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Opinión
Etiquetas | Brexit | Reino Unido | Boris Johnson
Durante las elecciones escribimos que si Corbyn no impedía que Johnson sacase una mayoría absoluta en la cámara de los comunes sus días como líder laborista estarían contados

La derrota de Jeremy Corbyn y la guerra civil del laborismo

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Desde que Inglaterra y Escocia crearon el Reino Unido en 1707 Gran Bretaña nunca ha sufrido una invasión o un cambio violento en el poder. Sin embargo, ahora en esta isla se desencadena una nueva guerra civil. No es esta una lucha fratricida entre Inglaterra y Escocia, cuyos gobiernos mantienen una relación pacífica pese a sus grandes diferencias y a los intentos de Edimburgo de separarse.

Esta tremenda contienda se da en torno a quien ha de suceder en el “trono” del partido con más miembros que haya podido tener esta isla y la Unión Europea. El laborismo es el único partido que supera el medio millón de asociados, una cifra mayor que la del resto de partidos pan-británicos juntos.

Hoy en este movimiento hay una descomunal crisis y batalla debido a la derrota en las elecciones generales del 12 de diciembre. Para Tony Blair, quien condujo 3 veces consecutivas a la victoria a este partido inclinándose hacia la derecha y el thatcherismo, ésta es la mayor catástrofe de su partido desde 1935. Se aduce ello pues es la primera vez desde que la bancada roja se ha reducido a apenas 203 miembros en la cámara de los comunes. Sin embargo, el laborismo obtuvo en diciembre 2019 el 32% de los votos, 2 puntos por encima de lo que este partido sacó bajo el liderazgo de Ed Milliband en 2015 y 3 puntos por encima del que lo logró en el 2010 bajo la conducción del entonces primer ministro Gordon Brown. El porcentaje que sacó Jeremy Corbyn en 2019 es apenas 3 puntos por debajo del último que consiguió Tony Blair cuando el 2005 venció con el 35%.

Un problema muy serio que tiene el sistema británico es que éste no toma en cuenta para nada elemento alguno de representación proporcional, pues aquí triunfa el que acumula más de los 650 distritos electorales, pues cada uno de ellos tiene su propio parlamentario. Lo importante no es solo sacar muchos votos sino derrotar en bancas a su inmediato rival.

Astucia de Johnson


El laborismo perdió debido a que Boris Johnson obtuvo una extraordinaria votación al llegar al 43.5% de los votos.

Siempre lo dijimos: el hombre que ganó 2 veces consecutivas la alcaldía de Londres al laborismo y que fue el responsable de ganarle a todos los líderes de los grandes partidos y primeros ministros vivientes en el referéndum europeo de junio 2016 es el mejor candidato que existe en estas islas.

Johnson logró triunfar porque supo sacar el impasse en que se encontraba conduciendo a sus rivales a que pisen su trampa y acepten su pedido de adelantar las elecciones generales. Johnson había querido evitar como sea un nuevo referéndum sobre Europa pues en éste hubiese perdido. Todas las fuerzas de Irlanda del Norte rechazan su plan de Brexit ya sea porque piden mantenerse en la UE o porque no están de acuerdo con crear tarifas y aranceles entre esa región y el resto del Reino Unido. En las últimas elecciones generales las fuerzas que apoyan un Brexit inmediato solo fueron respaldadas por uno de cada 4 escoceses, por 2 de cada 5 galeses y por 1 de cada 2 ingleses.

Johnson fue lo suficientemente astuto como para tentar a sus contrincantes a ir a una suerte de nuevo referéndum, pero no uno donde se debería ganar con el 50% más uno. Él transformó las elecciones generales del 12 de diciembre en un plebiscito entre quienes quieren realizar ya el Brexit y quienes siguen alargando el proceso. Y para ganar él solo requería sacar un poco más del 40% de los votos. Con esa maniobra, además, se evitó que en un posible nuevo referéndum se abriese el padrón electoral a los mayores de 16 años y a los ciudadanos europeos, tal y cual había ocurrido en el referéndum sobre la independencia escocesa del 2014.

Brexit


Corbyn pensaba que él podría sacar ventaja de la polarización entre una mitad de los británicos que quiere quedarse en la UE y la otra mitad que quiere salirse. Al fin de cuentas él en 1975 había sido uno de los líderes de la izquierda laborista que había hecho campaña contra el ingreso del Reino Unido a lo que entonces era el mercado común europeo.

Aún hoy los principales partidos trotskistas (como el socialista o el socialista de los trabajadores), George Galloway y otros exponentes del ala radical de la izquierda que se oponen a la UE. Para ellos ésta es una cueva de bandidos imperialista y un brazo de la OTAN que promueve a las multinacionales continentales, que ha realizado sangrientas guerras de expansión en los Balcanes, Libia, el Medio Oriente y Afganistán, y que ha patrocinado a movimientos fascistoides en Ucrania.

Sin embargo, de otro lado, la mayoría de la base electoral y la militancia laboristas, particularmente en Londres, son pro-europeos pues apoyan el libre tránsito, el mercado común y leyes laborales y ecológicas europeas.

Corbyn creía que él podría aparecer como el gran unificador del país que pasase por encima de esos dos polos y que buscase una salida intermedia centrándose en acabar con las políticas de austeridad. Su plan de salida de la UE era uno similar al de Noruega, otra monarquía constitucional que ha tenido décadas de gobiernos “socialistas democráticos”.

No obstante, ese plan era muy arriesgado. La primera alerta se dio durante las elecciones al parlamento europeo en mayo. Entonces, el laborismo perdió el primer lugar que tenía en las encuestas iniciales para acabar tercero a nivel del Reino Unido, segundo en su bastiones de Londres e Islington (el barrio y feudo de Corbyn), y quinto en Escocia (la patria de sus dos últimos primeros ministros, Tony Blair y Gordon Brown, y que fue una fortaleza roja hasta hace una década atrás).

Lo que le había quitado peso al laborismo es su indefinición ante la UE. Esta ambigüedad le había permitido a Corbyn saltar en las elecciones del 2017 del 30% en que le dejó Milliband al 40%. Entonces Corbyn adujo que fue uno de los mayores despegues electorales que haya tenido su partido en la historia.

Sin embargo, a medida que la cuestión europea ya llevaba más de 3 años desde los resultados del referéndum de junio 2016, más apremiante se hacía tener una respuesta muy clara.

Después de su traspiés en las euro-elecciones, Corbyn se animó a apoyar un referéndum confirmatorio, el cual solamente se debería dar tras que se le permitiese a él ir a una negociación previa con la UE. Luego, recién durante la campaña electoral navideña él afiló su propuesta diciendo que el nuevo primer ministro debería abstenerse en ese nuevo referéndum para poder gobernar en cualquiera de las posibles salidas vencedoras. A eso Johnson cuestionó como falta de liderazgo y una traición al Brexit que tanto pedía una parte del electorado laborista tradicional en el centro y norte de Inglaterra, a donde los conservadores, gracias a él, ganaron por primera vez en décadas.

Referéndum


Corbyn dos veces votó en contra el pedido de Johnson de adelantar las elecciones generales pero no quiso hacerlo por tercera vez a fin de no ser atacado de “gallina” tanto por los conservadores como por los nacionalistas escoceses y los liberales demócratas que pensaban que habían arrinconado al laborismo y que en unas justas anticipadas iban a golpear a sus contrincantes azules y rojos.

Las elecciones se centraron en el Brexit y, por ende, todas las propuestas sociales se quedaron sin tanto atractivo. Por más que Corbyn levantase consignas populares como abolir las matrículas universitarias, restituir el pago a las pensionistas mujeres nacidas en los cincuentas, elevar los sueldos y jubilaciones, crear un millón de nuevas casas subsidiadas y otro de empleos en la reconversión verde de la economía, y otras, su imagen se topaba con el dilema del Brexit.

Corbyn pudo contener el intento de los liberales demócratas de quitarle piso al proponer que él era el único en poder realizar un referéndum confirmatorio sobre el Brexit, pero eso no fue suficiente para hacer frente a la gran ola pro-Brexit del centro y norte de Inglaterra y a la tan anti-Brexit de Escocia.

En esas condiciones el laborismo se redujo de 7 a 1 banca por Escocia, país donde antes llegó a casi monopolizar toda su representación parlamentaria. Allí el Partido Nacional de Escocia (SNP) tenía un mensaje muy simple: Parar el Brexit. El manifiesto radical laborista en parte ya había sido materializado por el gobierno escocés del SNP pues en Escocia si hay educación universitaria y prescripciones médicas totalmente gratuitas.

De otro lado, en los bastiones rojos que fueron centros industriales, mineros y pesqueros los laboristas no podían hacer frente a la colosal ola que demandaba el Brexit para parar a lo que los locales de dichas zonas ven como la causa de su retroceso: la competencia de los productos y mano de obra provenientes de Europa y las tarifas de la UE que desfavorecen a la actividad pesquera y agropecuaria.

El error de Corbyn fue haber ido a unas elecciones generales sin haber despejado previamente el camino del drama del Brexit. Esto requería que el laborismo hubiese adoptado la política de llamar a un nuevo referéndum desde ANTES de las elecciones euro-parlamentarias de Mayo.

Esto último lo escribí en un extenso artículo académico detallando cómo las elecciones euro-parlamentarias habían hecho que el 42% de la población del Reino Unido votase por partidos pro-europeos y solo el 35% por partidarios del Brexit duro.

Cuando la primera ministra Theresa May empezó a proponer un Brexit blando con muchas concesiones al laborismo, incluyendo la posibilidad de llamar a un referéndum confirmatorio, ese era el momento de aceptar ello y hacer que el parlamento convoque a un referéndum en torno a si aceptaba ello o querer seguirse quedando en la UE.0

Luego, cuando Boris Johnson al debutar como primer ministro, perdió sus primeras 10 votaciones en el parlamento, se convirtió en el primer gobernante en ser amonestado por la corte suprema de justicia por suspender el parlamento, y luego perdió unas 3 decenas de miembros de su bancada (ya sea por renuncias o expulsiones), ese fue otro momento en el cual la oposición pufo haberse unido para convocar a un nuevo referéndum o para hacer que Kenneth Clarke, el conservador pro-europeo padre de la cámara, reemplazase a Johnson como primer ministro interino.

Al haber ido a unas elecciones generales sin que se hubiese dado un referéndum sobre el Brexit Corbyn cometió un grave error en favor de su rival Johnson:

1) Permitió que los conservadores le quitasen a los laboristas varios distritos tradicionales suyos que votaron contra la UE en el referéndum del 2016 tanto en Gales como en el centro y norte de Inglaterra.

2) Permitió que el SNP les pudiese decimar en Escocia casi eliminandolos de todas las bancas de dicho país en Westminster, y también que el liberalismo democrático creciese en más de 50% con respecto a su anterior votación (pasó del 7.4% del 2017 al 11.6% del 2019). Buena parte de los 8 puntos porcentuales menos que sacó el laborismo en el 2019 con respecto a las elecciones generales del 2017 fueron para esas fuerzas pro-europeas, mientras que otra parte del electorado laborista antieuropeo emigró hacia Johnson.

Corbyn, en vez de ser un puente entre los dos polos ante la UE quedó como un sándwich en medio de dos panes que le aplastaron.

Consecuencias del error


Durante las elecciones escribimos que si Corbyn no impedía que Johnson sacase una mayoría absoluta en la cámara de los comunes sus días como líder laborista estarían contados. Corbyn cometió el error de ir a unas elecciones donde no competía por ganar sino por evitar que Johnson no ganase por tanto. En el mejor de los casos a lo que él pudiese aspirar fuese a realizar un gobierno de minoría con el aval de parlamentarios nacionalistas escoceses, galeses e irlandeses, verdes y liberales demócratas. Una administración de ese tipo sería altamente inestable.

Corbyn debió haber evitado ir a elecciones hasta que se hubiese despejado y zanjado el asunto del Brexit en un referéndum. En uno que se diese entre la propuesta de Johnson y quedarse en la UE, Corbyn bien pudo haber unido a su base electoral y partidaria diciendo que de todos los males el menor es ir a una ruptura de la UE donde se pusiese en juego los derechos laborales y ecológicos europeos y el futuro de la paz en el norte de Irlanda.

Si en ese referéndum perdía Johnson su futuro estaba sellado y si ganaba habría que cambiar de estrategia y proponer un nuevo gobierno que aplique medidas contra la austeridad.

El resultado de ese serio equívoco puede conducir a que la izquierda laborista pierda su mejor posibilidad de haber reorientado al mayor partido socialdemócrata europeo, y en hacer que el laborismo explosione o se mueva nuevamente hacia una posición más de centro.

La guerra civil laborista acaba de empezar y todavía faltan muchas cabezas por rodar.

La derrota de Jeremy Corbyn y la guerra civil del laborismo

Durante las elecciones escribimos que si Corbyn no impedía que Johnson sacase una mayoría absoluta en la cámara de los comunes sus días como líder laborista estarían contados
Isaac Bigio
lunes, 23 de diciembre de 2019, 08:51 h (CET)

Desde que Inglaterra y Escocia crearon el Reino Unido en 1707 Gran Bretaña nunca ha sufrido una invasión o un cambio violento en el poder. Sin embargo, ahora en esta isla se desencadena una nueva guerra civil. No es esta una lucha fratricida entre Inglaterra y Escocia, cuyos gobiernos mantienen una relación pacífica pese a sus grandes diferencias y a los intentos de Edimburgo de separarse.

Esta tremenda contienda se da en torno a quien ha de suceder en el “trono” del partido con más miembros que haya podido tener esta isla y la Unión Europea. El laborismo es el único partido que supera el medio millón de asociados, una cifra mayor que la del resto de partidos pan-británicos juntos.

Hoy en este movimiento hay una descomunal crisis y batalla debido a la derrota en las elecciones generales del 12 de diciembre. Para Tony Blair, quien condujo 3 veces consecutivas a la victoria a este partido inclinándose hacia la derecha y el thatcherismo, ésta es la mayor catástrofe de su partido desde 1935. Se aduce ello pues es la primera vez desde que la bancada roja se ha reducido a apenas 203 miembros en la cámara de los comunes. Sin embargo, el laborismo obtuvo en diciembre 2019 el 32% de los votos, 2 puntos por encima de lo que este partido sacó bajo el liderazgo de Ed Milliband en 2015 y 3 puntos por encima del que lo logró en el 2010 bajo la conducción del entonces primer ministro Gordon Brown. El porcentaje que sacó Jeremy Corbyn en 2019 es apenas 3 puntos por debajo del último que consiguió Tony Blair cuando el 2005 venció con el 35%.

Un problema muy serio que tiene el sistema británico es que éste no toma en cuenta para nada elemento alguno de representación proporcional, pues aquí triunfa el que acumula más de los 650 distritos electorales, pues cada uno de ellos tiene su propio parlamentario. Lo importante no es solo sacar muchos votos sino derrotar en bancas a su inmediato rival.

Astucia de Johnson


El laborismo perdió debido a que Boris Johnson obtuvo una extraordinaria votación al llegar al 43.5% de los votos.

Siempre lo dijimos: el hombre que ganó 2 veces consecutivas la alcaldía de Londres al laborismo y que fue el responsable de ganarle a todos los líderes de los grandes partidos y primeros ministros vivientes en el referéndum europeo de junio 2016 es el mejor candidato que existe en estas islas.

Johnson logró triunfar porque supo sacar el impasse en que se encontraba conduciendo a sus rivales a que pisen su trampa y acepten su pedido de adelantar las elecciones generales. Johnson había querido evitar como sea un nuevo referéndum sobre Europa pues en éste hubiese perdido. Todas las fuerzas de Irlanda del Norte rechazan su plan de Brexit ya sea porque piden mantenerse en la UE o porque no están de acuerdo con crear tarifas y aranceles entre esa región y el resto del Reino Unido. En las últimas elecciones generales las fuerzas que apoyan un Brexit inmediato solo fueron respaldadas por uno de cada 4 escoceses, por 2 de cada 5 galeses y por 1 de cada 2 ingleses.

Johnson fue lo suficientemente astuto como para tentar a sus contrincantes a ir a una suerte de nuevo referéndum, pero no uno donde se debería ganar con el 50% más uno. Él transformó las elecciones generales del 12 de diciembre en un plebiscito entre quienes quieren realizar ya el Brexit y quienes siguen alargando el proceso. Y para ganar él solo requería sacar un poco más del 40% de los votos. Con esa maniobra, además, se evitó que en un posible nuevo referéndum se abriese el padrón electoral a los mayores de 16 años y a los ciudadanos europeos, tal y cual había ocurrido en el referéndum sobre la independencia escocesa del 2014.

Brexit


Corbyn pensaba que él podría sacar ventaja de la polarización entre una mitad de los británicos que quiere quedarse en la UE y la otra mitad que quiere salirse. Al fin de cuentas él en 1975 había sido uno de los líderes de la izquierda laborista que había hecho campaña contra el ingreso del Reino Unido a lo que entonces era el mercado común europeo.

Aún hoy los principales partidos trotskistas (como el socialista o el socialista de los trabajadores), George Galloway y otros exponentes del ala radical de la izquierda que se oponen a la UE. Para ellos ésta es una cueva de bandidos imperialista y un brazo de la OTAN que promueve a las multinacionales continentales, que ha realizado sangrientas guerras de expansión en los Balcanes, Libia, el Medio Oriente y Afganistán, y que ha patrocinado a movimientos fascistoides en Ucrania.

Sin embargo, de otro lado, la mayoría de la base electoral y la militancia laboristas, particularmente en Londres, son pro-europeos pues apoyan el libre tránsito, el mercado común y leyes laborales y ecológicas europeas.

Corbyn creía que él podría aparecer como el gran unificador del país que pasase por encima de esos dos polos y que buscase una salida intermedia centrándose en acabar con las políticas de austeridad. Su plan de salida de la UE era uno similar al de Noruega, otra monarquía constitucional que ha tenido décadas de gobiernos “socialistas democráticos”.

No obstante, ese plan era muy arriesgado. La primera alerta se dio durante las elecciones al parlamento europeo en mayo. Entonces, el laborismo perdió el primer lugar que tenía en las encuestas iniciales para acabar tercero a nivel del Reino Unido, segundo en su bastiones de Londres e Islington (el barrio y feudo de Corbyn), y quinto en Escocia (la patria de sus dos últimos primeros ministros, Tony Blair y Gordon Brown, y que fue una fortaleza roja hasta hace una década atrás).

Lo que le había quitado peso al laborismo es su indefinición ante la UE. Esta ambigüedad le había permitido a Corbyn saltar en las elecciones del 2017 del 30% en que le dejó Milliband al 40%. Entonces Corbyn adujo que fue uno de los mayores despegues electorales que haya tenido su partido en la historia.

Sin embargo, a medida que la cuestión europea ya llevaba más de 3 años desde los resultados del referéndum de junio 2016, más apremiante se hacía tener una respuesta muy clara.

Después de su traspiés en las euro-elecciones, Corbyn se animó a apoyar un referéndum confirmatorio, el cual solamente se debería dar tras que se le permitiese a él ir a una negociación previa con la UE. Luego, recién durante la campaña electoral navideña él afiló su propuesta diciendo que el nuevo primer ministro debería abstenerse en ese nuevo referéndum para poder gobernar en cualquiera de las posibles salidas vencedoras. A eso Johnson cuestionó como falta de liderazgo y una traición al Brexit que tanto pedía una parte del electorado laborista tradicional en el centro y norte de Inglaterra, a donde los conservadores, gracias a él, ganaron por primera vez en décadas.

Referéndum


Corbyn dos veces votó en contra el pedido de Johnson de adelantar las elecciones generales pero no quiso hacerlo por tercera vez a fin de no ser atacado de “gallina” tanto por los conservadores como por los nacionalistas escoceses y los liberales demócratas que pensaban que habían arrinconado al laborismo y que en unas justas anticipadas iban a golpear a sus contrincantes azules y rojos.

Las elecciones se centraron en el Brexit y, por ende, todas las propuestas sociales se quedaron sin tanto atractivo. Por más que Corbyn levantase consignas populares como abolir las matrículas universitarias, restituir el pago a las pensionistas mujeres nacidas en los cincuentas, elevar los sueldos y jubilaciones, crear un millón de nuevas casas subsidiadas y otro de empleos en la reconversión verde de la economía, y otras, su imagen se topaba con el dilema del Brexit.

Corbyn pudo contener el intento de los liberales demócratas de quitarle piso al proponer que él era el único en poder realizar un referéndum confirmatorio sobre el Brexit, pero eso no fue suficiente para hacer frente a la gran ola pro-Brexit del centro y norte de Inglaterra y a la tan anti-Brexit de Escocia.

En esas condiciones el laborismo se redujo de 7 a 1 banca por Escocia, país donde antes llegó a casi monopolizar toda su representación parlamentaria. Allí el Partido Nacional de Escocia (SNP) tenía un mensaje muy simple: Parar el Brexit. El manifiesto radical laborista en parte ya había sido materializado por el gobierno escocés del SNP pues en Escocia si hay educación universitaria y prescripciones médicas totalmente gratuitas.

De otro lado, en los bastiones rojos que fueron centros industriales, mineros y pesqueros los laboristas no podían hacer frente a la colosal ola que demandaba el Brexit para parar a lo que los locales de dichas zonas ven como la causa de su retroceso: la competencia de los productos y mano de obra provenientes de Europa y las tarifas de la UE que desfavorecen a la actividad pesquera y agropecuaria.

El error de Corbyn fue haber ido a unas elecciones generales sin haber despejado previamente el camino del drama del Brexit. Esto requería que el laborismo hubiese adoptado la política de llamar a un nuevo referéndum desde ANTES de las elecciones euro-parlamentarias de Mayo.

Esto último lo escribí en un extenso artículo académico detallando cómo las elecciones euro-parlamentarias habían hecho que el 42% de la población del Reino Unido votase por partidos pro-europeos y solo el 35% por partidarios del Brexit duro.

Cuando la primera ministra Theresa May empezó a proponer un Brexit blando con muchas concesiones al laborismo, incluyendo la posibilidad de llamar a un referéndum confirmatorio, ese era el momento de aceptar ello y hacer que el parlamento convoque a un referéndum en torno a si aceptaba ello o querer seguirse quedando en la UE.0

Luego, cuando Boris Johnson al debutar como primer ministro, perdió sus primeras 10 votaciones en el parlamento, se convirtió en el primer gobernante en ser amonestado por la corte suprema de justicia por suspender el parlamento, y luego perdió unas 3 decenas de miembros de su bancada (ya sea por renuncias o expulsiones), ese fue otro momento en el cual la oposición pufo haberse unido para convocar a un nuevo referéndum o para hacer que Kenneth Clarke, el conservador pro-europeo padre de la cámara, reemplazase a Johnson como primer ministro interino.

Al haber ido a unas elecciones generales sin que se hubiese dado un referéndum sobre el Brexit Corbyn cometió un grave error en favor de su rival Johnson:

1) Permitió que los conservadores le quitasen a los laboristas varios distritos tradicionales suyos que votaron contra la UE en el referéndum del 2016 tanto en Gales como en el centro y norte de Inglaterra.

2) Permitió que el SNP les pudiese decimar en Escocia casi eliminandolos de todas las bancas de dicho país en Westminster, y también que el liberalismo democrático creciese en más de 50% con respecto a su anterior votación (pasó del 7.4% del 2017 al 11.6% del 2019). Buena parte de los 8 puntos porcentuales menos que sacó el laborismo en el 2019 con respecto a las elecciones generales del 2017 fueron para esas fuerzas pro-europeas, mientras que otra parte del electorado laborista antieuropeo emigró hacia Johnson.

Corbyn, en vez de ser un puente entre los dos polos ante la UE quedó como un sándwich en medio de dos panes que le aplastaron.

Consecuencias del error


Durante las elecciones escribimos que si Corbyn no impedía que Johnson sacase una mayoría absoluta en la cámara de los comunes sus días como líder laborista estarían contados. Corbyn cometió el error de ir a unas elecciones donde no competía por ganar sino por evitar que Johnson no ganase por tanto. En el mejor de los casos a lo que él pudiese aspirar fuese a realizar un gobierno de minoría con el aval de parlamentarios nacionalistas escoceses, galeses e irlandeses, verdes y liberales demócratas. Una administración de ese tipo sería altamente inestable.

Corbyn debió haber evitado ir a elecciones hasta que se hubiese despejado y zanjado el asunto del Brexit en un referéndum. En uno que se diese entre la propuesta de Johnson y quedarse en la UE, Corbyn bien pudo haber unido a su base electoral y partidaria diciendo que de todos los males el menor es ir a una ruptura de la UE donde se pusiese en juego los derechos laborales y ecológicos europeos y el futuro de la paz en el norte de Irlanda.

Si en ese referéndum perdía Johnson su futuro estaba sellado y si ganaba habría que cambiar de estrategia y proponer un nuevo gobierno que aplique medidas contra la austeridad.

El resultado de ese serio equívoco puede conducir a que la izquierda laborista pierda su mejor posibilidad de haber reorientado al mayor partido socialdemócrata europeo, y en hacer que el laborismo explosione o se mueva nuevamente hacia una posición más de centro.

La guerra civil laborista acaba de empezar y todavía faltan muchas cabezas por rodar.

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