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Las tres respuestas que la tecnología ofrece a nuestro sistema nervioso -gratificante, inmediata y repetitiva- hacen que los más pequeños se vuelvan tecnológicamente insaciables

​El ‘détox’ tecnológico infantil y otras 6 prácticas que aumentan el rendimiento académico

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La relación tecnología-infancia despierta en los padres continuos sentimientos enfrentados. Y ahora que llega el momento de volver a los estudios, nos replanteamos de nuevo si son más perjudiciales que beneficiosas, o viceversa. Sin duda, como apuntan los expertos, la tecnología es fundamental para potenciar el aprendizaje y las capacidades intelectuales de los niños.

Sin embargo, existen riesgos, habitualmente determinados por el (mal)uso que se hace de los dispositivos y herramientas electrónicas, que acaban afectando a la capacidad de atención y concentración. ¿Por qué es tan difícil de controlar? ¿Dónde está el equilibrio? El Dr. Manuel Antonio Fernández, especialista en Neurología Pediátrica, tratamiento de trastornos de la conducta y trastornos del aprendizaje y miembro de, explica los efectos de las tres respuestas que la tecnología ofrece a nuestro sistema nervioso -gratificante, inmediata y repetitiva- y que hace que los más pequeños se vuelvan tecnológicamente insaciables, sin poder pensar en otra cosa, afectando en consecuencia a su rendimiento escolar.





La insaciabilidad, la criptonita de los más pequeños

La incorporación de las nuevas tecnologías al día a día de los niños pequeños produce cambios en su estructura y funcionamiento cerebrales. “Esto significa que puede tener tanto efectos positivos como negativo, igual que cualquier otra experiencia que desarrollen”, explica el doctor Fernández. “Por ello, es necesario contar con un conocimiento de los aspectos positivos más relevantes y los principales riesgos que las mismas conllevan, para poder hacer un uso correcto”.

Las nuevas tecnologías tienen una serie de características que las hacen llevarse muy bien con nuestro sistema nervioso y con lo que se denominan, las funciones ejecutivas. Lo que hacen es estimular nuestro sistema de recompensa a nivel cerebral. “¿Cómo?, dándole lo que pide y volviéndole insaciable”.


- Respuesta gratificante. Es un tipo de respuesta variable en cada persona, momento o edad, y por ello, cada niño tiene sus preferencias. La cantidad de opciones (ordenador, móvil, Tablet…), su omnipresencia y el fácil acceso a los dispositivos, hace que los niños y jóvenes tengan una respuesta a su voluntad sin necesidad de esfuerzo.

- Respuesta inmediata. La inmediatez de los dispositivos electrónicos estimula de forma intensa y directa nuestro mecanismo de recompensa (gratificación) cerebral. La impaciencia y la impulsividad son propios de los niños pequeños porque su mecanismo de autorregulación inmaduro les dificulta un correcto autocontrol sobre sí mismos. La tolerancia a la espera se va desarrollando con la edad.

- Respuesta repetitiva o ilimitada. Es lo que más dependencia produce. Una búsqueda en youtube puede repetirse cuantas veces quieras sin problemas y podemos ver lo que queramos una y otra vez. “Si lo unimos a la inmediatez, comprendemos la trascendencia de la situación: le podemos dar a nuestro cerebro lo que quiere inmediatamente y de forma indefinida con lo que, si no lo controlamos adecuadamente, podemos estar creando un cerebro dependiente que se aísle del entorno”.

Este détox tecnológico infantil y otras prácticas que aumentarán la capacidad de estudio

Los expertos advierten de que la hiperfocalización y dependencia a los dispositivos produce una hiperestimulación de nuestros sistemas de recompensa cerebral que limita la atención que prestamos al entorno y a nosotros mismos, lo que afecta directamente al aprendizaje y la capacidad de estudio. Y por ello recomiendan un détox tecnológico también en los más pequeños. “No se trata de relegar el papel de la electrónica a un segundo plano, pero la ‘dosificación’ de la tecnología tampoco debe ser una medida temporal o excepcional. El objetivo es que los niños aprendan gestionarla y a darle el uso correcto”. ¿Cómo se hace? Tomando las siguientes medidas y estableciendo rutinas para inculcárselas a nuestros hijos desde pequeños:

- Si estudias, la tecnología fuera de alcance: Las interrupciones ocasionadas por las llamadas, mensajes o tentaciones de mirar las redes sociales producen una bajada de rendimiento y, además, tenerlos al alcance da lugar a que, a la más mínima señal de cansancio o aburrimiento, se intente contactar con amigos y compañeros. Adiós la concentración y al esfuerzo.

- Minimizar y relativizar la ‘sensación de pérdida’: la ansiedad anticipatoria que se produce en el joven que siente una “perdida” si no se conecta, debe corregirse con información racional y educación emocional. Es un aspecto fundamental que los padres tienen que trabajar con sus hijos de forma continua.

- Momentos para todo, y cada uno para lo suyo: una buena manera de poder educar a los niños en el uso de las nuevas tecnologías es haciéndoles comprender que hay tiempo para todo estableciendo horarios concretos. “Es decir, a la consola se juega una hora los sábados y el móvil se guarda en el cajón al entrar en casa y se saca solamente un rato antes de cenar, por ejemplo. Y por supuesto, sin excepciones”. Esto les hará experimentar el esfuerzo y la recompensa de haber conseguido cumplir con todo, y también les ayudará a disminuir la sensación de pérdida antes comentada.

- Fomentar el esfuerzo como respuesta gratificante: se trata de una estrategia que ha de implantarse pronto en los más pequeños. Inculcar la dinámica del esfuerzo y dar ejemplo con las acciones propias no es siempre fácil en nuestra sociedad, y requiere mucha voluntad por parte de los padres. “Se fundamenta en la explicación a los hijos de la importancia que como padre se le da al esfuerzo por encima de los resultados. Por ejemplo, valorando el tiempo dedicado al estudio por encima de los resultados y premiando el primero frente al segundo”


- Desarrollo de la tolerancia a la espera: el especialista recomienda los programas de puntos. Estos programas establecen una serie de recompensas mediante puntos, que luego pueden canjear los chicos por gratificaciones. De esta forma, si se establece un sistema bien desarrollado, se demora la respuesta positiva a cambio de las expectativas de conseguirlas con el acúmulo de puntos a la vez que puede aprovechar para potenciar el esfuerzo para conseguir un resultado.

- Y si se hace uso de la tecnología, mejor compartida: el uso social de la tecnología tiene menos repercusiones negativas que el individual. “Es igual que con los juegos de mesa. Conforma en sí misma una actividad muy enriquecedora a nivel intelectual”.

El flujo constante de información entre los dispositivos y nuestro cerebro potencia de forma extraordinaria la productividad y nuestra capacidad de aprendizaje, gracias a la integración de nuestros sentidos con la electrónica. Adecuadamente controladas, las posibilidades que nos ofrecen las nuevas tecnologías son positivamente inimaginables.

​El ‘détox’ tecnológico infantil y otras 6 prácticas que aumentan el rendimiento académico

Las tres respuestas que la tecnología ofrece a nuestro sistema nervioso -gratificante, inmediata y repetitiva- hacen que los más pequeños se vuelvan tecnológicamente insaciables
Redacción
lunes, 3 de septiembre de 2018, 11:48 h (CET)


La relación tecnología-infancia despierta en los padres continuos sentimientos enfrentados. Y ahora que llega el momento de volver a los estudios, nos replanteamos de nuevo si son más perjudiciales que beneficiosas, o viceversa. Sin duda, como apuntan los expertos, la tecnología es fundamental para potenciar el aprendizaje y las capacidades intelectuales de los niños.

Sin embargo, existen riesgos, habitualmente determinados por el (mal)uso que se hace de los dispositivos y herramientas electrónicas, que acaban afectando a la capacidad de atención y concentración. ¿Por qué es tan difícil de controlar? ¿Dónde está el equilibrio? El Dr. Manuel Antonio Fernández, especialista en Neurología Pediátrica, tratamiento de trastornos de la conducta y trastornos del aprendizaje y miembro de, explica los efectos de las tres respuestas que la tecnología ofrece a nuestro sistema nervioso -gratificante, inmediata y repetitiva- y que hace que los más pequeños se vuelvan tecnológicamente insaciables, sin poder pensar en otra cosa, afectando en consecuencia a su rendimiento escolar.





La insaciabilidad, la criptonita de los más pequeños

La incorporación de las nuevas tecnologías al día a día de los niños pequeños produce cambios en su estructura y funcionamiento cerebrales. “Esto significa que puede tener tanto efectos positivos como negativo, igual que cualquier otra experiencia que desarrollen”, explica el doctor Fernández. “Por ello, es necesario contar con un conocimiento de los aspectos positivos más relevantes y los principales riesgos que las mismas conllevan, para poder hacer un uso correcto”.

Las nuevas tecnologías tienen una serie de características que las hacen llevarse muy bien con nuestro sistema nervioso y con lo que se denominan, las funciones ejecutivas. Lo que hacen es estimular nuestro sistema de recompensa a nivel cerebral. “¿Cómo?, dándole lo que pide y volviéndole insaciable”.


- Respuesta gratificante. Es un tipo de respuesta variable en cada persona, momento o edad, y por ello, cada niño tiene sus preferencias. La cantidad de opciones (ordenador, móvil, Tablet…), su omnipresencia y el fácil acceso a los dispositivos, hace que los niños y jóvenes tengan una respuesta a su voluntad sin necesidad de esfuerzo.

- Respuesta inmediata. La inmediatez de los dispositivos electrónicos estimula de forma intensa y directa nuestro mecanismo de recompensa (gratificación) cerebral. La impaciencia y la impulsividad son propios de los niños pequeños porque su mecanismo de autorregulación inmaduro les dificulta un correcto autocontrol sobre sí mismos. La tolerancia a la espera se va desarrollando con la edad.

- Respuesta repetitiva o ilimitada. Es lo que más dependencia produce. Una búsqueda en youtube puede repetirse cuantas veces quieras sin problemas y podemos ver lo que queramos una y otra vez. “Si lo unimos a la inmediatez, comprendemos la trascendencia de la situación: le podemos dar a nuestro cerebro lo que quiere inmediatamente y de forma indefinida con lo que, si no lo controlamos adecuadamente, podemos estar creando un cerebro dependiente que se aísle del entorno”.

Este détox tecnológico infantil y otras prácticas que aumentarán la capacidad de estudio

Los expertos advierten de que la hiperfocalización y dependencia a los dispositivos produce una hiperestimulación de nuestros sistemas de recompensa cerebral que limita la atención que prestamos al entorno y a nosotros mismos, lo que afecta directamente al aprendizaje y la capacidad de estudio. Y por ello recomiendan un détox tecnológico también en los más pequeños. “No se trata de relegar el papel de la electrónica a un segundo plano, pero la ‘dosificación’ de la tecnología tampoco debe ser una medida temporal o excepcional. El objetivo es que los niños aprendan gestionarla y a darle el uso correcto”. ¿Cómo se hace? Tomando las siguientes medidas y estableciendo rutinas para inculcárselas a nuestros hijos desde pequeños:

- Si estudias, la tecnología fuera de alcance: Las interrupciones ocasionadas por las llamadas, mensajes o tentaciones de mirar las redes sociales producen una bajada de rendimiento y, además, tenerlos al alcance da lugar a que, a la más mínima señal de cansancio o aburrimiento, se intente contactar con amigos y compañeros. Adiós la concentración y al esfuerzo.

- Minimizar y relativizar la ‘sensación de pérdida’: la ansiedad anticipatoria que se produce en el joven que siente una “perdida” si no se conecta, debe corregirse con información racional y educación emocional. Es un aspecto fundamental que los padres tienen que trabajar con sus hijos de forma continua.

- Momentos para todo, y cada uno para lo suyo: una buena manera de poder educar a los niños en el uso de las nuevas tecnologías es haciéndoles comprender que hay tiempo para todo estableciendo horarios concretos. “Es decir, a la consola se juega una hora los sábados y el móvil se guarda en el cajón al entrar en casa y se saca solamente un rato antes de cenar, por ejemplo. Y por supuesto, sin excepciones”. Esto les hará experimentar el esfuerzo y la recompensa de haber conseguido cumplir con todo, y también les ayudará a disminuir la sensación de pérdida antes comentada.

- Fomentar el esfuerzo como respuesta gratificante: se trata de una estrategia que ha de implantarse pronto en los más pequeños. Inculcar la dinámica del esfuerzo y dar ejemplo con las acciones propias no es siempre fácil en nuestra sociedad, y requiere mucha voluntad por parte de los padres. “Se fundamenta en la explicación a los hijos de la importancia que como padre se le da al esfuerzo por encima de los resultados. Por ejemplo, valorando el tiempo dedicado al estudio por encima de los resultados y premiando el primero frente al segundo”


- Desarrollo de la tolerancia a la espera: el especialista recomienda los programas de puntos. Estos programas establecen una serie de recompensas mediante puntos, que luego pueden canjear los chicos por gratificaciones. De esta forma, si se establece un sistema bien desarrollado, se demora la respuesta positiva a cambio de las expectativas de conseguirlas con el acúmulo de puntos a la vez que puede aprovechar para potenciar el esfuerzo para conseguir un resultado.

- Y si se hace uso de la tecnología, mejor compartida: el uso social de la tecnología tiene menos repercusiones negativas que el individual. “Es igual que con los juegos de mesa. Conforma en sí misma una actividad muy enriquecedora a nivel intelectual”.

El flujo constante de información entre los dispositivos y nuestro cerebro potencia de forma extraordinaria la productividad y nuestra capacidad de aprendizaje, gracias a la integración de nuestros sentidos con la electrónica. Adecuadamente controladas, las posibilidades que nos ofrecen las nuevas tecnologías son positivamente inimaginables.

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