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Todos los candidatos conservadores coincidieron en tipificar a Jeremy Corbyn como un demonio al que, por lo tanto, no hay que permitir que pueda sacarlos del gobierno o que llegue al poder

El Jeremy electo líder y el Jeremy que quiere ser electo líder

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El 8 de mayo 2015 el líder laborista Ed Milliband renunció a su cargo al día siguiente de la derrota de su partido en las elecciones generales. Cuatro mayos después la lideresa conservadora Theresa May hizo lo mismo al día siguiente de su debacle electoral en los comicios al parlamento europeo.

El caso laborista




En el primer caso se abrió un proceso que duró 4 meses y 4 días para la elección de un nuevo jefe del partido. Se presentaron 4 candidatos quienes recorrieron el país y participaron en 8 debates transmitidos por TV, Radio o la web del diario The Guardian. En estas internas votaron 422,871 personas, lo que implicaba una tasa de participación del 76.3% de los casi 600,000 votantes habilitados. El laborismo abrió sus puertas para que se permitiese votar, además de los militantes, a los simpatizantes registrados y a los afiliados de organizaciones gremiales ligadas al laborismo.

Prácticamente todo el que se inscribía podía sufragar. Solamente en los sindicatos adscritos al laborismo hay 5 millones de miembros, todos los cuales si lo deseaban pudieron haber sufragado en esas internas.

Cuando se dieron a conocer los cómputos totales el 12 de septiembre Jeremy Corbyn ganó con 251,417 votos (59.5%). Él tuvo un 50% más de votos que la suma de sus 3 contendores: Andy Burnham con 80,462 votos (19%), Yvette Cooper con 71,928 votos (17%), y Liz Kendall con 18,857 (4.5%). Dicho proceso vigorizó al laborismo e hizo que éste aumente su membrecía hasta ser el de mayor cantidad de militantes en la Unión Europea, y luego a que en las elecciones generales del 2017 éste logre su mayor salto electoral desde 1945.

En los comicios generales del 8 de junio 2017 los rojos obtuvieron 12, 878,460 votos (40% del total, y un avance de 9.6 puntos en relación al 30.4% que había sacado bajo el comando de Milliband) y consiguieron aumentar su bancada de 232 a 262 parlamentarios mientras que sus dos principales rivales (conservadores y nacionalistas escoceses) perdieron bancas. May, entonces, quedó mortalmente herida pues estos comicios ella los adelantó pensando que iba a aumentar su mayoría de 330 parlamentarios que implicaban que ella controlaba casi el 51% de la cámara de los comunes, pero, en cambio perdió 13 bancas. Si no hubiese sido por que los tories escoceses desbancaron a 12 parlamentarios del SNP ella hubiese pedido el poder, probablemente ante un gobierno laborista que contase con algunas formas de acuerdo con los liberal-demócratas, nacionalistas escoceses y galeses, y los verdes, o que pudiese adelantar nuevas elecciones para aumentar su ventaja.

El caso conservador




El 24 de mayo Theresa May anunció que iba a dejar el liderazgo de su partido el viernes 7 de junio, apenas acabara la visita oficial del presidente norteamericano Donald Trump. Su anuncio lo hizo en la mañana siguiente en que su partido había logrado el peor resultado en sus 3 siglos de historia.

Los tories obtuvieron 1, 512,809 votos, lo que implicaba que habían conseguido apenas la décima parte de los 13, 636,684 votos que 23 meses atrás May había logrado comandar para su partido en las elecciones generales. Es cierto que en los comicios europeos votaron poco más de la mitad de quienes lo hicieron en junio 2017, pero el declive tory también se expresó en un alto ausentismo y desinterés de muchos de sus tradicionales electores debido al desprestigio del gobierno. En términos estrictamente porcentuales los conservadores cayeron del 42.4% en junio 2017 al 8.8% en mayo 2019. Se redujeron al quinto de su porcentaje y quedaron en el quinto puesto, algo que jamás había pasado antes. Si en el 2017 los tories ganaron en 317 de los 650 distritos electorales.

Apenas culminó el fin se semana que había sido antecedido por el fin del liderazgo de May, el lunes 10 de junio se dieron las inscripciones a los 10 candidatos conservadores que querían reemplazarla a ella en el número 10 de la calle Downing, residencia oficial de todo primer ministro.

Inicialmente se vocearon 12 a 13 precandidatos, pero algunos no consiguieron el aval de 7 colegas parlamentarios suyos para su nominación. Luego se fueron dando 5 rondas en el lapso de una semana en las que fueron siendo eliminados una serie de contendientes hasta que el jueves 20 de junio quedaron los dos finalistas: Boris Johnson y Jeremy Hunt.

Jeremy el Conservador llegó a la contienda abierta a las bases partidistas de manera muy ajustada, tal como había pasado lo mismo 4 años atrás con Jeremy Corbyn en el laborismo. Sin embargo, la valla que el izquierdista tuvo que atravesar fue conseguir el aval del 15% de los miembros de su bancada para luego poder competir ante las bases.

Corbyn consiguió el respaldo de 36 de los 35 parlamentarios que era el mínimo, muchos de los cuales le ayudaron a inscribirse a pesar de rechazar sus ideas pues pensaban que él no tenía chances y que su participación iba a ser más amplia e inclusiva la competencia interna.

Jeremy el Conservador logró pasar a ser uno de los dos finalistas consiguiendo 2 votos por encima de Michael Gove, quien estaba con la viada en su favor. Todos los diarios y canales de TV coinciden en cuestionar supuestas maniobras del equipo de Boris Johnson quien, al sentirse ganador, le “prestó” algunos de esos votos a Hunt buscando que él aventaje a Gove pensando que Jeremy el Conservador sería un rival más fácil de derrotar por que fue inicialmente un partidario de la UE y luego del mercado común.

Ahora se van a dar 5 semanas donde los dos candidatos al liderazgo tory deberán polemizar en foros ante su militancia, la cual consta de 160,000 integrantes.

Este número de personas habilitadas para votar en las internas conservadores equivale a casi la cuarta parte de los casi 600,000 personas que fueron habilitadas para participar en las internas laboristas. En comparación al laborismo la cantidad de candidatos ante las bases y de tiempo total para que duren las internas se ha reducido a la mitad. Mientras los rojos eligieron a un líder que luego les conduzca hacia intentar ganar a la población para llegar al gobierno mediante una elección general, los azules directamente eligen al nuevo primer ministro al margen de una votación más amplia o de elecciones generales.

A diferencia del laborismo las puertas están cerradas para quien no es miembro (aunque muchos simpatizantes o amigos del Partido del Brexit han logrado afiliarse) y solo se ha permitido dos candidatos impidiéndose cualquier outsider (como pudo ser Rory Steward quien era voceado como el candidato contestatario sensación que podía ser una especie de Jeremy Corbyn para su partido).

Esos miembros no reflejan la composición social, territorial, generacional o de sexo del país pues el 71% son varones, el 97% son blancos británicos, casi el 90% son de estratos acomodados y el 60% son mayores de 55 años o viven en el sur de Inglaterra (un quinto del territorio del Reino Unido). De cada 5 militantes tories 3 ha manifestado que lo más importante para ellos es que se dé un inmediato Brexit aunque eso implique que Escocia o Irlanda del Norte se escindan o que la economía o su partido entren en crisis.

A fines de julio se ha de conocer al ganador el cual automáticamente va a ser invitado por la reina para ser su nuevo primer ministro.

Los dos Jeremys




Todos los candidatos conservadores coincidieron en tipificar a Jeremy Corbyn como un demonio al que, por lo tanto, no hay que permitir que pueda sacarlos del gobierno o que llegue al poder, algo que sería muy probable en caso de que se adelantasen elecciones generales.

Sin embargo, si Jeremy Hunt quisiera ganar las internas tories él debería asimilar críticamente la experiencia de su tocayo laborista. Ello implica tener un discurso muy estructurado, claro, eficaz y alternativo.

Jeremy el C. no tiene el carisma ni la experiencia política de Jeremy C., cosa que sí tiene Boris Johnson, el más grande organizador de victorias de la política británica. Sin embargo, él tiene dos ventajas sobre su muy popular contrincante.


Una es que su planteo sobre el Brexit puede ser más realista pues él se da cuenta que no existe una mayoría parlamentaria absoluta para uno sin acuerdo por lo que él acepta la posibilidad de postergar éste a fin de darse una negociación con la UE. Boris, en cambio, solamente levanta una consigna que despierta mucho entusiasmo en una base conservadora frustrada tras tres años de dilación del Brexit y que quiere salirse ya de la UE y a cualquier precio.

No obstante, él no explica cómo él podría efectuar ello el 31 de octubre cuando se sabe que el parlamento va a vetar cualquier salida de la UE sin acuerdo, cuando se van a dar varias marchas pidiendo una consulta popular (especialmente una masiva en Londres el 12 de octubre) y cuando hasta grandes figuras conservadoras han advertido que ellos van a ser capaces de pedir la caída de cualquier gobierno de su propio partido que quiera hacer una ruptura de la UE en esas condiciones.

Otra es el hecho que Boris es una figura que genera muchos antagonismos. Por una parte logra entusiasmar a los nacionalistas ingleses y a los brexiteros, pero, por otra, algunos de sus comentarios y bromas han generado resentimientos dentro de la mayor minoría racial (los negros), la mayor minoría religiosa (los musulmanes) y el mayor país del reino fuera de Inglaterra (Escocia).

Una carta que puede usar el Jeremy Conservador es esa y buscar una alianza con Gove y con quienes dudan de que Johnson pueda ser un estadista capaz de negociar con la UE y con el parlamento.

Sin embargo, el tocayo de Corbyn no va dando muestras de poder quitarle fuerza a Boris quien mantiene una alta popularidad en las bases tories, quien es un maestro de ganar elecciones y quien está demostrando ser capaz de lograr atraer a su lado a varios moderados.



El Jeremy electo líder y el Jeremy que quiere ser electo líder

Todos los candidatos conservadores coincidieron en tipificar a Jeremy Corbyn como un demonio al que, por lo tanto, no hay que permitir que pueda sacarlos del gobierno o que llegue al poder
Isaac Bigio
martes, 25 de junio de 2019, 09:49 h (CET)

El 8 de mayo 2015 el líder laborista Ed Milliband renunció a su cargo al día siguiente de la derrota de su partido en las elecciones generales. Cuatro mayos después la lideresa conservadora Theresa May hizo lo mismo al día siguiente de su debacle electoral en los comicios al parlamento europeo.

El caso laborista




En el primer caso se abrió un proceso que duró 4 meses y 4 días para la elección de un nuevo jefe del partido. Se presentaron 4 candidatos quienes recorrieron el país y participaron en 8 debates transmitidos por TV, Radio o la web del diario The Guardian. En estas internas votaron 422,871 personas, lo que implicaba una tasa de participación del 76.3% de los casi 600,000 votantes habilitados. El laborismo abrió sus puertas para que se permitiese votar, además de los militantes, a los simpatizantes registrados y a los afiliados de organizaciones gremiales ligadas al laborismo.

Prácticamente todo el que se inscribía podía sufragar. Solamente en los sindicatos adscritos al laborismo hay 5 millones de miembros, todos los cuales si lo deseaban pudieron haber sufragado en esas internas.

Cuando se dieron a conocer los cómputos totales el 12 de septiembre Jeremy Corbyn ganó con 251,417 votos (59.5%). Él tuvo un 50% más de votos que la suma de sus 3 contendores: Andy Burnham con 80,462 votos (19%), Yvette Cooper con 71,928 votos (17%), y Liz Kendall con 18,857 (4.5%). Dicho proceso vigorizó al laborismo e hizo que éste aumente su membrecía hasta ser el de mayor cantidad de militantes en la Unión Europea, y luego a que en las elecciones generales del 2017 éste logre su mayor salto electoral desde 1945.

En los comicios generales del 8 de junio 2017 los rojos obtuvieron 12, 878,460 votos (40% del total, y un avance de 9.6 puntos en relación al 30.4% que había sacado bajo el comando de Milliband) y consiguieron aumentar su bancada de 232 a 262 parlamentarios mientras que sus dos principales rivales (conservadores y nacionalistas escoceses) perdieron bancas. May, entonces, quedó mortalmente herida pues estos comicios ella los adelantó pensando que iba a aumentar su mayoría de 330 parlamentarios que implicaban que ella controlaba casi el 51% de la cámara de los comunes, pero, en cambio perdió 13 bancas. Si no hubiese sido por que los tories escoceses desbancaron a 12 parlamentarios del SNP ella hubiese pedido el poder, probablemente ante un gobierno laborista que contase con algunas formas de acuerdo con los liberal-demócratas, nacionalistas escoceses y galeses, y los verdes, o que pudiese adelantar nuevas elecciones para aumentar su ventaja.

El caso conservador




El 24 de mayo Theresa May anunció que iba a dejar el liderazgo de su partido el viernes 7 de junio, apenas acabara la visita oficial del presidente norteamericano Donald Trump. Su anuncio lo hizo en la mañana siguiente en que su partido había logrado el peor resultado en sus 3 siglos de historia.

Los tories obtuvieron 1, 512,809 votos, lo que implicaba que habían conseguido apenas la décima parte de los 13, 636,684 votos que 23 meses atrás May había logrado comandar para su partido en las elecciones generales. Es cierto que en los comicios europeos votaron poco más de la mitad de quienes lo hicieron en junio 2017, pero el declive tory también se expresó en un alto ausentismo y desinterés de muchos de sus tradicionales electores debido al desprestigio del gobierno. En términos estrictamente porcentuales los conservadores cayeron del 42.4% en junio 2017 al 8.8% en mayo 2019. Se redujeron al quinto de su porcentaje y quedaron en el quinto puesto, algo que jamás había pasado antes. Si en el 2017 los tories ganaron en 317 de los 650 distritos electorales.

Apenas culminó el fin se semana que había sido antecedido por el fin del liderazgo de May, el lunes 10 de junio se dieron las inscripciones a los 10 candidatos conservadores que querían reemplazarla a ella en el número 10 de la calle Downing, residencia oficial de todo primer ministro.

Inicialmente se vocearon 12 a 13 precandidatos, pero algunos no consiguieron el aval de 7 colegas parlamentarios suyos para su nominación. Luego se fueron dando 5 rondas en el lapso de una semana en las que fueron siendo eliminados una serie de contendientes hasta que el jueves 20 de junio quedaron los dos finalistas: Boris Johnson y Jeremy Hunt.

Jeremy el Conservador llegó a la contienda abierta a las bases partidistas de manera muy ajustada, tal como había pasado lo mismo 4 años atrás con Jeremy Corbyn en el laborismo. Sin embargo, la valla que el izquierdista tuvo que atravesar fue conseguir el aval del 15% de los miembros de su bancada para luego poder competir ante las bases.

Corbyn consiguió el respaldo de 36 de los 35 parlamentarios que era el mínimo, muchos de los cuales le ayudaron a inscribirse a pesar de rechazar sus ideas pues pensaban que él no tenía chances y que su participación iba a ser más amplia e inclusiva la competencia interna.

Jeremy el Conservador logró pasar a ser uno de los dos finalistas consiguiendo 2 votos por encima de Michael Gove, quien estaba con la viada en su favor. Todos los diarios y canales de TV coinciden en cuestionar supuestas maniobras del equipo de Boris Johnson quien, al sentirse ganador, le “prestó” algunos de esos votos a Hunt buscando que él aventaje a Gove pensando que Jeremy el Conservador sería un rival más fácil de derrotar por que fue inicialmente un partidario de la UE y luego del mercado común.

Ahora se van a dar 5 semanas donde los dos candidatos al liderazgo tory deberán polemizar en foros ante su militancia, la cual consta de 160,000 integrantes.

Este número de personas habilitadas para votar en las internas conservadores equivale a casi la cuarta parte de los casi 600,000 personas que fueron habilitadas para participar en las internas laboristas. En comparación al laborismo la cantidad de candidatos ante las bases y de tiempo total para que duren las internas se ha reducido a la mitad. Mientras los rojos eligieron a un líder que luego les conduzca hacia intentar ganar a la población para llegar al gobierno mediante una elección general, los azules directamente eligen al nuevo primer ministro al margen de una votación más amplia o de elecciones generales.

A diferencia del laborismo las puertas están cerradas para quien no es miembro (aunque muchos simpatizantes o amigos del Partido del Brexit han logrado afiliarse) y solo se ha permitido dos candidatos impidiéndose cualquier outsider (como pudo ser Rory Steward quien era voceado como el candidato contestatario sensación que podía ser una especie de Jeremy Corbyn para su partido).

Esos miembros no reflejan la composición social, territorial, generacional o de sexo del país pues el 71% son varones, el 97% son blancos británicos, casi el 90% son de estratos acomodados y el 60% son mayores de 55 años o viven en el sur de Inglaterra (un quinto del territorio del Reino Unido). De cada 5 militantes tories 3 ha manifestado que lo más importante para ellos es que se dé un inmediato Brexit aunque eso implique que Escocia o Irlanda del Norte se escindan o que la economía o su partido entren en crisis.

A fines de julio se ha de conocer al ganador el cual automáticamente va a ser invitado por la reina para ser su nuevo primer ministro.

Los dos Jeremys




Todos los candidatos conservadores coincidieron en tipificar a Jeremy Corbyn como un demonio al que, por lo tanto, no hay que permitir que pueda sacarlos del gobierno o que llegue al poder, algo que sería muy probable en caso de que se adelantasen elecciones generales.

Sin embargo, si Jeremy Hunt quisiera ganar las internas tories él debería asimilar críticamente la experiencia de su tocayo laborista. Ello implica tener un discurso muy estructurado, claro, eficaz y alternativo.

Jeremy el C. no tiene el carisma ni la experiencia política de Jeremy C., cosa que sí tiene Boris Johnson, el más grande organizador de victorias de la política británica. Sin embargo, él tiene dos ventajas sobre su muy popular contrincante.


Una es que su planteo sobre el Brexit puede ser más realista pues él se da cuenta que no existe una mayoría parlamentaria absoluta para uno sin acuerdo por lo que él acepta la posibilidad de postergar éste a fin de darse una negociación con la UE. Boris, en cambio, solamente levanta una consigna que despierta mucho entusiasmo en una base conservadora frustrada tras tres años de dilación del Brexit y que quiere salirse ya de la UE y a cualquier precio.

No obstante, él no explica cómo él podría efectuar ello el 31 de octubre cuando se sabe que el parlamento va a vetar cualquier salida de la UE sin acuerdo, cuando se van a dar varias marchas pidiendo una consulta popular (especialmente una masiva en Londres el 12 de octubre) y cuando hasta grandes figuras conservadoras han advertido que ellos van a ser capaces de pedir la caída de cualquier gobierno de su propio partido que quiera hacer una ruptura de la UE en esas condiciones.

Otra es el hecho que Boris es una figura que genera muchos antagonismos. Por una parte logra entusiasmar a los nacionalistas ingleses y a los brexiteros, pero, por otra, algunos de sus comentarios y bromas han generado resentimientos dentro de la mayor minoría racial (los negros), la mayor minoría religiosa (los musulmanes) y el mayor país del reino fuera de Inglaterra (Escocia).

Una carta que puede usar el Jeremy Conservador es esa y buscar una alianza con Gove y con quienes dudan de que Johnson pueda ser un estadista capaz de negociar con la UE y con el parlamento.

Sin embargo, el tocayo de Corbyn no va dando muestras de poder quitarle fuerza a Boris quien mantiene una alta popularidad en las bases tories, quien es un maestro de ganar elecciones y quien está demostrando ser capaz de lograr atraer a su lado a varios moderados.



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