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Carta a Pablo Iglesias

Usted, señor Iglesias, no tendrá más remedio que pactar con la casta
Francisco Morales Lomas
miércoles, 5 de noviembre de 2014, 08:40 h (CET)
Señor Pablo Iglesias: supongo que se halla muy gozoso después de que en una semana ha matado dos pájaros de un tiro: ha logrado pasar de líder a dios democráticamente elegido, adalid y guía, desde el asamblearismo anárquico inicial y el silencio de sus díscolos opositores, desbancando además a la casta y colocándose como primera fuerza política en intención directa de voto.

Ha hecho confluir en su Podemos y en usted mismo la cólera, la ira y la indignación de las clases medias y populares. Esas que están pagando con sus impuestos el salvavidas bancario y la deuda. Pero debe usted saber que todavía la casta está ahí. Usted representa a una cuarta parte de los ciudadanos, sin embargo, hay tres cuartas partes que no lo quieren a usted ni en pintura.

Sí ha alcanzado realmente algo muy importante: canalizar el voto de cabreo y hacer que este, en lugar de estar en las plazas y en las calles perdido en la mera protesta, se convierta en alternativa política, se organice y participe en las instituciones democráticamente. Usted ha conseguido el triunfo de la democracia y que de nuevo haya muchos ciudadanos que vuelvan a creer en esta como el mejor sistema posible. Es evidente que sus enemigos no se lo van a reconocer nunca porque le tienen miedo y piensan continuamente en Venezuela cuando lo ven. Debe saber usted, señor Iglesias, que el camino es arduo y lleno de trampas. Ustedes ahora mismo son jóvenes con afanes y esperanzas. Algo desesperadamente positivo en una sociedad, porque sin esta los pueblos fenecen, pero no caigan en la pureza. Ustedes están en la valla del poder colgados y tienen concertinas barbadas por todas partes. Sus enemigos van a colocar bombas-lapa en su camino, tendrá traiciones y desventuras… Sus enemigos no van a cejar hasta que no vean a los primeros corruptos de Podemos haciendo el paseíllo a los calabozos. Ustedes están vírgenes y la virginidad es un valor para la santidad, pero deben saber que de dineros, amistad y santidad, la mitad de la mitad. Y que el mundo se está quedando sin genios: Einstein se murió, Beethoven se quedó sordo, y a mí me duele la cabeza.

Usted, señor Iglesias, no tendrá más remedio que pactar con la casta. Esa casta que ahora es casta y luego no sabemos qué será cuando pacte con ella.

Usted, señor Iglesias, recibirá quizá el mandato de dirigir este país, un país antiguo, con su historia ostentosa, sus desaguisados, sus grandes logros, sus sangres derramadas y una mala leche a prueba de balas.

Todo esto somos, señor Iglesias, pero le agradecemos que haya removido esta miasma, esta cloaca, y de nuevo haya introducido el pensamiento en una sociedad muerta.

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