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Un rey tenía diez perros salvajes (o hienas) que utilizaba para castigar a sus sirvientes cuando cometían errores. La sentencia era terrible: ser arrojado a los perros para que lo devoraran. Uno de los sirvientes más antiguos, que había servido al rey durante diez años, cometió un error y fue condenado a sufrir el mismo destino.
En tiempos de oscuridad interior, cuando la depresión parece borrar los colores de la vida, cuidarse puede sonar casi imposible. Sin embargo, esos pequeños gestos cotidianos de autocuidado se convierten en actos de resistencia: una manera de decirle a la tristeza que no tiene la última palabra.
Algo se quiebra dentro cuando se apaga la voz de quien te cantó al oído los secretos de la juventud. No es solo la tristeza por la desaparición de la persona, por Manuel de la Calva; es la certeza de que una parte irrecuperable de tu biografía, de nuestra biografía colectiva, se desvanece para siempre.
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