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¿Cuántas veces tiene que reivindicar la autoría de los atentados del 11 de Septiembre Bin Laden para que los artistas de las conspiraciones dejen de culpar a todo hijo de vecino menos a él?

Vaya, el tiempo vuela cuando Bin Laden está criando malvas

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Mientras debatíamos esta semana en la Universidad de Connecticut en Stamford, el afamado analista del terrorismo y catedrático de la Universidad de Georgetown Bruce Hoffman me recordó lo que de lo contrario se me habría pasado: ayer fue el décimo aniversario del último vídeo del difunto líder de Al Qaeda Osama bin Laden. Parece que era ayer cuando la programación se interrumpía con el avance informativo que anunciaba un nuevo mensaje de Bin Laden.

El aniversario del último vídeo de Bin Laden debería de recordarnos un buen número de puntos:

Cada mensaje que difundía Osama bin Laden pretendía justificar las acciones de Al Qaeda mediante nuevos agravios cambiantes. La inconsistencia de los diversos mensajes entre sí pone de manifiesto que para los terroristas islamistas, los agravios son sólo el aderezo, algo encaminado a desviar la atención de quienes realmente estén convencidos de que los incentivos y la diplomacia pueden derrotar al terror. El móvil de Al Qaeda o, a esos efectos, del terror del Estado Islámico no es ningún agravio concreto, sino más bien una ideología: el deseo de instaurar su visión de lo que vendría a ser un califato islámico perfecto.

¿Cuántas veces tiene que reivindicar la autoría de los atentados del 11 de Septiembre Bin Laden para que los artistas de las conspiraciones dejen de culpar a todo hijo de vecino menos a él? Qué frustrante ha de ser para los teóricos conspiracionistas de Oriente Próximo verse desbancados por universitarios estadounidenses aburridos e ingenuos y deseosos de llamar la atención.

El vídeo de Bin Laden fue preparado al parecer para influir sobre el resultado de las presidenciales estadounidenses de 2004, que se celebrarían a menos de una semana. Bin Laden puede ser historia, pero el régimen disfuncional y la táctica terrorista de valerse de los medios convencionales estadounidenses para influir en política no lo es. Mientras calienta la campaña de los comicios de 2016, esperemos que los medios estadounidenses no se permitan ser utilizados como tontos útiles de los terroristas mientras, al mismo tiempo, nosotros permanecemos atentos a lo que seguro vendrá al acercarse la jornada electoral de 2016.

Hay que dar a Obama el mérito que se merece: Matar a terroristas concretos se le da mucho mejor que hablar de matarlos. Dicho eso, la noción suscrita por los tertulianos Peter Beinart, Peter Bergen, Tom Friedman y similares de que la muerte de Bin Laden significaba el final de Al Qaeda fue ingenua y errónea, incluso si esas intervenciones son del gusto de Obama. El terrorismo no disminuyó con la muerte de Bin Laden; todo lo contrario.

Quizá sea un motivo más, una década más tarde de ser agraciados por última vez con el rostro de Bin Laden en vídeo, para poner el acento no tanto en el individuo como en la ideología que los mueve y ocupa los vacíos en los que prosperan. Es en esta última parte en donde las políticas de Obama resultan tan contraproducentes: Con su apoyo a las retiradas unilaterales, ha transformado Irak y está transformando Afganistán en un plató gigante de televisión para la próxima generación de Bin Ládenes.

Vaya, el tiempo vuela cuando Bin Laden está criando malvas

¿Cuántas veces tiene que reivindicar la autoría de los atentados del 11 de Septiembre Bin Laden para que los artistas de las conspiraciones dejen de culpar a todo hijo de vecino menos a él?
Michael Rubin
viernes, 7 de noviembre de 2014, 08:02 h (CET)
Mientras debatíamos esta semana en la Universidad de Connecticut en Stamford, el afamado analista del terrorismo y catedrático de la Universidad de Georgetown Bruce Hoffman me recordó lo que de lo contrario se me habría pasado: ayer fue el décimo aniversario del último vídeo del difunto líder de Al Qaeda Osama bin Laden. Parece que era ayer cuando la programación se interrumpía con el avance informativo que anunciaba un nuevo mensaje de Bin Laden.

El aniversario del último vídeo de Bin Laden debería de recordarnos un buen número de puntos:

Cada mensaje que difundía Osama bin Laden pretendía justificar las acciones de Al Qaeda mediante nuevos agravios cambiantes. La inconsistencia de los diversos mensajes entre sí pone de manifiesto que para los terroristas islamistas, los agravios son sólo el aderezo, algo encaminado a desviar la atención de quienes realmente estén convencidos de que los incentivos y la diplomacia pueden derrotar al terror. El móvil de Al Qaeda o, a esos efectos, del terror del Estado Islámico no es ningún agravio concreto, sino más bien una ideología: el deseo de instaurar su visión de lo que vendría a ser un califato islámico perfecto.

¿Cuántas veces tiene que reivindicar la autoría de los atentados del 11 de Septiembre Bin Laden para que los artistas de las conspiraciones dejen de culpar a todo hijo de vecino menos a él? Qué frustrante ha de ser para los teóricos conspiracionistas de Oriente Próximo verse desbancados por universitarios estadounidenses aburridos e ingenuos y deseosos de llamar la atención.

El vídeo de Bin Laden fue preparado al parecer para influir sobre el resultado de las presidenciales estadounidenses de 2004, que se celebrarían a menos de una semana. Bin Laden puede ser historia, pero el régimen disfuncional y la táctica terrorista de valerse de los medios convencionales estadounidenses para influir en política no lo es. Mientras calienta la campaña de los comicios de 2016, esperemos que los medios estadounidenses no se permitan ser utilizados como tontos útiles de los terroristas mientras, al mismo tiempo, nosotros permanecemos atentos a lo que seguro vendrá al acercarse la jornada electoral de 2016.

Hay que dar a Obama el mérito que se merece: Matar a terroristas concretos se le da mucho mejor que hablar de matarlos. Dicho eso, la noción suscrita por los tertulianos Peter Beinart, Peter Bergen, Tom Friedman y similares de que la muerte de Bin Laden significaba el final de Al Qaeda fue ingenua y errónea, incluso si esas intervenciones son del gusto de Obama. El terrorismo no disminuyó con la muerte de Bin Laden; todo lo contrario.

Quizá sea un motivo más, una década más tarde de ser agraciados por última vez con el rostro de Bin Laden en vídeo, para poner el acento no tanto en el individuo como en la ideología que los mueve y ocupa los vacíos en los que prosperan. Es en esta última parte en donde las políticas de Obama resultan tan contraproducentes: Con su apoyo a las retiradas unilaterales, ha transformado Irak y está transformando Afganistán en un plató gigante de televisión para la próxima generación de Bin Ládenes.

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