras televisivas, por culpa –quiero creer- de un exceso de celo mal entendido.
Para Iglesias, que se las prometía felices tras conseguir que Televisión Española decidiese por fin incluir a Podemos en su parrilla, tuvo que ser una penosa experiencia sin duda.