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Muchas de las intervenciones que ha ordenado Obama atacan inmuebles vacíos

El problema pendiente que reviste el despliegue de efectivos regulares

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Una cada cada vez más nutrida de analistas, Generales y hasta secretarios del gabinete que pasaron por la administración del Presidente Obama dan a entender que el objetivo pœblico de Obama de "desmantelar y destruir definitivamente" el Estado Islámico de Irak y Siria no va a obrarse fuerza aérea mediante exclusivamente. Podrá ser el caso, aunque también es cierto que Obama no ha hecho uso de las fuerzas aéreas en toda su extensión. Dar lectura a una circular de prensa del Pent‡gono es leer los atestados de cinco, seis o siete ataques selectivos.

Teniendo en cuenta que un portaviones puede poner en el aire un caza cada 30-40 segundos, esto sugiere que la administración Obama dedica en la pr‡ctica el equivalente a 3 — 4 minutos de zafarrancho del portaviones a alcanzar sus objetivos. E incluso entonces, muchas de las intervenciones que ha ordenado Obama (y el Presidente ha manifestado que da el visto bueno a cada intervenci—n selectiva llevada a cabo dentro de Siria) atacan inmuebles vacíos o equipo alejado de los frentes de combate.

Pero si bien los efectivos regulares desplegados son imprescindibles con una campaña aérea intensiva, hay un problema que es irresoluble, y es la personalidad y la total ausencia de compromiso por parte del jefe del ejecutivo. El presidente Obama exhibe el equivalente estratégico a un cuadro de desorden por déficit de atención. A pesar de su intervenci—n del 10 de septiembre, no está claro que está verdaderamente decidido a desarticular el Estado Isl‡mico o si reacciona simplemente al repunte de la indignación entre la opinión pœblica tras el asesinato de James Foley.

No se lleve a error con esto: Personalmente opino que la derrota del Estado Islámico de Irak y Siria es un interés nacional apremiante, y que el objetivo no debería ser simplemente "la desradicalización" de sus guerrilleros, sino más bien su ajusticiamiento. Dicho eso, no hay nada m‡s peligroso para ningœn pelotón potencial que desplegarse en zona de guerra sin un consenso general entre su opinión pœblica en torno a su misión, y tener a un comandante en jefe que recibe de forma consistente las peticiones de refuerzo sobre el terreno con indecisión y que incumple el que los mandos sobre el terreno consideran su nœmero de efectivos mínimo para satisfacer los objetivos básicos.

¿Qué puede hacerse? Por desgracia, con un referente tan deslucido en la Casa Blanca y el Congreso, no hay respuesta buena. Pero los que forman parte del ejército y ponen en peligro su integridad física no deberían ser una pelota en el tejado de nadie. Por el momento, sin embargo, ése es justamente el trato que presidente y ciertos congresistas de ambas formaciones les despachan, a ellos y al problema del Estado Islámico. Hasta que haya dedicación y responsabilidad tanto por parte de la Casa Blanca como en el Congreso, y el reconocimiento de que la intervención militar no puede administrarse a través de sondeos ni calendarios políticos, desplegar efectivos sobre el terreno es temerario. Con independencia de lo necesarios que puedan ser y de lo decidido que está el Estado Islámico de Irak y Siria a atentar en Estados Unidos, desplegar efectivos regulares sin una dirección rigurosa ser’a algo imprudente. Nunca más debería de producirse un despliegue de efectivos terrestres sin consenso pol’tico y amplio apoyo entre la opinión pœblica. Si éstos brillan por su ausencia y nosotros hemos de pagar el pato, que entonces sea "una oportunidad docente" de las que hablaba Obama en el escándalo del profesor de Harvard Henry Louis Gates para enseñar a la opinión pœblica la importancia de la libertad y la naturaleza del mal al que Estados Unidos ha de plantar cara.

El problema pendiente que reviste el despliegue de efectivos regulares

Muchas de las intervenciones que ha ordenado Obama atacan inmuebles vacíos
Michael Rubin
miércoles, 15 de octubre de 2014, 07:39 h (CET)
Una cada cada vez más nutrida de analistas, Generales y hasta secretarios del gabinete que pasaron por la administración del Presidente Obama dan a entender que el objetivo pœblico de Obama de "desmantelar y destruir definitivamente" el Estado Islámico de Irak y Siria no va a obrarse fuerza aérea mediante exclusivamente. Podrá ser el caso, aunque también es cierto que Obama no ha hecho uso de las fuerzas aéreas en toda su extensión. Dar lectura a una circular de prensa del Pent‡gono es leer los atestados de cinco, seis o siete ataques selectivos.

Teniendo en cuenta que un portaviones puede poner en el aire un caza cada 30-40 segundos, esto sugiere que la administración Obama dedica en la pr‡ctica el equivalente a 3 — 4 minutos de zafarrancho del portaviones a alcanzar sus objetivos. E incluso entonces, muchas de las intervenciones que ha ordenado Obama (y el Presidente ha manifestado que da el visto bueno a cada intervenci—n selectiva llevada a cabo dentro de Siria) atacan inmuebles vacíos o equipo alejado de los frentes de combate.

Pero si bien los efectivos regulares desplegados son imprescindibles con una campaña aérea intensiva, hay un problema que es irresoluble, y es la personalidad y la total ausencia de compromiso por parte del jefe del ejecutivo. El presidente Obama exhibe el equivalente estratégico a un cuadro de desorden por déficit de atención. A pesar de su intervenci—n del 10 de septiembre, no está claro que está verdaderamente decidido a desarticular el Estado Isl‡mico o si reacciona simplemente al repunte de la indignación entre la opinión pœblica tras el asesinato de James Foley.

No se lleve a error con esto: Personalmente opino que la derrota del Estado Islámico de Irak y Siria es un interés nacional apremiante, y que el objetivo no debería ser simplemente "la desradicalización" de sus guerrilleros, sino más bien su ajusticiamiento. Dicho eso, no hay nada m‡s peligroso para ningœn pelotón potencial que desplegarse en zona de guerra sin un consenso general entre su opinión pœblica en torno a su misión, y tener a un comandante en jefe que recibe de forma consistente las peticiones de refuerzo sobre el terreno con indecisión y que incumple el que los mandos sobre el terreno consideran su nœmero de efectivos mínimo para satisfacer los objetivos básicos.

¿Qué puede hacerse? Por desgracia, con un referente tan deslucido en la Casa Blanca y el Congreso, no hay respuesta buena. Pero los que forman parte del ejército y ponen en peligro su integridad física no deberían ser una pelota en el tejado de nadie. Por el momento, sin embargo, ése es justamente el trato que presidente y ciertos congresistas de ambas formaciones les despachan, a ellos y al problema del Estado Islámico. Hasta que haya dedicación y responsabilidad tanto por parte de la Casa Blanca como en el Congreso, y el reconocimiento de que la intervención militar no puede administrarse a través de sondeos ni calendarios políticos, desplegar efectivos sobre el terreno es temerario. Con independencia de lo necesarios que puedan ser y de lo decidido que está el Estado Islámico de Irak y Siria a atentar en Estados Unidos, desplegar efectivos regulares sin una dirección rigurosa ser’a algo imprudente. Nunca más debería de producirse un despliegue de efectivos terrestres sin consenso pol’tico y amplio apoyo entre la opinión pœblica. Si éstos brillan por su ausencia y nosotros hemos de pagar el pato, que entonces sea "una oportunidad docente" de las que hablaba Obama en el escándalo del profesor de Harvard Henry Louis Gates para enseñar a la opinión pœblica la importancia de la libertad y la naturaleza del mal al que Estados Unidos ha de plantar cara.

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