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Santi Benítez

¿Quintacolumnismo periodístico?

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He visto un debate en televisión sobre la crispación política en nuestro país. Fue bastante interesante, teniendo en cuenta que el día anterior me tragué uno en la Sexta con el iletrado de Pío Moa de por medio. y digo que fue interesante porque los dos periodistas que intervenían, también columnistas, de tendencias absolutamente contrarias, fueron muy correctos, e incluso llegaron a puntos de vista comunes, cosa harto rara en los tiempos que corren. Me sorprendió gratamente que ambos coincidieran al decir que, en general, las columnas de los periódicos de este país estaban llenas de palabras, no así de argumentos. Y yo coincido con ellos, hasta cierto punto, porque me hubiera gustado preguntarles que argumentarían ellos para responder a cosas como el artículo "El homófobo", de la nacionalcatólica Nuria Van Den Berghe, o al vídeo de "inseguridad ciudadana" del PP, cuando las imágenes que muestra o son de su etapa en el gobierno o de Colombia. Muy posiblemente me dirían que ese tipo de cosas se definen y argumentan a si mismas en lo que valen. Y tendrían razón, lo que no quita que me repateen el hígado y así lo exprese cuando escribo.

En general, el tema de la crispación política que, por supuesto, se ha trasladado al ciudadano de a pie, tiene su miga si se mira con perspectiva y nos damos cuenta de que esto no se veía desde hacía mucho. Tiene incluso su gracia que ciertos programas televisivos hablen de guerra de medios tomando como ejemplo al pobre diablo de Jiménez LoSantos, y luego, en un debate, los periodistas que intervienen digan que para no beber cicuta desde por la mañana lo mejor es cambiar el dial de la radio, al igual que no se debe confundir amarillismo con periodismo de investigación. Y, vuelvo a repetir, no puedo estar más de acuerdo, hasta cierto punto. Porque si desear no beber cicuta desde por la mañana significa que LoSantos diga lo que le dé la gana y nadie conteste desde su columna a las barbaridades que dice, o que como todo dios sabe que el Mundo suelta batatas amarillas del tamaño de camiones nadie le va a contestar desde su columna diciendoles que mienten más que Pinocho ante la visión de un hacha. Pues como que prefiero la cicuta y que no me salga una úlcera.

Es posible que tengan razón al decir que existe atrincheramiento periodístico, pero yo diría más bien que es un atrincheramiento social, es decir, general. No negaré que es cierto, que frente a la razón de las partes está la verdad, que es lo que han de buscar los periodistas. Pero es que para un columnista, aunque pueda parecer extremo, lo que existe es su punto de vista y la exposición del mismo, la mayoría de la veces equivocado, las menos sesgado y las muy menos interesado. En su conciencia queda reconocerlo, cuando se equivoca, permitir o no permitir que su opinión, ya de por si subjetiva, obvie los hechos, o que el sueldo convierta su columna en un vertedero a favor o en contra de aquello que se le manda en el editorial.

Un buen amigo, columnista de la Razón, me decía que era imposible, desde la independencia del espacio propio que comprende la exposición pública de nuestra opinión, defender ciertas cosas sin que se le caiga a uno la cara de vergüenza como demócrata y como ciudadano. Y me consta, aunque no suelo coincidir con sus opiniones, que él jamás ha defendido nada que vulnerara ese principio. Como columnistas todos sabemos quienes se equivocan, quienes sesgan la información para poder redondear un artículo, y quién miente sin siquiera ruborizarse para vender más periódicos, crear polémica y crispación ficticia para publicar libros que harían vomitar a una cabra. Y, aunque estos últimos no lo crean, la mayoría de los ciudadanos también lo saben. Es el problema de los mentirosos, que tratar de tonto a aquel al que se le miente no significa que esa persona sea tonta, o que la mentira vaya a ser creída por alguien.

¿Oíste, Pío Moa?

Suena de fondo "Master of Puppets", de Metallica.

Buenas noches, y buena suerte.

¿Quintacolumnismo periodístico?

Santi Benítez
Santi Benítez
miércoles, 22 de noviembre de 2006, 22:58 h (CET)
He visto un debate en televisión sobre la crispación política en nuestro país. Fue bastante interesante, teniendo en cuenta que el día anterior me tragué uno en la Sexta con el iletrado de Pío Moa de por medio. y digo que fue interesante porque los dos periodistas que intervenían, también columnistas, de tendencias absolutamente contrarias, fueron muy correctos, e incluso llegaron a puntos de vista comunes, cosa harto rara en los tiempos que corren. Me sorprendió gratamente que ambos coincidieran al decir que, en general, las columnas de los periódicos de este país estaban llenas de palabras, no así de argumentos. Y yo coincido con ellos, hasta cierto punto, porque me hubiera gustado preguntarles que argumentarían ellos para responder a cosas como el artículo "El homófobo", de la nacionalcatólica Nuria Van Den Berghe, o al vídeo de "inseguridad ciudadana" del PP, cuando las imágenes que muestra o son de su etapa en el gobierno o de Colombia. Muy posiblemente me dirían que ese tipo de cosas se definen y argumentan a si mismas en lo que valen. Y tendrían razón, lo que no quita que me repateen el hígado y así lo exprese cuando escribo.

En general, el tema de la crispación política que, por supuesto, se ha trasladado al ciudadano de a pie, tiene su miga si se mira con perspectiva y nos damos cuenta de que esto no se veía desde hacía mucho. Tiene incluso su gracia que ciertos programas televisivos hablen de guerra de medios tomando como ejemplo al pobre diablo de Jiménez LoSantos, y luego, en un debate, los periodistas que intervienen digan que para no beber cicuta desde por la mañana lo mejor es cambiar el dial de la radio, al igual que no se debe confundir amarillismo con periodismo de investigación. Y, vuelvo a repetir, no puedo estar más de acuerdo, hasta cierto punto. Porque si desear no beber cicuta desde por la mañana significa que LoSantos diga lo que le dé la gana y nadie conteste desde su columna a las barbaridades que dice, o que como todo dios sabe que el Mundo suelta batatas amarillas del tamaño de camiones nadie le va a contestar desde su columna diciendoles que mienten más que Pinocho ante la visión de un hacha. Pues como que prefiero la cicuta y que no me salga una úlcera.

Es posible que tengan razón al decir que existe atrincheramiento periodístico, pero yo diría más bien que es un atrincheramiento social, es decir, general. No negaré que es cierto, que frente a la razón de las partes está la verdad, que es lo que han de buscar los periodistas. Pero es que para un columnista, aunque pueda parecer extremo, lo que existe es su punto de vista y la exposición del mismo, la mayoría de la veces equivocado, las menos sesgado y las muy menos interesado. En su conciencia queda reconocerlo, cuando se equivoca, permitir o no permitir que su opinión, ya de por si subjetiva, obvie los hechos, o que el sueldo convierta su columna en un vertedero a favor o en contra de aquello que se le manda en el editorial.

Un buen amigo, columnista de la Razón, me decía que era imposible, desde la independencia del espacio propio que comprende la exposición pública de nuestra opinión, defender ciertas cosas sin que se le caiga a uno la cara de vergüenza como demócrata y como ciudadano. Y me consta, aunque no suelo coincidir con sus opiniones, que él jamás ha defendido nada que vulnerara ese principio. Como columnistas todos sabemos quienes se equivocan, quienes sesgan la información para poder redondear un artículo, y quién miente sin siquiera ruborizarse para vender más periódicos, crear polémica y crispación ficticia para publicar libros que harían vomitar a una cabra. Y, aunque estos últimos no lo crean, la mayoría de los ciudadanos también lo saben. Es el problema de los mentirosos, que tratar de tonto a aquel al que se le miente no significa que esa persona sea tonta, o que la mentira vaya a ser creída por alguien.

¿Oíste, Pío Moa?

Suena de fondo "Master of Puppets", de Metallica.

Buenas noches, y buena suerte.

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