Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Ver juzgar y actuar

¿Es posible una sociedad donde todos sean felices?

Llevamos milenios empeñados en organizar la sociedad
Francisco Rodríguez
sábado, 30 de noviembre de 2013, 09:10 h (CET)
Cada época, cada imperio, cada país, han creído dar con la solución, pero ninguna dura mucho tiempo, ninguna consigue instaurar un orden justo en el que nadie resulte sometido, explotado, excluido.

Imperios, federaciones, naciones, pueblos, han buscado formas estables de gobierno, pero ninguna ha resultado lo suficientemente buena para perdurar en el tiempo a satisfacción de todos.

Hay quienes pensaron que, en un régimen de libertad, el egoísmo de cada uno se conjugaría con el egoísmo de los demás y una mano invisible nos haría a todos felices. No resultó.

Otros instauraron regímenes igualitarios, pero resultó que unos eran más iguales que otros y terminó el experimento que tantos sufrimientos costó. Los “desiguales”, los que mandaban en aquellos regímenes se aliaron con otros poderes y ahora siguen organizando sus sociedades en su beneficio.

La democracia se ha presentado como la única solución que podría conjugar igualdad y libertad. Encarnada en el mundo occidental, gracias a sus avances técnicos y la explotación de los recursos de otros pueblos del planeta, consiguió prosperidad y riqueza e instauró el estado del bienestar para mantener contentos a todos sus ciudadanos. La globalización y la crisis han puesto de manifiesto la dificultad de mantener el tinglado. Una sociedad en la que unos manejan la riqueza y otros se quedan sin ingresos, está pidiendo otro cambio, otro ensayo que podrá funcionar o no, que durará más o menos y así un siglo y otro.

Pienso que ningún sistema llegará a funcionar “para todos” y que todos están condenados al fracaso pues las personas arrastramos un egoísmo radical, que no podemos arrancar de nosotros mismos sin la ayuda de Dios. Estamos lastrados por el mal y no podemos hacer de la tierra un paraíso, como aquel del que fuimos expulsados por la loca soberbia de querer ser como dioses, soberbia en la que nos mantenemos contumaces. Queremos ser nuestros propios dioses y solo conseguimos causar sufrimientos a los pobres, a los excluidos y a nosotros mismos.

Un mundo donde reine la paz, la justicia, el amor, donde nadie tenga que llorar, es una promesa de Dios que llegará al fin de los tiempos pero que llega cada día cuando cualquier hombre se convierte, pide perdón y se deja salvar. Es el Reino de Dios prometido a los pobres, a los que lloran, a los hambrientos, a los perseguidos, que se hace realidad cuando uno ama de corazón a su prójimo, a su hermano, y actúa en el mundo que le ha tocado vivir con honradez, con caridad, con esperanza, con fe.

El reino que llegará al fin de los tiempos con la segunda venida de Jesucristo no sabemos cuándo ocurrirá, pero el mismo Cristo nos insiste en la necesidad de estar preparados para ese momento, que seguro nos llegará a cada uno cuando dejemos esta vida, que no termina sino se transforma.

Tenemos que pedir con fuerza y convicción que el Señor vuelva, para que el mal sea definitivamente vencido. El demonio no es un mito, es un espíritu poderoso, misterio de iniquidad y enemigo de que los hombres puedan llegar a ser hijos de Dios, que está consiguiendo pasar desapercibido y que la gente no crea en su existencia.

Noticias relacionadas

Si las conseguirán o no, sigue siendo incierto.Conclusión: voces que no pueden ser ignoradasLa guerra en Ucrania puede librarse a miles de kilómetros de Colombia, pero sus consecuencias se sienten en las sillas vacías de las mesas familiares, en las protestas frente a edificios oficiales y en la silenciosa desesperación de madres que esperan noticias que tal vez nunca lleguen.Estas familias colombianas no solo lloran a sus hijos: desafían a un sistema que trata la vida humana como desechable.

Las políticas migratorias de Trump afectaron directamente a miles de latinoamericanos. Pero su verdadero legado es más profundo: un proyecto que busca borrar décadas de diversidad en nombre de una identidad única. ¿Cómo llegó EE.UU. a esta batalla por su alma?

El 15 de agosto, la Iglesia celebra la Asunción de la Virgen María, misterio que no es solo un privilegio personal, sino un anticipo de lo que esperamos vivir todos los creyentes: la victoria de la vida sobre la muerte, de la gracia sobre el pecado, del amor sobre todo poder del mal.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto