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Decir por decir es de un fundamento esquivo

Viajeros al infinito

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Querámoslo o no, estamos embarcados en un viaje existencial abierto a INTERPRETACIONES insólitas, no hay límites para ellas. Como consecuencia, también las pregutnas al respecto también son interminables. El componente subconsciente resulta crucial, sin fondo conocido; es el mayor suministrador de indicios, promotores de recorridos apasionantes con escasas respuestas intrigantes e inexactas. Hablando de las percepciones conscientes, tampoco vamos sobrados, las apariencias tienden a difuminarse entre novedades asombrosas interminables. Es curiosa la paradoja vivencial, allá donde miremos topamos con limitaciones, pero el pálpito subyacente agranda las dimensiones.

El tiempo acecha con impertinencia, deja poco respiro para los devaneos; su ocupación es manifiesta, sea por eventos naturales o prefabricados. El viajero simplón se mantiene alejado de los anhelos intensos, no necesita escapatorias, porque apenas entró en los trayectos. Las informaciones le sacuden de refilón, ni se plantea la asimilación de las circunstancias. Su infinito es el OLVIDO en todas sus facetas. Él no recuerda lo que pasó a su lado, ni le interesó ni lo entendió. De los demás no espera registros notables; cómo le van a considerar en su patente nulidad participativa. Sus experiencias son vivencias intrascendentes, de relevantes omisiones; sea para bien, para mal o tampoco hubiera importado.


Decir por decir es de un fundamento esquivo. De lo sucedido, por fantasioso; de lo actual, por sus enormes ramificaciones; y de los antecedentes, por las ignorancias acumuladas. Quién dirá que los recursos no son infinitos, acaso la capacidad de explorarlos no lo sea, pero el horizonte permanece abierto. En una especie de ARQUEOLOGÍA proyectada a las cercanías personales, el muestrario es riquísimo, de inmensas posibilidades. Aventuras en los sucedidos personales, secuelas genéticas insospechadas, evoluciones mentales previas no por silenciadas menos influyentes, relaciones tenidas con determinadas gente o colectivos. Los matices decisivos descubiertos en cada prospección no terminan.

En cuanto a las influencias recibidas desde cualquier parte; o viceversa, las emitidas por nuestros quehaceres, tampoco conocen límites. Los saberes modernos amplían estos campos relacionales. La tecnología capta y transmite las más insólitas señales, descubre cada día insospechados procedimientos modeladores. La pretensión de autonomía pronto queda reducida a suaves anécdotas. Si eso de las oscilaciones CUÁNTICAS es verdad, las firmezas son una humorada. Los indicios sociales apuntan en ese sentido casi con mayor fuerza que la Física. Si a uno le ven o no, sus actuaciones cambian. A la vez buenos y malos, quién no. Somos de una pieza…fragmentada. La tensión actúa sin pausas ficticias.

Ni las neurociencias consiguen percatarse de los fondos cerebrales. Los hilos neuronales apenas suponen leves indicios del amplio recorrido de los CIRCUITOS del pensamiento. La detección de unas menudencias morfológicas o químicas se convierten en espejismos. El complejo mundo cerebral posee manantiales potentes, pero inaccesibles para los curiosos. Experimentamos las emanaciones desde frentes aterradores cuya simple intuición es penosa, capaces de apoderarse del carácter personal. La fascinación, la inquietud, la ilusión o el asombro toman posiciones. Emily Dickinson hablaba de pasadizos cerebrales encantados. Transitamos por ellos con pocas certezas, zozobras y fantasías.

Para comunicarnos recurrimos a cualquier mecanismo, pero solemos descuidar sus características básicas. Con las palabras tergiversadas, ya no sabemos de su auténtico significado. Menos aún de las miradas o gestos imprecisos. A pesar de esas relajaciones expresivas siempre quedan cosas por decir; hasta el punto de recluirse los asuntos principales en el lenguaje IGNOTO situado más allá de los conocimientos habituales. Traspasa los manidos horizontes costumbristas. De los fondos ignotos brillan focos fundantes con gran sentido, procedentes de la intimidad individual, del impersonal comunitario y del Universo de aparentes silencios. Invitan a la apertura investigadora.

Una de las vías practicadas por la fuerza es la de las asociaciones, no estamos solos. De dos, de cuatro, de multitudes, percibidas con detalle o sin darnos cuenta. Además de sus variaciones contamos con el carácter simultáneo de muchas de ellas. Ejercen como una maquinaria un tanto descontrolada debido a su inestabilidad. Deduciremos por lógica la afluencia ingente de disparidades en ese mundillo de intercambios. Nos abocan al angustioso VÉRTIGO de las incertidumbres amplificadas por el gran número de intervinientes. Por si la mundanidad de los encuentros en toda su complejidad no fuera suficiente, las actitudes adoptadas contribuyen a no dejarnos salir de las cavernas ignotas e idiotizantes, o llevarnos a fantasías alienantes.

Como decía al principio, aunque uno pretenda las simplezas displicentes, pasará inadvertido sin escaparse de ser arrastrado por los ramalazos de la existencia, de por sí interminables. Reunidos por la pasividad provocan un deterioro mayúsculo de la vitalidad. El cerrar los ojos para no pensar en los retos, no los elimina. Son de una largura ilimitada las PENDIENTES de dichos hundimientos viajando por las soledades individuales, aunque pudieran ser multitudinarias y ruidosas. Predisponen a los gregarismos tendentes a la complicidad con los gestores desconcertantes. En el transcurso de estos arrastres es un hallazgo común la piltrafa humana instrumentada para fines perversos.

Cabe la negación de los infinitos, aunque no resulve la cuestión, compite con las evoluciones interminables. ¿Quién decide? Mientras tanto, las orientaciones repercutirán en nuestros desplazamientos mundanos. Y estas, si que provocan POLARIZACIONES sensibles para los implicados. La amplitud de la mediocridad oscila evitando los polos, no asume los riesgos de las aspiraciones ni decisiones importantes. La incertidumbre puede abocar en estados de devastación progresiva personal, sufrimientos, desajustes mentales, suicidios, etc. Cobran prestancia las opciones creativas de adaptación, descubridoras de esplendores mágicos. El reto subsiste entre opciones, decisiones, frustraciones y esperanzas.

Por un lado abusamos de alegorías, justificamos e incluso tratamos de imponer los pretendidos conceptos asumidos de forma unilateral. Lo practicamos al menor descuido de los demás, en versiones personales tomadas como absolutos. Esa imposición por parte de los colectivos deforma la realidad de manera inconsecuente con la constitución de los entes personales. Necesitamos CONCORDANCIAS entre los enigmas y los conocimientos adquiridos. Entre otras cosas porque están presentes sin posibilidad de soslayarlos. Si la placidez es una rareza por las variaciones e incertidumbres; las opciones elegidas debieran mejorarnos como personas. Para pensar con Juan Ramón Jiménez: “Esta selección del mundo que uno se complace en dilatar en su alma”.

Viajeros al infinito

Decir por decir es de un fundamento esquivo
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 19 de julio de 2019, 09:53 h (CET)

Querámoslo o no, estamos embarcados en un viaje existencial abierto a INTERPRETACIONES insólitas, no hay límites para ellas. Como consecuencia, también las pregutnas al respecto también son interminables. El componente subconsciente resulta crucial, sin fondo conocido; es el mayor suministrador de indicios, promotores de recorridos apasionantes con escasas respuestas intrigantes e inexactas. Hablando de las percepciones conscientes, tampoco vamos sobrados, las apariencias tienden a difuminarse entre novedades asombrosas interminables. Es curiosa la paradoja vivencial, allá donde miremos topamos con limitaciones, pero el pálpito subyacente agranda las dimensiones.

El tiempo acecha con impertinencia, deja poco respiro para los devaneos; su ocupación es manifiesta, sea por eventos naturales o prefabricados. El viajero simplón se mantiene alejado de los anhelos intensos, no necesita escapatorias, porque apenas entró en los trayectos. Las informaciones le sacuden de refilón, ni se plantea la asimilación de las circunstancias. Su infinito es el OLVIDO en todas sus facetas. Él no recuerda lo que pasó a su lado, ni le interesó ni lo entendió. De los demás no espera registros notables; cómo le van a considerar en su patente nulidad participativa. Sus experiencias son vivencias intrascendentes, de relevantes omisiones; sea para bien, para mal o tampoco hubiera importado.


Decir por decir es de un fundamento esquivo. De lo sucedido, por fantasioso; de lo actual, por sus enormes ramificaciones; y de los antecedentes, por las ignorancias acumuladas. Quién dirá que los recursos no son infinitos, acaso la capacidad de explorarlos no lo sea, pero el horizonte permanece abierto. En una especie de ARQUEOLOGÍA proyectada a las cercanías personales, el muestrario es riquísimo, de inmensas posibilidades. Aventuras en los sucedidos personales, secuelas genéticas insospechadas, evoluciones mentales previas no por silenciadas menos influyentes, relaciones tenidas con determinadas gente o colectivos. Los matices decisivos descubiertos en cada prospección no terminan.

En cuanto a las influencias recibidas desde cualquier parte; o viceversa, las emitidas por nuestros quehaceres, tampoco conocen límites. Los saberes modernos amplían estos campos relacionales. La tecnología capta y transmite las más insólitas señales, descubre cada día insospechados procedimientos modeladores. La pretensión de autonomía pronto queda reducida a suaves anécdotas. Si eso de las oscilaciones CUÁNTICAS es verdad, las firmezas son una humorada. Los indicios sociales apuntan en ese sentido casi con mayor fuerza que la Física. Si a uno le ven o no, sus actuaciones cambian. A la vez buenos y malos, quién no. Somos de una pieza…fragmentada. La tensión actúa sin pausas ficticias.

Ni las neurociencias consiguen percatarse de los fondos cerebrales. Los hilos neuronales apenas suponen leves indicios del amplio recorrido de los CIRCUITOS del pensamiento. La detección de unas menudencias morfológicas o químicas se convierten en espejismos. El complejo mundo cerebral posee manantiales potentes, pero inaccesibles para los curiosos. Experimentamos las emanaciones desde frentes aterradores cuya simple intuición es penosa, capaces de apoderarse del carácter personal. La fascinación, la inquietud, la ilusión o el asombro toman posiciones. Emily Dickinson hablaba de pasadizos cerebrales encantados. Transitamos por ellos con pocas certezas, zozobras y fantasías.

Para comunicarnos recurrimos a cualquier mecanismo, pero solemos descuidar sus características básicas. Con las palabras tergiversadas, ya no sabemos de su auténtico significado. Menos aún de las miradas o gestos imprecisos. A pesar de esas relajaciones expresivas siempre quedan cosas por decir; hasta el punto de recluirse los asuntos principales en el lenguaje IGNOTO situado más allá de los conocimientos habituales. Traspasa los manidos horizontes costumbristas. De los fondos ignotos brillan focos fundantes con gran sentido, procedentes de la intimidad individual, del impersonal comunitario y del Universo de aparentes silencios. Invitan a la apertura investigadora.

Una de las vías practicadas por la fuerza es la de las asociaciones, no estamos solos. De dos, de cuatro, de multitudes, percibidas con detalle o sin darnos cuenta. Además de sus variaciones contamos con el carácter simultáneo de muchas de ellas. Ejercen como una maquinaria un tanto descontrolada debido a su inestabilidad. Deduciremos por lógica la afluencia ingente de disparidades en ese mundillo de intercambios. Nos abocan al angustioso VÉRTIGO de las incertidumbres amplificadas por el gran número de intervinientes. Por si la mundanidad de los encuentros en toda su complejidad no fuera suficiente, las actitudes adoptadas contribuyen a no dejarnos salir de las cavernas ignotas e idiotizantes, o llevarnos a fantasías alienantes.

Como decía al principio, aunque uno pretenda las simplezas displicentes, pasará inadvertido sin escaparse de ser arrastrado por los ramalazos de la existencia, de por sí interminables. Reunidos por la pasividad provocan un deterioro mayúsculo de la vitalidad. El cerrar los ojos para no pensar en los retos, no los elimina. Son de una largura ilimitada las PENDIENTES de dichos hundimientos viajando por las soledades individuales, aunque pudieran ser multitudinarias y ruidosas. Predisponen a los gregarismos tendentes a la complicidad con los gestores desconcertantes. En el transcurso de estos arrastres es un hallazgo común la piltrafa humana instrumentada para fines perversos.

Cabe la negación de los infinitos, aunque no resulve la cuestión, compite con las evoluciones interminables. ¿Quién decide? Mientras tanto, las orientaciones repercutirán en nuestros desplazamientos mundanos. Y estas, si que provocan POLARIZACIONES sensibles para los implicados. La amplitud de la mediocridad oscila evitando los polos, no asume los riesgos de las aspiraciones ni decisiones importantes. La incertidumbre puede abocar en estados de devastación progresiva personal, sufrimientos, desajustes mentales, suicidios, etc. Cobran prestancia las opciones creativas de adaptación, descubridoras de esplendores mágicos. El reto subsiste entre opciones, decisiones, frustraciones y esperanzas.

Por un lado abusamos de alegorías, justificamos e incluso tratamos de imponer los pretendidos conceptos asumidos de forma unilateral. Lo practicamos al menor descuido de los demás, en versiones personales tomadas como absolutos. Esa imposición por parte de los colectivos deforma la realidad de manera inconsecuente con la constitución de los entes personales. Necesitamos CONCORDANCIAS entre los enigmas y los conocimientos adquiridos. Entre otras cosas porque están presentes sin posibilidad de soslayarlos. Si la placidez es una rareza por las variaciones e incertidumbres; las opciones elegidas debieran mejorarnos como personas. Para pensar con Juan Ramón Jiménez: “Esta selección del mundo que uno se complace en dilatar en su alma”.

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