Primero se produjo un silencio expectante, luego empezaron los murmullos, los comentarios en voz baja y los primeros escarceos de aquellos se habían atribuido, a sí mismos, el ser los más adecuados para suceder al señor Rajoy y, a medida que han pasado los días y se acerca el momento en el que se deberán conocer los nombres de todos aquellos aspirantes que hayan sido capaces de reunir los avales necesarios para aspirar a la presidencia del partido, parece como si se les hubiesen entrado las prisas a los miembros más destacados del PP, incluso de los más desconocidos e inesperados para, bajo la consigna de que: “el último, tonto”, una avalancha de candidatos han anunciado que se van a presentar, en el próximo congreso del partido, para ofrecerse a los votantes y presentar su programa de gobierno al resto de congresistas.
En un principio se habló de Feijoo como el miembro del PP con más posibilidades de conseguir el apoyo para el cargo, más tarde se incorporaron, sin que se decidieran hacerlo públicamente: la vicepresidenta Santamaría y su gran oponente la señora Cospedal; posteriormente un candidato insospechado anunció, públicamente, su intención de presentarse, se trataba del señor Joserra García Hernández, católico declarado que ha reprochado al PP el maltrato que se les ha dado a los católicos en el partido. Un nuevo candidato que “amenaza” con presentarse, como contrapeso a la posible candidatura de la ex vicepresidenta, es el señor García Margallo, miembro durante un tiempo del gobierno de Rajoy, como ministro de asuntos exteriores, aunque ha condicionado su candidatura al hecho de que el señor Núñez Feijoo se presentase también para ser elegido, en cuyo caso renunciaría a presentarse como aspirante. La sorpresa ha llegado de parte del señor Secretario de Comunicación del PP, Pablo Casado, que ya se ha decidido a concurrir como presidenciable, aunque tiene sobre sí alguna cuenta pendiente con la Justicia, en relación a algunas titulaciones que parece que se han puesto en entredicho.
Aparte de este grupo, se ha hablado de otros posibles candidatos que todavía no parece que se hayan decidido a dar la cara, entre los que se halla el señor Iñigo de la Serna (ex ministro de Fomento), el señor José Ramón Bauzá, liderando una corriente de liberales y la señora Ana Pastor, Presidenta del Congreso, una mujer de sólida formación, que se ha distinguido favorablemente en su función de presidenta de la cámara baja y que está muy bien situada y muy valorada entre los miembros del partido. Sin embargo, sin que creamos que la presencia de tantos candidatos desmerezca, en modo alguno, sino al contrario da vida y demuestra la existencia de distintas sensibilidades dentro de un partido, que se ha distinguido por acoger en su seno a cualquiera que tenga por objetivo principal salvar a España de las izquierdas y del separatismo que amenaza la unidad de la misma, principalmente desde las autonomías vasca y catalana, amén de ser un signo evidente de democracia; máxime si se les da oportunidad a las bases de dar su opinión respecto a quién, de todos los elegibles, merece, a su juicio, ser el mejor valorado para el puesto.
Sin embargo, para nosotros existe una excepción, una persona que creemos que ha tenido un protagonismo inmerecido durante ambas legislaturas de don Mariano Rajoy, una señora que creemos que se ha convertido en uno de los peores gestores que ha tenido el PP y a la que, desde ya hace mucho tiempo, hemos considerado como un cáncer dentro de la cúpula directiva, que ignoramos si, por causa de estar erróneamente informada, por exceso de autoestima, por egolatría o por haberse constituido en la consejera y persona de confianza de Rajoy, ha venido utilizando su posición privilegiada para hacer y deshacer a su antojo, no sólo lo que le han permitido dentro de la propia formación popular, sino en temas de gobierno, especialmente en el asunto catalán, en el que logró que Rajoy depositase su confianza en ella para que tratase de recomponer una situación que ya estaba, evidentemente, fuera de control y que había entrado en una fase en la que, cualquier paño caliente que se intentase poner, no tendría otro efecto que evidenciar la debilidad del Ejecutivo, ante lo que ya se había convertido en un ataque frontal y sedicioso de un grupo revolucionario catalán, ante lo cual ya no cabía otro recurso que aplicar, con toda contundencia, el artº 155 de la Constitución. La señora Cospedal ha resistido, con una entereza admirable, los embates de esta pequeña intrigante, en la que siempre hemos visto a una persona ambiciosa que ha pretendido usar la buen fe del señor Rajoy para sacar provecho personal y ayudarla a erigirse, ante el resto de personas capacitadas para tomar el relevo en la presidencia del partido, la principal candidata a sustituirle. Tarde y a destiempo parece que el mismo don Mariano se apercibió de la traición de su mano derecha y, una vez descabalgado de su puesto de presidente del Gobierno por el señor Pedro Sánchez, en la comida que tuvo con sus más directos colaboradores, en un restaurante cercano a las Cortes, les confesó su desengaño lamentándose de haber confiado en la vicepresidenta (que, casualmente, no había acudido a aquella reunión), desvelando que “consideraba a Soraya Sáenz de Santamaría responsable de los últimos tumbos que había dado su Gobierno, remontando la calamidad a la gestión de la crisis de Cataluña, que dejó en manos de su vicepresidenta por completo”.
El peligro de esta mujer es que es una experta en la manipulación de personas, una verdadera intrigante que, por raro que pudiera padecer, tiene en sus manos informes de todas las personas que le pudieran obstaculizar sus intenciones y que, como suponemos que ha sucedido en otros casos en los que se adivinaba una mano negra, es muy posible que los hubiera dejado filtrar para perjudicar a alguno de sus propios compañeros de la dirección del partido del que deseaba desprenderse. Claro que puede que haya menospreciado el hecho de que fueran muchos los que están interesados en disputarle el liderato del partido y, es posible, que sea muy complicado que, a estas alturas del desplome del PP, aquellas influencias de las que se valió ya no le sirvan para llevarse, como vulgarmente se dice, “el gato al agua”. Lo contrario sería una desgracia de cara al futuro del PP.
Creo que todos los aspirantes que, legítimamente optan al puesto de Rajoy, debieran intentar que las reuniones del Congreso tengan publicidad, que todos los simpatizantes de la formación popular tengan posibilidad de conocer todo lo que se dice en él y que, los discursos y méritos que aporten cada uno de los aspirantes sean conocidos de primera mano por todas las bases que, en un tipo de votación democrática, tendrían que poder expresarse para que, el elegido, no sea fruto de componendas partidistas o influencias externas, sino que se trate de la persona mejor dotada según la opinión mayoritaria de los votantes, el que reúna mayores méritos y condiciones para poder llevar, al Partido Popular, de regreso a aquel momento en el que, los valores y los principios que dieron lugar a la formación de la antigua Alianza Popular, se recuperaran y volvieran a ser los que rigieran su futuro, prescindiendo de intrigas partidistas y de componendas ajenas a las buenas prácticas políticas.
Es evidente que, el elegido, sea cualquiera de los que aspiran a conseguir ser designados para el puesto, sea una persona libre de cualquier posible pecado de juventud y tenga su currículum político inmaculado y carente de cualquier complicación, por pequeña que fuera, con la Justicia. La forma inquisitorial con la que, en la actualidad, se ha puesto de moda actuar a modo de un puritanismo al estilo Victoriano, hace que sea impensable que, un gobernante, pueda intentar llevar a cabo una política determinada si existe la posibilidad de que, quienes se dediquen a buscarle las cosquillas analizando sus pasados pasos por la vida, sean capaces de desenterrar, aunque fuere de sus años de juventud, cualquier documento, pecado de adolescencia, multa de tráfico o pertenencia a un grupo político, que pudiera ser esgrimido para acabar con su honorabilidad y con sus posibilidades de seguir gobernando.
Como opinión personal podríamos decir que lo ideal, lo que posiblemente ayudaría a remontar ante la ciudadanía que ha perdido la confianza en el PP, debido a los casos de corrupción que se han detectado en muchas partes de España; la evidente falta de cintura y de réplica por parte de unos directivos que se han dejado amilanar, humillar y zarandear sin apenas poner oposición, a la oleada de críticas recibidas del resto de partidos políticos cuando, muchos de ellos, estaban en condiciones parecidas al propio partido, con casos de corrupción del mismo calibre de los que han padecido los populares, como ha sido el caso de los EREs de Andalucía o del chivatazo que permitió la fuga de los miembros de ETA, cuando estuvieron a punto de caer en una trampa de la Guardia Civil, una causa que, como tantas otras se cerró en falso sin que se llegara a averiguar de dónde partió la orden de que se avisara a los etarras antes de que se pusiera en marcha la trampa que debía haberlos puesto a buen recaudo.
Lo mismo ha tenido lugar en el caso de Cataluña que, si ya hace años que debió de haberse puesto remedio a los primeros brotes de rebeldía en aquella autonomía, es evidente que el haber dejado que las cosas llegasen al extremo que, actualmente, se están permitiendo en una comunidad que, prácticamente, está en manos del separatismo independentistas más radical, con las instituciones ocupadas por los soberanistas y donde, los españoles que residimos en esta comunidad, nos encontramos en una posición de inferioridad, como ciudadanos de segunda clase.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, sentiríamos muchos que, cuando se ha presentado la oportunidad, mediante el anunciado Congreso del PP que se va a celebrar en poco tiempo, existe la posibilidad, posiblemente la única, de que las candidaturas de los distintos aspirantes sean analizadas en profundidad y exista plena libertad de todos los congresistas de expresarse con plena libertad, de modo que todas las tendencias existentes en el seno del partido, tengan oportunidad de exponer sus opiniones; teniendo en cuenta que van a ser muchos los millones de votantes ( actuales y los que dejaron de votarlos por estar en desacuerdo con las últimas decisiones de la dirección del partido) que van a estar pendientes de lo que ocurra en este Congreso trascendental, para valorar los acuerdos que se tomen y constatar si vale la pena volver a votar al PP u optar por abandonarlo definitivamente, dándoles el voto a otros partidos o, simplemente, dejando de votar. En esta ocasión es demasiado lo que se juega el PP para que se dejen arrastrar por los posibles intereses espurios de alguno de quienes se presentan, bajo la piel de oveja, para alcanzar intentar alcanzar el poder.
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