Al parecer, la corrupción se ha convertido en el ‘deporte’ más habitual de Bankia y otras entidades bancarias. Se sospechaba sobre la existencia de cuestiones raras, pero la realidad ha sido más dura. El fraude y el escándalo perecen ser de envergadura. Tarjetas descontroladas en manos de irresponsables puestos a dedo por partidos políticos y sindicatos. Y no hablamos de unos pocos miles de euros desviados sino de millones. Cuentan que hasta el presidente de la Audiencia Nacional, Fernando Andreu, se ha llevado las manos a la cabeza al conocer el informe de la Fiscalía Anticorrupción. Han sido nueve años de vida lujuriosa y gastos desorbitados, pero ya están en la red de encausados. Lo devuelvan, o no, los delitos ahí están. Está claro que hay contabilidades que es mejor no conocerlas, a veces, porque cuando se conocen en forma de errores informáticos hay que reconocer que no tienen justificación de ningún tipo.
Otra vez, en un nuevo caso de corruptelas, abusos y vidorra a costa del contribuyente e inversor, se ven inmersos los de siempre: miembros del PP, PSOE, IU, sindicatos,… Y además, ninguno de ellos ha declarado ante Hacienda ese abuso. ¿Alguien se cree que Hacienda somos todos? Yo diría que, como mucho, todos los incautos, pero nada más. Este nuevo caso de corrupción no es el que ha hundido a Bankia, pero alguien tiene que responder de esos veinticuatro o veinticinco mil millones que ha inyectado el Banco de España. Tanto listillo se ha mofado del Banco de España y de lo que se conoce como proceso de normalización bancaria que, dicho sea de paso, no ha sido tal. Y ya que estamos en ello, no estaría de más que se investigaran los presuntos y turbios trapicheos de lo que era Caja España, después integrada en Banco Ceiss y hoy dentro de la órbita de Unicaja.
Las tarjetas de los abusos estaban en posesión de irresponsables y desalmados porque 15 millones han dado para mucho: simples compras, gastos lujosos y tal vez empleadas, también, en actividades no confesables. La investigación se inicia ahora y no es el momento de soltar la investigación. Estamos en años electorales y, de no hacerse ahora, se dejará la investigación una vez que tenga la “casta” el voto en su poder. Además de esas tarjetas lujuriosas, esta gente que casi asciende al centenar tenía un salario muy encima de los 300.000 euros al año y a ello se añadían dietas y otros provechos. ¡Joder, qué tropa más indigna!
Duele escuchar a Pablo Abejas: "Soy una víctima, porque me destituyen por una ilegalidad que no he cometido. Me señalan a mí, que no estoy ni imputado ni encausado en nada cuando todo el mundo sabía lo de las tarjetas de crédito desde 1987, incluido el Banco de España, los auditores externos e internos y los inspectores de la Agencia Tributaria". El escándalo no puede ser mayor. De alguna forma me recuerda otros escándalos en forma de subordinadas y preferentes. Y también otras entidades bancarias. Sin duda, el tema de pone interesante y cada día huele peor.
Cada vez nos dan más pistas a la ciudadanía para escaquear a Hacienda cuanto podamos; al fin y al cabo, por mucho que escondamos nunca llegaremos a esos niveles de escándalo. Solo falta que salgan en la lista de usuarios de las tarjetas altos cargos del Banco España, del Frob y de la inspección tributaria. Entonces sí que nos darán motivos para ignorarlos en prisión (nunca irán allí, porque en este país la ley no es igual para todos ni todos somos iguales), arrojar longanizas a la puerta de esas instituciones y llamarlos ladrones con mayúsculas.
Por cierto, ¿Qué dirán ahora quienes han sido estafados en subordinadas y preferentes? ¿Deberían plantarse en el domicilio personal de esta gente deshonesta con ‘armamento dialéctico’? Pues claro. Y ya verán cómo no pasa mucho tiempo sin que eso suceda. ¡Qué vergüenza! ¡Qué cara más dura! ¡Qué morro más sobresaliente?