Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Pedro Sánchez | Política | Reflexión
Un amable recuerdo de Miguel Ángel Oliver

Sapos cancioneros y partes meteorológicos

|

Al final de las sesudas intervenciones “castristas” de Pedro Sánchez (por ahora anda por los 60 minutos y aumentando) aparece un señor con barbita canosa, algo fondón, cara inexpresiva y gafas de concha, que, según me cuentan, ostenta el impresionante cargo de Secretario de Estado de Comunicación. Su principal cometido en esas particulares ruedas de prensa, en las que no hay prensa ni rueda ni nadie excepto “ellos”, consiste en “filtrar” las supuestas preguntas formuladas por los diversos medios de comunicación sobre la triste crisis del coronavirus, quienes se han de conformar con las migajas que ese señor de mirada de tiburón y barbita rala decide arrojarles, como si de extraviadas palomas se tratasen.

Por cierto, ahora que recuerdo… ¡Yo conozco a ese señor! Creo que se llama Miguel Ángel Oliver o algo parecido y pertenece a esa generación de periodistas que, a falta de haber escrito más allá de unos pocos párrafos en su vida, les encanta escuchar su voz impostada o verse en el monitor que les devuelve, cual Narciso en la fuente, su imagen televisada. Son “los muñecos” o “cabezas parlantes” de la tele, a los que rara vez se los ve de cuerpo entero. Los teleñecos de carne y hueso.

Rebuscando en mi memoria, recuerdo que paraba el señorín en la misión arqueológica con la que yo, allá por 2011, andaba colaborando. Vino invitado con su hijo adolescente y yo les cedí mi habitación para que no tuvieran que desplazarse a una segunda e incómoda casa, no lejos del embarcadero de la orilla occidental del Nilo, en Luxor. Durante las comidas y cenas que compartimos durante unos pocos días (siendo los anfitriones los propios directores de la misión, un matrimonio cuyo nombre omitiré de manera caritativa, y en compañía de un egiptólogo amigo del que tampoco daré el nombre por respeto) Oliver se comportó como aquel divertido personaje de José Mota: el meteorólogo que te encuentras en el ascensor y… ¡Ay de ti como se te ocurra preguntarle por el tiempo que se prevé para mañana, porque estarás perdido! No sólo improvisará el parte del día entre piso y piso, sino que te detallará el estado de la mar, las precipitaciones de nieve en las pistas de esquí y hasta el estado de las cosechas de cereales o de la vendimia. Dará al botón de subir y después al de bajar cuantas veces haga falta, hasta dejarte exhausto y con las isobaras saliéndote por las entretelas.

Pertenece, pues, el caballero a la cofradía de los “pelmas con renombre”. Le padecimos cuatro o cinco días en los que fuimos víctimas de sus largas peroratas, trufadas de “socialismo trascendente”. Sólo cuando dormía o se hallaba entregado a la tarea de tomar fotos y videos de la excavación (material que luego colocaría en su programa de La Cuatro) nos daba un respiro que agradecíamos. Una noche, en la cena, decidió que los allí presentes pertenecíamos a la clase media baja y nada le debíamos a la Corona. “En fin -pensé yo- Menos mal que mañana os vais, que si no iba a ser yo el que te diera el parte meteorológico”

La segunda y breve ocasión en la que tuve contacto – esta vez epistolar- con el personajín fue poco tiempo después, cuando, a raíz de la publicación de artículo mío en el que denunciaba las deplorables condiciones de seguridad de los trabajadores de la excavación, Oliver, que no había vuelto a hablar conmigo, publicó una carta abierta en la que me afeaba la conducta y me acusaba de deslealtad. Así, sin más; sin tan siquiera preguntarme qué había sucedido y cuáles eran mis razones para escribir lo que escribí.

Desde ese momento tuve claro al individuo (hasta entonces sólo le había considerado un pelmazo) ya que cualquier profesional que se precie sabe que siempre se debe escuchar a la otra parte. Me puso a parir y se quedó tan ancho.

El ahora flamante Secretario de Estado quedaba, en mi opinión, bien definido: no sólo era capaz (y muy capaz) de aburrir a las marmotas, sino que era un mal periodista. Jamás contestó a mi réplica; actitud de silencio que es bastante habitual entre los que tiran la piedra y esconden la mano.

Ahora me hace gracia verlo en esas pseudo ruedas de prensa, ejerciendo de demiurgo o, mejor, de sapo cancionero de los que tratan que comulguemos con ruedas de molino y asintamos contentos.

Sapos cancioneros y partes meteorológicos

Un amable recuerdo de Miguel Ángel Oliver
Luis del Palacio
jueves, 26 de marzo de 2020, 15:52 h (CET)

Al final de las sesudas intervenciones “castristas” de Pedro Sánchez (por ahora anda por los 60 minutos y aumentando) aparece un señor con barbita canosa, algo fondón, cara inexpresiva y gafas de concha, que, según me cuentan, ostenta el impresionante cargo de Secretario de Estado de Comunicación. Su principal cometido en esas particulares ruedas de prensa, en las que no hay prensa ni rueda ni nadie excepto “ellos”, consiste en “filtrar” las supuestas preguntas formuladas por los diversos medios de comunicación sobre la triste crisis del coronavirus, quienes se han de conformar con las migajas que ese señor de mirada de tiburón y barbita rala decide arrojarles, como si de extraviadas palomas se tratasen.

Por cierto, ahora que recuerdo… ¡Yo conozco a ese señor! Creo que se llama Miguel Ángel Oliver o algo parecido y pertenece a esa generación de periodistas que, a falta de haber escrito más allá de unos pocos párrafos en su vida, les encanta escuchar su voz impostada o verse en el monitor que les devuelve, cual Narciso en la fuente, su imagen televisada. Son “los muñecos” o “cabezas parlantes” de la tele, a los que rara vez se los ve de cuerpo entero. Los teleñecos de carne y hueso.

Rebuscando en mi memoria, recuerdo que paraba el señorín en la misión arqueológica con la que yo, allá por 2011, andaba colaborando. Vino invitado con su hijo adolescente y yo les cedí mi habitación para que no tuvieran que desplazarse a una segunda e incómoda casa, no lejos del embarcadero de la orilla occidental del Nilo, en Luxor. Durante las comidas y cenas que compartimos durante unos pocos días (siendo los anfitriones los propios directores de la misión, un matrimonio cuyo nombre omitiré de manera caritativa, y en compañía de un egiptólogo amigo del que tampoco daré el nombre por respeto) Oliver se comportó como aquel divertido personaje de José Mota: el meteorólogo que te encuentras en el ascensor y… ¡Ay de ti como se te ocurra preguntarle por el tiempo que se prevé para mañana, porque estarás perdido! No sólo improvisará el parte del día entre piso y piso, sino que te detallará el estado de la mar, las precipitaciones de nieve en las pistas de esquí y hasta el estado de las cosechas de cereales o de la vendimia. Dará al botón de subir y después al de bajar cuantas veces haga falta, hasta dejarte exhausto y con las isobaras saliéndote por las entretelas.

Pertenece, pues, el caballero a la cofradía de los “pelmas con renombre”. Le padecimos cuatro o cinco días en los que fuimos víctimas de sus largas peroratas, trufadas de “socialismo trascendente”. Sólo cuando dormía o se hallaba entregado a la tarea de tomar fotos y videos de la excavación (material que luego colocaría en su programa de La Cuatro) nos daba un respiro que agradecíamos. Una noche, en la cena, decidió que los allí presentes pertenecíamos a la clase media baja y nada le debíamos a la Corona. “En fin -pensé yo- Menos mal que mañana os vais, que si no iba a ser yo el que te diera el parte meteorológico”

La segunda y breve ocasión en la que tuve contacto – esta vez epistolar- con el personajín fue poco tiempo después, cuando, a raíz de la publicación de artículo mío en el que denunciaba las deplorables condiciones de seguridad de los trabajadores de la excavación, Oliver, que no había vuelto a hablar conmigo, publicó una carta abierta en la que me afeaba la conducta y me acusaba de deslealtad. Así, sin más; sin tan siquiera preguntarme qué había sucedido y cuáles eran mis razones para escribir lo que escribí.

Desde ese momento tuve claro al individuo (hasta entonces sólo le había considerado un pelmazo) ya que cualquier profesional que se precie sabe que siempre se debe escuchar a la otra parte. Me puso a parir y se quedó tan ancho.

El ahora flamante Secretario de Estado quedaba, en mi opinión, bien definido: no sólo era capaz (y muy capaz) de aburrir a las marmotas, sino que era un mal periodista. Jamás contestó a mi réplica; actitud de silencio que es bastante habitual entre los que tiran la piedra y esconden la mano.

Ahora me hace gracia verlo en esas pseudo ruedas de prensa, ejerciendo de demiurgo o, mejor, de sapo cancionero de los que tratan que comulguemos con ruedas de molino y asintamos contentos.

Noticias relacionadas

La libertad de expresión es un derecho fundamental que abarca las libertades de opinión, información y prensa, es esencial para ejercer otros derechos humanos y participar activamente en una sociedad libre y democrática, pero lo mismo en España que toda Europa, este derecho se enfrenta a desafíos y tensiones debido a la censura y a las restricciones.

Tras conocer por la prensa que un juzgado ha abierto diligencias de investigación por una denuncia contra su esposa, el presidente del Gobierno ha publicado una carta abierta dirigida a la ciudadanía en el antiguo Twitter, en la que afirma que: "Vive con impotencia el fango que se esparce sobre su mujer", y se pregunta si debe continuar o renunciar, motivo por el cual cancela su agenda, y se da de plazo hasta el próximo lunes, para meditar su futuro.

Pedro Sánchez habría dado por amortizada la actual legislatura y, con un golpe de efecto, anunciará presumiblemente el 29 de abril el adelanto de las Elecciones Generales para el próximo otoño, con la esperanza de renacer cual Ave Fénix y obtener unos resultados que le permitan conformar un Gobierno en solitario tras fagocitar los restos del naufragio de la efímera candidatura unitaria de izquierdas Sumar y con apoyos externos de los grupos nacionalistas periféricos.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto