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Ben Tanosborn

Estadounidenses en la Burbuja

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Junto a los pequeños detalles que dieran un toque interesante al artículo actual de Thomas y Wolffe en Newsweek, “Bush en la Burbuja”, un pensamiento complementario cruzó mi mente. ¿Y si fuésemos nosotros, los estadounidenses, los que vivimos dentro de la burbuja… aislados, sin la menor idea donde encajamos en el rompecabezas-mundo?

Definitivamente es algo preocupante para el bienestar de los estadounidenses el que Bush viva en una burbuja: en su Casa Blanca, rodeado por un séquito de ideólogos y enchufados incompetentes. Pero las consecuencias se agravan si es el pueblo estadounidense el que vive en una burbuja… y falle en reconocerlo, admitirlo o cambiarlo.

En discrepancia con los autores del artículo, no pongo a Bush en la burbuja por no haber escuchado a Jack Murtha; o por su desatención con quienes le rodean, cuando ellos pudieran ofrecerle buenos consejos e ideas meritorias; o porque su carácter testarudo le impida obtener algún tipo de acomodo.

Ni tampoco veo a Bush en la burbuja por carencia de dotes personales [incluyendo comparaciones que se hagan de su humor con el de Reagan]; ni tampoco por su incapacidad de expresarse o su carente poder de concentración; ni tampoco por su falta de educación y cultura, y su desdeño por ambas. De hecho, no veo la necesidad de buscar razones, cuando siempre ha tenido a esa burbuja como morada- si no desde el momento en que fue concebido, poco después. Y hasta la fecha, la curiosidad no ha rascado su cabeza para preguntar que pudiera estar ocurriendo fuera de esa burbuja.

Hasta el momento que entró en política, la burbuja de Bush encerraba dentro todo lo que se requería para satisfacer tanto sus caprichos como sus necesidades. Ahora en su rol como político, y líder de superpotencia, su burbuja ha recibido un inflamiento-a-escala fortalecido por su confesada, y frecuentemente puesta en tela de juicio, fe cristiana… ya que muchos consideran que el ser cristiano requiere algo mas que recibir las aguas bautismales y llevar una Biblia en la mano.

Posiblemente Bush no se crea a si mismo como un producto de la evolución; y sus críticos encontrarían difícil creer que éste fuese progenie del “diseño inteligente”. Quizás podamos llegar a un arreglo concluyendo que Bush aparenta ser el arquetipo de la mediocridad, un transplante de la vieja clase dirigente que no parece desaparecer y vive de su lustre.

Pero el que Bush esté, o haya estado, viviendo en una burbuja no es algo crítico para EEUU; no para un EEUU democrático y políticamente consciente. Sin embargo, lo que es profundamente importante es si son los estadounidenses, y no Bush, quienes residen en una burbuja. De ser así, la verdadera democracia y la conciencia política en el país terminarían por los suelos. Al fin de cuentas, si Bush vive en una burbuja, esa es su elección. Pero si los estadounidenses han aceptado el vivir en una burbuja, lo han hecho al rendir su opción… abriendo las puertas al cautiverio que trae el temor y la ignorancia.

La culpa ni es de ideas ni de ideologías por nuestro estado actual, por nuestro encarcelamiento en la burbuja. Los estadounidenses no son cautivos de la religión, sino de charlatanes religiosos; no son cautivos de la libre empresa, sino de capitalistas de rapiña; no son cautivos de sistemas de gobiernos represivos, sino de políticos corruptos que ordeñan los ideales de la democracia para sus propios fines.

En lo que se refiere a política exterior, la mayoría de los políticos de los dos partidos “aceptables”, ayudados por una prensa sumamente “cortés” y una estricta auto-censura, nos han empujado dentro de la burbuja inculcando, en tono suave a veces y a gritos en otras, la necesidad de imponernos sobre el resto del mundo. Así es la política [exterior] imperial estadounidense, una horca de tres dientes: protección para Israel- no importa razón o causa; protección para nuestro colonialismo comercial- con el pretexto de mantener nuestro “Standard de vida” [que más bien debiera llamarse “Standard de consumo”]; y, más recientemente, el derecho de preventivamente llevar a jaque mate cualquier nación que creamos nos esté desafiando, aunque ese desafío se haga en auto-defensa. En nuestra burbuja, no nos cabe comprender como este modo de obrar pueda ser detestable a otros pueblos, otras culturas, otras naciones.

En el frente domestico, EEUU, no obstante su riqueza tanto en recursos como en ingenio, se ha convertido en el criadero del planeta para el consumismo y la avaricia. El gobierno, durante los últimos cinco años, y en total desvergüenza, se ha negado a remediar las necesidades esenciales de una clase “despojada”, cada día en aumento, que ahora suma una cuarta parte de la población, no importa lo que las estadísticas gubernamentales sobre la pobreza digan.

EEUU cubre a pasos agigantados una ruta de cambio, de una sociedad con una larga tradición en pluralismo y conciencia caritativa, a una nación de fe [¡lo que esto pueda significar!] donde el patriotismo se exhibe en la solapa con una banderita, y el engaño hábil [criminal] de los negocios está a la orden del día. Es este cambio actual, y la incapacidad de los estadounidenses en observarlo, o frenarlo, lo que da credibilidad a la perspectiva de que vivimos en una burbuja.

Salimos del 2005 con la misma falta de compasión y cordura en el gobierno que existió durante el cuadrienio previo- en ambos ámbitos, domestico e internacional. Hemos permitido que nos gobierne una persona cuya arrogancia se calibra con nuestra ignorancia, algo que no aparenta preocuparnos. Sin duda alguna, en nuestra burbuja, la ignorancia es dicha.

Es dudoso que los estadounidenses perforen esa burbuja en que viven… no en 2006. Necesitarían reconocer y rechazar una política exterior que precede, y posiblemente sobreviva, a Bush. Y la probabilidad de que esto ocurra se aproxima a cero.

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Ben Tanosborn es escritor, columnista y empresario.

Estadounidenses en la Burbuja

Ben Tanosborn
Ben Tanosborn
lunes, 2 de enero de 2006, 03:20 h (CET)
Junto a los pequeños detalles que dieran un toque interesante al artículo actual de Thomas y Wolffe en Newsweek, “Bush en la Burbuja”, un pensamiento complementario cruzó mi mente. ¿Y si fuésemos nosotros, los estadounidenses, los que vivimos dentro de la burbuja… aislados, sin la menor idea donde encajamos en el rompecabezas-mundo?

Definitivamente es algo preocupante para el bienestar de los estadounidenses el que Bush viva en una burbuja: en su Casa Blanca, rodeado por un séquito de ideólogos y enchufados incompetentes. Pero las consecuencias se agravan si es el pueblo estadounidense el que vive en una burbuja… y falle en reconocerlo, admitirlo o cambiarlo.

En discrepancia con los autores del artículo, no pongo a Bush en la burbuja por no haber escuchado a Jack Murtha; o por su desatención con quienes le rodean, cuando ellos pudieran ofrecerle buenos consejos e ideas meritorias; o porque su carácter testarudo le impida obtener algún tipo de acomodo.

Ni tampoco veo a Bush en la burbuja por carencia de dotes personales [incluyendo comparaciones que se hagan de su humor con el de Reagan]; ni tampoco por su incapacidad de expresarse o su carente poder de concentración; ni tampoco por su falta de educación y cultura, y su desdeño por ambas. De hecho, no veo la necesidad de buscar razones, cuando siempre ha tenido a esa burbuja como morada- si no desde el momento en que fue concebido, poco después. Y hasta la fecha, la curiosidad no ha rascado su cabeza para preguntar que pudiera estar ocurriendo fuera de esa burbuja.

Hasta el momento que entró en política, la burbuja de Bush encerraba dentro todo lo que se requería para satisfacer tanto sus caprichos como sus necesidades. Ahora en su rol como político, y líder de superpotencia, su burbuja ha recibido un inflamiento-a-escala fortalecido por su confesada, y frecuentemente puesta en tela de juicio, fe cristiana… ya que muchos consideran que el ser cristiano requiere algo mas que recibir las aguas bautismales y llevar una Biblia en la mano.

Posiblemente Bush no se crea a si mismo como un producto de la evolución; y sus críticos encontrarían difícil creer que éste fuese progenie del “diseño inteligente”. Quizás podamos llegar a un arreglo concluyendo que Bush aparenta ser el arquetipo de la mediocridad, un transplante de la vieja clase dirigente que no parece desaparecer y vive de su lustre.

Pero el que Bush esté, o haya estado, viviendo en una burbuja no es algo crítico para EEUU; no para un EEUU democrático y políticamente consciente. Sin embargo, lo que es profundamente importante es si son los estadounidenses, y no Bush, quienes residen en una burbuja. De ser así, la verdadera democracia y la conciencia política en el país terminarían por los suelos. Al fin de cuentas, si Bush vive en una burbuja, esa es su elección. Pero si los estadounidenses han aceptado el vivir en una burbuja, lo han hecho al rendir su opción… abriendo las puertas al cautiverio que trae el temor y la ignorancia.

La culpa ni es de ideas ni de ideologías por nuestro estado actual, por nuestro encarcelamiento en la burbuja. Los estadounidenses no son cautivos de la religión, sino de charlatanes religiosos; no son cautivos de la libre empresa, sino de capitalistas de rapiña; no son cautivos de sistemas de gobiernos represivos, sino de políticos corruptos que ordeñan los ideales de la democracia para sus propios fines.

En lo que se refiere a política exterior, la mayoría de los políticos de los dos partidos “aceptables”, ayudados por una prensa sumamente “cortés” y una estricta auto-censura, nos han empujado dentro de la burbuja inculcando, en tono suave a veces y a gritos en otras, la necesidad de imponernos sobre el resto del mundo. Así es la política [exterior] imperial estadounidense, una horca de tres dientes: protección para Israel- no importa razón o causa; protección para nuestro colonialismo comercial- con el pretexto de mantener nuestro “Standard de vida” [que más bien debiera llamarse “Standard de consumo”]; y, más recientemente, el derecho de preventivamente llevar a jaque mate cualquier nación que creamos nos esté desafiando, aunque ese desafío se haga en auto-defensa. En nuestra burbuja, no nos cabe comprender como este modo de obrar pueda ser detestable a otros pueblos, otras culturas, otras naciones.

En el frente domestico, EEUU, no obstante su riqueza tanto en recursos como en ingenio, se ha convertido en el criadero del planeta para el consumismo y la avaricia. El gobierno, durante los últimos cinco años, y en total desvergüenza, se ha negado a remediar las necesidades esenciales de una clase “despojada”, cada día en aumento, que ahora suma una cuarta parte de la población, no importa lo que las estadísticas gubernamentales sobre la pobreza digan.

EEUU cubre a pasos agigantados una ruta de cambio, de una sociedad con una larga tradición en pluralismo y conciencia caritativa, a una nación de fe [¡lo que esto pueda significar!] donde el patriotismo se exhibe en la solapa con una banderita, y el engaño hábil [criminal] de los negocios está a la orden del día. Es este cambio actual, y la incapacidad de los estadounidenses en observarlo, o frenarlo, lo que da credibilidad a la perspectiva de que vivimos en una burbuja.

Salimos del 2005 con la misma falta de compasión y cordura en el gobierno que existió durante el cuadrienio previo- en ambos ámbitos, domestico e internacional. Hemos permitido que nos gobierne una persona cuya arrogancia se calibra con nuestra ignorancia, algo que no aparenta preocuparnos. Sin duda alguna, en nuestra burbuja, la ignorancia es dicha.

Es dudoso que los estadounidenses perforen esa burbuja en que viven… no en 2006. Necesitarían reconocer y rechazar una política exterior que precede, y posiblemente sobreviva, a Bush. Y la probabilidad de que esto ocurra se aproxima a cero.

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Ben Tanosborn es escritor, columnista y empresario.

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En una cultura ética repleta de principios atávicos no superados pareciera que la reprobación moral de la familia no venciese la idea de otredad al entender la primera como un espacio colonizado y externo a cualquier realidad por escatológica que resultase. El tacticismo político usa de forma sombría este tipo de herencias sociales para definir las fronteras entre lo posible y no posible.

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