La parte más complicada, señala la noticia, será encontrarles un hogar. "Pué ser, pué ser". (Ver El Crimen de Cuenca porque esto, en bastantes aspectos, continúa siendo Tresjuncos). A veces la fecha real no la marca el calendario civil sino el ético.
La parte prácticamente imposible en España será que encuentren – ¿o debería decir que busquen? - a los responsables. Medios existen, capacidad también. Nuestra policía es de las mejores. Ganas... Muy pocas. Órdenes de hacerlo... Ninguna seguramente.
50 podencos encerrados al borde de la muerte en Valencia.
Y lo materialmente irrealizable será que si el párrafo anterior se equivoca acaben en una celda. Aunque no sea como la de los perros: llena de moscas, pisando sus heces, atados a cadenas de diez centímetros, sin comida ni bebida y soportando temperaturas insoportables.
No, es que declararán ante el juez (con aire acondicionado) dormirán en su casa mientras estos canes son devorados por el picor de la sarna, mientras el pelo vuelve a crecer, poco a poco, sobre su piel desnuda repleta de llagas y úlceras, mientras se duelen de los traumatismos mal curados, de las heridas infectadas, mientras nutren de padecimientos las secuelas de su desnutrición. Mientras unos cuantos no pueden superarlo y... mueren.
Mi querida (aunque intentó calcinarme la garganta con jengibre), mi amiga y compañera la poeta Marta Entrenómadas (Marta Navarro), cuando comenta esta noticia en su muro de Facebook acaba diciendo: "Tristeza de País". Yo, que ya quisiera escribir la cuarta parte que ella, exclamo: "Mierda de País".
Y para aquellos que siguen pensando que el toro no sufre en el ruedo porque no le escuchan gritar de miedo y dolor, o que un mono narigudo es feliz en su jaula del zoológico por la comicidad de su rostro (eso es como la sonrisa de los delfines), decirles que lo que casi siempre hay detrás de casos como el de estos podencos son cazadores. El colectivo que más muertes, abandonos, maltrato físico y sufrimiento psíquico de perros provoca en España. No hablo ahora de todo lo que cazan (asesinan) por diversión. Sí, por diversión. Hablo de sus "amigos". Imagínense los que no lo son: jabalíes, zorros, ciervos, corzos, ánades, zorzales, conejos, faisanes, perdices, pichones, muflones, gamos, rebecos, lobos, primos, hermanos, vecinos... Perdón, que estos tres últimos no son especies cinegéticas, son "accidentes de caza".
La autoestima es necesaria, claro está, pero, aparte de lo anterior, cuando el ego está puntillosamente exacerbado surgen los conflictos, esos conflictos que nacen del inconsciente personal o colectivo, donde el ego hierve profundamente. Por todo ello, es importante comprender que, en la medida en que los seres humanos seamos algo más tolerantes y dialogantes, y nuestro talante cambie, la convivencia en la sociedad puede y debe mejorar.
El matrimonio, pilar natural de la familia y garantía de estabilidad social, en estos últimos tiempos se ve sustituido por relaciones inestables, rupturas y un creciente individualismo. Estos hechos están produciendo la caída de la natalidad, sin duda ligada a la falta de matrimonios estables, cosa que se está convirtiendo en un drama silencioso que amenaza el futuro de España y de gran parte del mundo occidental.
Una vez más, nos sorprenden alguna persona, tanto en los telediarios de cualquier signo, inclusive en los periódicos, donde personajes, también de cualquier signo, resoplando exabruptos que me dejan paralizado sin saber lo que hacer. O, echarlo a los tiburones y que se pelee con ellos o que, de cualquier manera, tirarlo a la cuneta del tren, eso sí, cuando esté parado en medio del campo.