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Que levante la mano quien, al oír el nombre de Zenobia Camprubí, no piense primero en Juan Ramón Jiménez. Exacto. Esa es la condena de muchas mujeres brillantes: vivir a la sombra de un hombre ilustre. Pero Zenobia no era sombra de nadie. Ni siquiera del poeta que acabó ganando un Nobel. Fue una mujer con más arrestos que muchos hombres de su tiempo; y del nuestro.
Ante el culto léxico utilizado en la creación de sus poemas y los escritos en prosa, la comprensión y entendimiento a Rubén Darío, no es nada fácil, lo que en alguna manera ha provocado que la juventud no lo lea y no lo estudie muy a pesar de su grandeza como poeta genial, que contribuyo arraigar nuestra identidad nica e hispana.
Versos de dolor y amor hacia un futuro donde llegaremos a estar sobre una tierra calcinada, paralelismo a un consumo desorbitado conducieno la manada de los todavía son seres humanos.
Querámoslo o no, estamos embarcados en un viaje existencial abierto a INTERPRETACIONES insólitas, no hay límites para ellas. Como consecuencia, también las pregutnas al respecto también son interminables. El componente subconsciente resulta crucial, sin fondo conocido; es el mayor suministrador de indicios, promotores de recorridos apasionantes con escasas respuestas intrigantes e inexactas.
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